Derzu Kazak - El hijo del viento blanco

Здесь есть возможность читать онлайн «Derzu Kazak - El hijo del viento blanco» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El hijo del viento blanco: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El hijo del viento blanco»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La urdimbre y la trama de esta nueva novela de Derzu Kazak se afirma en una conjetura difícil de consentir: ¿Qué sucedería si un país sudamericano tuviese un Presidente absolutamente honesto?
Tal como se presenta actualmente el mundo de la política, donde la corrupción impera en casi todos los estamentos del Estado, la honestidad es un traspié genético que debe eliminarse. Nada es lo que parece en el ámbito estatal, y menos en el macroeconómico, engendrando confabulaciones y planes perfectos que el destino se encarga de mandar a baraja, urgiendo otros planes tan efímeros y cambiantes como la condición humana.
Un devenir de acción y de intriga a nivel planetario, con la presencia de mafias, corporaciones supranacionales ávidas de oro negro y «negocios redondos», sicarios y comandos de élite, mantiene al lector sin resquicios para intuir el desenlace.

El hijo del viento blanco — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El hijo del viento blanco», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Sus arqueadas cejas se movían al ritmo de su mente. No precisaba hablar, transmitían sus mensajes con más brío y certeza que su parca lengua.

Instintivamente, sin prisa, mientras sus ideas rotaban en secuencia matemática, compenetrada absolutamente en su cerebro, desató el pañuelo de su cuello y jugueteando con él entre sus manos como un hechicero talismán, ingresó lentamente al fastuoso boudoir. A la derecha, un panel acristalado enmarcaba el jardín exquisitamente nipón, de una sencillez extrema.

Macizos de gruesos bambúes coronaban una sombrilla roja enclavada en un mar de césped fresco y perfecto, magistralmente realizada con bambú y papel de arroz a manera de una amapola en un campo de trigo tierno. A su sombra, un tocón de nogal servía de asiento junto al estanque con nenúfares y peces coralinos de gran porte, que asomaban sus traslúcidas aletas en las aguas someras, creando una danza de círculos concéntricos.

El magnífico aposento se integraba a una galería artesonada con maderos de teca, por poco negros. En el solado de cerámica con bordillos de piedras plomizas, relucientes por el agua rociada que las mantenía rezumantes, en unos sencillos tiestos de arcilla roja levemente cóncavos, lucían su añoso esplendor tres bonsáis de increíble belleza. Aunaban el ancestral orgullo de Ogura Yamasato, el anciano jardinero sordomudo de larguísima barba rala y platinada, encorvado por el peso de los años, que los cuidaba más que a su vida.

En el confín, sobre los campos ondeantes de trébol, altaneros y ufanos de sus perfectas formas, irisando sus plumas con los bruñidos aceitosos del crepúsculo, paseaban su nostalgia blanca y negra dos parejas de grullas.

Bruscamente, cambiando de idea y de semblante, pulsó el control electrónico que arrastró un pesado cortinaje de terciopelo rosáceo hasta borrar la serena vista, que traía al recuerdo el legendario jardín Suizenji Park de Kumamoto.

Guardado de miradas, en el interior de los crecidos muros, enrejados y celosamente custodiados por una letal guardia pretoriana vestida de negro, como sus endiablados dobermann de aguzadas orejas y cola cercenada, escondía su soberbia arquitectura un palacio renacentista, espléndido y macizo, en el barrio residencial más aristocrático de New York.

En el boudoir, la iluminación difusa fue creciendo a medida que se reducía el resplandor del día.

Estaba sola. Más bien, acompañada por sí misma, desdoblada en un cuerpo marchito por dentro y charolado por fuera, encarcelando un alma atormentada que no encontraba reposo ni paz, oponiéndose vanamente al palmario paso de los años.

Contempló sus rasgos minuciosamente en la luna del precioso chiffonnier, un cristal infiel y sincero que, en días de la Europa Imperial, recogió la imagen de una olvidada Reina Carolingia. Se vio rozagante. Pero sabía que era una temible falsedad. Liza Forrestal deseaba más que nada en el mundo inmortalizar su cuerpo. Pero la mujer que veía no era ella, sino la idealización de un perecedero sueño.

Se repuso con brusquedad militar, barriendo la mente con una quimera que pretendía arraigar. Y ríos de oro negro corrieron por su imaginación brotando desde umbríos manantiales de las selvas sudamericanas. Se miró con otros ojos, haciendo un burlesco mohín de ajuste en el talante, hasta quedar de perlas con su majestuoso porte de ejecutiva. Vanamente, se esforzó en corregir un etéreo detalle en la comisura de los labios. Pero no pudo. A pesar de su denuedo por disimularlo, mantenía un incontrolable esbozo de desprecio que se acentuaba instintivamente cuando discutía asuntos urticantes.

Liza Forrestal se preparaba minuciosamente para una recia batalla, donde la inteligencia, el inefable arte de la diplomacia, o el prodigioso poder del dinero idolatrado deberían vencer la obstinación de un idiota.

Pese a que jamás subestimara al adversario, invariablemente tildaba de idiota a su contrincante; una psicología peculiar que la hacía sentir segura de sí misma. Los corteses modales, como máscaras que encubrían la perpetua hipocresía, eran imprescindibles en esos niveles rayanos a la estratosfera social, aunque discutiese turbios negocios con un búfalo cafre rabioso. Si no entendían ese refinado lenguaje, otros, infinitamente menos formales y más explícitos, hablarían en su nombre una jerga muy diferente. Un dialecto sin palabras que todo el mundo entendía a la perfección.

Hasta ahora, la commedia de’ll arte no había rendido los frutos buscados. Debería cambiar la estrategia con ese imbécil empedernido.

– ¡Maldito sea! Se dijo al recordarlo.

Un arranque de ira incontrolada puso sus labios lívidos como líneas pintadas sobre traslúcida porcelana china. Siete meses de acaloradas negociaciones entre sus emisarios y la gentuza de “ese” Presidente, ¡y seguían anclados en un mar de recelos!

– ¡Maldito sea!

Repitió apretando su pie contra el lustroso roble del solado, atisbando al infinito; plantada firmemente como una luchadora con los puños cerrados.

Su visión taladraba los Rembrandt, los muros de pedernal y el suntuoso artesonado, hasta alcanzar Andinia.

– ¡Tendré que hacer un trato personal con ese aborrecible antropomorfo!

Entornó los ojos imaginando que el crepúsculo llegaba junto con manantiales de oro negro y un pitecántropo encerrado en una jaula...

Mirando otra vez el cristal, levantó el mentón en un mudo interrogante a su imagen. La plata del espejo devolvió una mirada imperial sin visos de flaqueza. Giró para verse la espalda y modeló con sus manos los cambiantes contornos de su cuerpo. Se acercó a la regia mesa del centro de la sala, también de teca de las Indias Orientales, caminando como una androide, hasta que su mano tocó la bandeja de cristal de Tiffany, espléndidamente acicalada con minúsculas flores naturales en uno de sus extremos, sacando un canapé de foi gras, que mordió sin degustarlo.

Su instinto volaba más allá del presente. Más allá del pasado. Miró con asco los otros canapés de jamón, de cigalas y de caviar Beluga Malossol, y tiró sobre ellos con desprecio los restos del que apenas había probado. Hubiese preferido un blinis ruso con las tortillas de trigo sarraceno, matizado con vodka moscovita… Pero el cocinero ruso pasaba sus vacaciones en las Antillas y solo disponía del “Cordon Bleu” galo, que insistía con sus malditos canapés.

– ¡Cuando aprenderán a cocinar los condenados franceses!

Se dijo contrariada; sin saberse responderse por qué tenía un “Cordon Bleu” en su propia residencia.

Asomó su enhiesto torso por el ventanal del sur, contemplado los garajes. De pie, al lado de sus automóviles, conversaban amigablemente dos avezados chóferes impecablemente uniformados. El uno y el otro detentaban en su hoja de servicio algunas hazañas en las pistas de Le Mans. Divisó sin aliciente, entre una fabulosa colección de prototipos, el fastuoso Rolls Royce dorado que había emigrado desde Londres hacía unos meses, a modo de joya mecánica inconfundible en el mundo, que jamás había utilizado.

– ¡No pienso subirme en ese armatoste!

Exclamó en silencio. Tampoco se explicaba por qué lo había comprado.

Su mirada retornó al espejo y quedó embelesada. Esbelta y bien formada, se deleitaba resaltando sus torneados alabeos con la ajustada chaquetilla y la falda cortada a la perfección por Oscar de la Renta, su modista preferido. Una silueta con pronunciadas curvaturas que recordaban vivamente las divas de los años sesenta, con el aggiornamento más refinado del universo.

Aunque atraía instintivamente las miradas, las cabezas declinaban bruscamente al cruzarse con la suya. Gozaba de ese perverso juego intimidatorio y provocativo. A veces, sobrepasaba los límites a manera de un desafío, con visos de lujuria, pero nunca encontró quien pudiese sostener esa mirada que taladraba el cráneo como un puñal gélido.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El hijo del viento blanco»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El hijo del viento blanco» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Lynne Graham - El Hijo del Griego
Lynne Graham
Patrick Rothfuss - El Nombre Del Viento
Patrick Rothfuss
Robert Silverberg - El hijo del hombre
Robert Silverberg
Carlos Zafón - La sombra del viento
Carlos Zafón
Mariana R. Sánchez - La ruta del viento
Mariana R. Sánchez
Derzu Kazak - Ca$ino genético
Derzu Kazak
Robinson Quintero Ossa - Invitados del viento
Robinson Quintero Ossa
Mariano Marucco - El abrazo del viento
Mariano Marucco
Derzu Kazak - Cazador de narcos
Derzu Kazak
Отзывы о книге «El hijo del viento blanco»

Обсуждение, отзывы о книге «El hijo del viento blanco» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x