Desde el helipuerto, en la terraza de su palacio, llegaba el zumbante silbar de las turbinas acompasado por el zag… zag… zag… de las aspas de su helicóptero dorado. Un ascensor la llevó directamente al lado; respondió con un ligero ademán el servil saludo de los pilotos y ascendió a los cielos neoyorquinos rumbo al penhause del Forrestal Trade & Financial Center.
Sobre un fastuoso escritorio de caoba y lapislázuli, Lucifer, de irreprochable etiqueta, con un siniestro mohín de expectación y masticando el vértice de un habano de azufre, aguardaba jugando al solitario.
Capítulo 9
Intihuasi - Andinia
– Quién diría que el chiquillo que conocí en aquel caserío polvoriento y solitario es ahora el Presidente de Andinia, y no solamente el Presidente, sino el hombre que quiere transformar este país en el Paraíso Terrenal…
– Soy en gran parte su obra. Firmemente me motivó durante años a sostener ideales altos.
– Hijo mío, creo que en tu caso exageras. Lograr el cielo en la tierra llevará muchos miles de años… si es que está permitido al hombre lograrlo. El hombre no está preparado para ser un ángel. Pienso que la transformación de la conciencia es muchísimo más lenta que la tecnológica y, además, parece que vamos en camino descendente...
– Pero si no se intenta, nunca se logrará...
– Sr. Presidente...
– Por favor, Don Ezequiel, llámeme Carlos, como cuando estaba en su casa de España. Para Ud. no soy ni seré nunca el Presidente, más bien diría que su generosidad me permitió capacitarme como letrado y ahora, necesito nuevamente su ayuda para llegar a serlo.
– Ser Presidente no es hacer mi voluntad ni lo que el pueblo quiere, sino lo que el pueblo necesita. Uno “es” Presidente cuando funciona como tal, cuando tiene visión de estadista y lucha por el bien de todos; no cuando calienta con sus nalgas este dorado sillón. Mis nalgas son superdotadas y puedo garantizar a mi pueblo que calentaré el asiento, pero no sé si tengo pasta de estadista.
– La modestia no es una virtud cardinal de la política, amigo mío, pero creo que tú eres el único Presidente que conozco que no es político. Será una experiencia interesante… ver qué hace un bohemio lleno de ilusiones al frente de un país del tercer mundo con más problemas que habitantes.
– No me considero un bohemio. Estoy tomando decisiones trascendentales en mi vida y le pido a Dios que me ilumine. ¿Qué opina de mis ideales de gobierno?
– ¿Ideales? Yo le llamaría utopías. Deberías leer «la República» de Platón, aunque dudo que te agrade, más a tu estilo serían «La Ciudad de Dios» de San Agustín y quizás, las experiencias de Savonarola en Florencia. Fue la única utopía que funcionó bien… hasta que lo quemaron vivo. Las utopías tienen muchos enemigos, y muy peligrosos.
– Una vida sin peligros es una vida no vivida plenamente. El que no lucha por su puesto en el mundo es arrastrado como un tronco por la corriente y no tiene destino propio. Respondió Altamirano.
– ¿Así que piensas ejercer el gobierno guiándote por las enseñanzas de Jesús de Nazaret, en lugar de las compiladas por los tratadistas profanos durante siglos?
– No es mala idea, aunque también a Jesús lo crucificaron. Dios sabe bastante más que los hombres. Recuerda también que Jesús dijo que su reino no es de este mundo… Por lo menos sabemos que los resultados de los sistemas vigentes no fueron muy satisfactorios.
– ¿Resultados? La gente nunca fue feliz. Ni siquiera cubren sus necesidades más esenciales.
– ¿Acaso cree Ud. que aquí se aplicó alguna vez la justicia? ¿Que algún político pensó más de un segundo en el pueblo que le dio la confianza con su voto? ¿Que Andinia tiene porvenir por el camino que hemos recorrido en los últimos cien años?
– No, mi querido maestro. Andinia produjo ingentes riquezas que salieron del país equitativamente repartidas entre los gigantescos bolsillos de los que robaron desde el poder y los insaciables socios que tenían afuera. Aunque parezca increíble… ¡hemos tenido presidentes que eran capos del narcotráfico y tenía a sus lugartenientes en los puestos claves de gobierno! ¡Robaron hasta la esperanza del pueblo! Y hoy, continúan siendo intocables y respetados ciudadanos… Un amigo que se arriesgó por la verdad fue “accidentado” cuando olfateó el queso y no vio la trampa. Créame, deseo hacer un gobierno absolutamente honesto.
– Eso suena en verdad fantástico, sobre todo cuando lo dice un Presidente “después” de los comicios. ¡Un gobierno absolutamente honesto! Ni siquiera el Evangelio contempla esa posibilidad; más bien en Efesios 6, 10 enfatiza todo lo contrario.
– Eres ciertamente un Quijote, mi querido Carlos. Si piensas que la integridad te allanará los caminos de tu función pública, estás equivocado.
– La corrupción es como un fractal que se repite en diferentes escalas desde el ciudadano común al presidente, un vicio endémico más intoxicante que la heroína; es imposible pararla de golpe. La adición es tan grande que al eliminarla de golpe produce el “síndrome de abstinencia”. Y eso es muy peligroso...
– No entiendo a qué se refiere. Contestó el Presidente entrecerrando sus ojos tártaros.
– Cuando un grupo paladea un tren de vida de las mil y una noches, como ese grupo que comentabas dedicado al narcotráfico, o grupos sindicales vendidos a los dueños del poder, con dinero que ingresa por arte de magia, sin más esfuerzo que pertenecer a ese grupo y consolidarlo, ¡no se van a quedar tan tranquilos si le cortas el suministro! Mantienen sólidos lazos de complicidad que se tensan como cables de puente colgante si olfatean problemas, con un exagerado poder mortífero latente, vinculaciones internas y externas que entran en juego al menor indicio de perder el queso, como tú lo llamas. Y sobre todo, no soltarán el bocado porque están enviciados. Tu vida no valdría un centavo si ven amenazada su estabilidad económico-social.
– ¿Qué haría Jesús en ese caso?
– ¿Jesús…? Humm… ¡Jesús los sacaría a latigazos! ¿Acaso tú no has leído la Biblia?
– De punta a punta; pero usted la interpreta mejor.
– Parece que esto va en serio...
– Si lo duda, será mejor que regrese a España…
Fue la cruda respuesta que recibió el Dr. Ezequiel Arenales del Presidente de Andinia, con firmeza y seriedad tal, que pareció no reconocer en ese hombre al muchacho que tantos años vivió en su misma casa. Permaneció unos instantes en silencio, asimilando el peso potencial de la decisión.
– Me gusta… Tienes fe, y aunque algunos oponen la fe a la razón, es posible tener fe solamente si se tiene previamente razón. Respondió gravemente agarrándose la barbilla y entornando los ojos.
– Pensé por un momento que podría ser una idea peregrina que pasó por tu cabeza y te pareció interesante; pero veo que no confundes deseo con decisión. Acabas de tomar una decisión madurada y asumida en sus implicancias éticas y de riesgo. ¿Es así o me equivoco?
– ¡Aseguro a Ud. que moriré antes de dejar de cumplirla!
– Caray… Estas metiéndote en una peligrosa operación sin evaluar los costos.
– ¿Qué costos?
Todo tiene su costo. Tendrás costos políticos, costos de popularidad, costos de trabajo, costos de riesgo personal, costos de...
¿Crees que Jesús evaluó sus costos antes de comenzar sus tareas?
Por los resultados que tuvo… No lo creo. Pero tú no eres Jesús…
Entonces… ¿Por qué perdemos el tiempo evaluando algo que “Él” nunca evaluó?
– Aunque no soy Jesús, él dijo: Toma tu cruz y sígueme…
– ¿No estarás pensando hacer un gobierno religioso, al estilo de Komeini?
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