Norberto Ferreyra y Noemí Sirota trabajaron “La letra, la identificación, el nombre”. Siempre hay una falla en el proceso de identificación, una falla propia de la estructura, una falla en el movimiento de representación que siempre deja un resto. Esa falla se traducirá luego en la falta que el sujeto habrá de elaborar. La identificación no es la alienación, o al menos, no es la alienación sin la separación. La identificación es necesaria para que uno le hable a otro , a su semejante, desde un lugar discriminado en el que se sostenga, aunque claro que no sin síntomas de un plus , un resto, dado que el resto y el otro presentifican la inminencia del goce.
¿Y el nombre? ¿El nombre nos identifica? ¿O acaso “El nombre es lo que puede nombrar con éxito el fracaso de la identificación”?
Andrés Barbarosch y Alicia Hartmann encararon la cuestión que va “De la identificación a la apropiación del nombre”, lo cual significa una discriminación entre ambos términos, que no son sinónimos ni se implican mutuamente, pues identificación no implica, necesariamente, apropiación. Sin esa discriminación de los términos no se podría decir que el neurótico es un “sin nombre”, alguien que ofrece su castración al goce del Otro, que sacrifica su propia existencia para garantizar la del Otro, y que por eso no se apropia del nombre y lo ofrece al goce del Otro. Recién en el análisis pueda quizás encontrar una posición subjetiva que le haga valer, para él y para los otros, su propio nombre.
Verónica Cohen y Clara Salz tomaron la línea que se sigue de “La función del olvido y el nombre propio. De la identidad a la identificación”. El nombre cumple la función de nombrar, y el sujeto lo adopta, adopta su nombre, se identifica a ese nombre con el que el otro lo identifica, o bien, a veces, sucede que lo rechaza, ya sea total o parcialmente. Se da el caso de que algunos adoptan su primer nombre y rechazan el segundo, o viceversa, pero apropiarse del nombre es la marca del paso a otra cosa, y es un pasaje necesario que va de la alienación a la separación. El nombre propio es extraño y familiar, viene del Otro y queda en cuestión hasta que el sujeto puede hacer algo con él.
¿Por qué los nombres propios serían más apropiados para el olvido que cualquier otra palabra? Uno puede olvidar un sustantivo y sustituirlo por otro, una palabra por otra palabra similar, pero cuando se trata del nombre propio no se lo puede sustituir por cualquier otro, el nombre propio es insustituible, por eso su olvido es siempre notorio, indisimulable. No hay metonimia que alcance para sustituir la metáfora del nombre.
Y en este “libro”, por último, tenemos las dos últimas clases que dictaron el que suscribe estas líneas, Osvaldo Arribas, y María Gabriela Correia, que se ocuparon de hacer algunas puntuaciones acerca de la articulación “Nominación, nombre propio y sujeto”.
El nombre propio es una inscripción, una marca, que pierde el sentido para consolidarse como tal, como marca, como letra, como escritura, como nombre. Pero sabemos que el nombre propio del enunciado no alcanza a nombrar el sujeto de la enunciación, es decir, al que habla con y en esos enunciados, pero pretende hacerlo, pretende nombrarlo, busca suturar ese agujero entre enunciado y enunciación, ese mismo agujero que se abre o se deja ver, se hace notorio, salta a la vista, cuando se produce el olvido de un nombre propio. La interpretación es una lectura en transferencia de ese acontecimiento, un descifrado del cifrado del inconsciente. Una lectura que distingue las operaciones que significan traducir, transcribir y transliterar.
La “conjetura de Lacan” dice que es porque algo se lee, en lo que se escucha, que hay escritura. Es decir, se escribe, se puede escribir, porque algo fue escuchado, en el nudo de los tres registros anudados por la función del significante del Nombre del Padre. Sin la inscripción de este significante primordial no hay inscripción de ese vacío, de esa falta que permite la sustitución y el funcionamiento de la metáfora.
Esta breve puntuación de las clases, a guisa de prólogo, se hizo tomando expresiones y articulaciones presentadas en cada una de ellas, y solo pretende despertar interés e incitar a la lectura. Esperamos que las trabajen y las disfruten. Una cosa no quita la otra.
Osvaldo Arribas
Abril de 2020.
La estructura de la identificación de sujeto: privación, frustración, castración
Jorge Linietsky/Stella Maris Nieto
Jorge Linietsky
Me ha tocado hacer la apertura del Curso Intensivo de este año. El Curso Intensivo ya es un espacio instituido, consolidado en la Escuela. Todos los años que damos el Curso Intensivo, de él luego salen libros que se han publicado, se venden aquí en la Escuela, y son muy, muy aprovechables. Algunos temas son tan importantes que constituyen libros de referencia.
Entonces, esto en primer lugar, para mí es un honor abrir el Curso Intensivo. En ese sentido quiero no solo agradecer, sino felicitar a la iniciativa de nuestra secretaria de Enseñanza, Marta Nardi, felicitarla por la idea, el armado y la organización de este Curso, y también a los corresponsables de la Secretaría de Enseñanza: María Gabriela Correia, Patricia Mora, Gabriela Odena, Marta Rodríguez, Juana Sak y Perla Wasserman. Muy agradecido por todo, por el trabajo de organización, esto hay que organizarlo, hay que armar la temática, y requiere un trabajo importante de la Secretaría de Enseñanza.
El título de hoy parte de algo que se llama “la identificación de sujeto”. Yo me voy a limitar a hablar solo de eso, de la identificación de sujeto.
Es un tema que ya hemos trabajado años atrás en la Escuela y es un tema tan importante que siempre hay que estar retomando estas cuestiones. En la Escuela es muy habitual, en los espacios de Enseñanza, el modo en que podemos volver una y otra vez desde distintas perspectivas, desde distintos ángulos, sobre temas que han sido trabajados ya previamente.
El título, en primer lugar, habla de la identificación. Pero recorta muy bien la identificación “de” sujeto; no “del” sujeto. Hablar de identificación no se confunde con hablar de las identificaciones. Esto es una primera aclaración que necesitamos hacer. El plural de las identificaciones puede situarse, por ejemplo, en el capítulo VII de Psicología de las masas . Freud enumera una serie de identificaciones diversas, la identificación primaria, las del Yo, las del Ideal del Yo, las identificaciones histéricas en el síntoma histérico, la identificación melancólica. También podemos incluir las identificaciones de las fantasías, o podemos decir, ya con Lacan, la identificación del objeto a, objeto del fantasma.
Todas estas son identificaciones, identificaciones inconscientes que tienen que ser dilucidadas en el trabajo del análisis. Muy bien. Pero cuando hablamos de la identificación, en singular, no hablamos de las identificaciones, estamos en otro campo. Se podría dar lugar a un equívoco si nosotros pensamos que la identificación está dicha, nombrada, en forma genérica; estaría bien dicho decir que Freud en Psicología de las masas en el capítulo VII se ocupa del campo de la identificación. Estaría bien, es la identificación genéricamente.
El tema es que no se trata de esto, la identificación no la estamos planteando genéricamente porque sería equivalente a las identificaciones. Cuando se habla de la identificación en singular y en particular el título de esta clase: “La identificación de sujeto”, esto solo se recorta, se reserva, hablar así, para la identificación que hace al sujeto, como una identificación constitutiva del sujeto, no del yo. Esta identificación de sujeto es el ancla, el amarre mismo del sujeto. Esta identificación constitutiva del sujeto, su soporte, su materia prima, ¿de qué está hecha? Esta identificación de sujeto está hecha de rasgo unario.
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