Mary Beeke - La enseñanza de la bondad

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La benignidad es hermosa, no únicamente para recibirla, sino especialmente para darla. ¿Está la enseñanza de la bondad escrita en su corazón? ¿Practica usted la bondad a cualquier precio? ¿Recuerda la parábola del Buen Samaritano, la maravillosa historia del extranjero menospreciado que ayudó a la víctima de asalto que quedó casi muerta? Jesús concluyó con estas palabras: «Ve, y haz tú lo mismo»."Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa" (Mateo 10:42)

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Bondad para atraer la atención

“Jasón” no es tan popular como le gustaría. Se le ocurrió una idea para agradarle a sus compañeros. Trajo un puñado de billetes de un dólar a la escuela y comenzó a repartirlos a ciertas personas. Se supo que Jasón estaba regalando dinero, y pronto estaba rodeado de amigos. Le dio un dólar a cada uno, pero tenía un rincón especial en su corazón para “Erika”, así que ella recibió dos. Brilló bajo tanta atención. Pero su gozo duró solo mientras le alcanzó el dinero. Cuando sus manos quedaron vacías, sus “amigos” desaparecieron; incluyendo a Erika, quien le dio uno de sus dólares a “Juan”, un muchacho que ella quería que la notara.

Cuando Tristán conoció a Dinora, supo que era el amor de su vida. Dinora realmente no lo había notado, así que Tristán se esforzó por encontrarla en los pasillos de la escuela, ayudarla con la tarea e invitarla a comer. A él lo consumía ser amable con ella, y finalmente ella se enamoró de él. Se casaron y tuvieron varios hijos, pero Dinora recuerda esos primeros días y se pregunta cómo y cuándo fue que la bondad aminoró.

Sin importar que fuera en el plano romántico o no, si somos honestos la mayoría de nosotros tenemos que admitir que algunas de nuestras muestras de bondad son a cambio de la atención que recibimos. Nos gusta impresionar a la gente. Esto está profundamente grabado en la psique humana. Si escarbamos un poco más, podemos encontrar orgullo en la raíz de ésta. Queremos dar una impresión positiva; queremos vernos bien. ¿Y eso qué tiene de malo? Veamos nuevamente el panorama completo. Sí, cierto grado de esto es perfectamente natural en el romance. Pero si estamos ignorando a los “Don Nadie” de este mundo y mostrándole amabilidad solo a aquellos que queremos impresionar, estamos mostrando la “acepción de personas” contra la que habla Santiago. La solución es revisar nuestros motivos y preguntarnos: “¿Me estoy enfocando en el bien de los demás al ser bondadoso, sin importar quienes sean? ¿Soy bondadoso sin importar si recibo atención por ello? ¿Soy bondadoso con el que está en desventaja, como Jesús?

Bondad a causa del temor

El profesor de Raquel, el Sr. Sánchez, tiene la habilidad de explicar ciencias naturales a nivel de enseñanza media, y tiene altas expectativas. También se enoja ocasionalmente. Cuando Rachel y sus compañeros tienen que trabajar con el Sr. Sánchez en proyectos extracurriculares, ella es más acomedida y linda con él. A Raquel no le cae muy bien el Sr. Sánchez, pero teme que se enoje si no lo hace.

Yo creo fuertemente en ser bondadosos con la gente en todo momento. Pero algunas veces los sentimientos de mi corazón hacia ciertas personas no son compasivos. Pienso en estas personas y siento que me quema un fuego por dentro. Estas eran las reflexiones de David en Salmos 39, cuando tenía frente a él una situación difícil y personas difíciles y cada vez se turbaba más. En mi mente, discuto con ellos en contra de su actitud. Siento que mi indignación es justa, por supuesto. Sin embargo, cuando me encuentro a estas personas, sonrío y hablo amablemente. ¿Por qué? Me suavizo cuando los veo y me doy cuenta de que son humanos como yo, pero parte de mis motivos para la amabilidad es que soy demasiado cobarde para decirles lo que estoy pensando en realidad, por temor a lo que puedan pensar de mí.

Esta es una forma sumamente popular de bondad, aunque es hipócrita. ¿No somos todos culpables? Por supuesto, no deberíamos decir lo que pensamos en cada ocasión; eso no sería edificante. Ser generosos a causa del temor es una fuerza represora contra la benignidad. Y esta bondad puede ser genuina, y que promueva el bienestar de los demás. Pero algo todavía no está del todo bien. ¿Qué hizo David con sus pensamientos incendiarios? Mientras oraba, meditó en la brevedad y vanidad de la vida de cada uno. Luego puso su esperanza en Dios para resolver la situación y traer paz a su corazón. No debemos dejar de ser benignos; más bien, debemos alinear nuestros pensamientos con nuestras acciones. Si somos honestos con nosotros mismos, tenemos estos pensamientos porque nos sentimos mejores, o por lo menos más justos que la otra persona. Así que debemos tragarnos el orgullo y “con humildad, estimar a los demás como superiores a nosotros mismos” (Filipenses 4:3).

De egoísmo a abnegación

La bondad por ganancia personal, la bondad preferencial, la bondad para llamar la atención y la bondad por temor son todas formas de benignidad que están mezcladas con egoísmo. Cuando las practicamos, simplemente no conocemos el gozo pleno que proviene de la bondad no egoísta. Tenemos que llevar un registro de a quienes les mostraremos bondad. Nuestra conciencia nos molesta a causa de nuestros pensamientos negativos. Quedamos cargados por calcular el precio para ver si la bondad vale la pena. ¡Qué pesado!

La benignidad por obediencia puede ser egoísta o benevolente. Puede ser por rencor o por amor. Puede tener su raíz en un deseo por evitar el dolor o en un deseo de paz que proviene de la obediencia a nuestro Creador.

La bondad que proviene de un corazón compasivo, por poner en práctica la Regla de Oro o por la bendición y gozo que es en sí misma por la gentileza de Cristo hacia mí son formas de generosidad con motivos benevolentes. El egoísmo queda en segundo plano y la benevolencia toma las riendas.

Cuando las practicamos, somos estimulados más allá de mantener un registro de a quién darle o retenerle nuestra misericordia. Somos libres de mostrar bondad sin parcialidad, sin preocuparnos de si alguien se lo merece o no. Somos libres de la culpa de la hipocresía. Lo mejor de todo es que podemos experimentar el gozo que proviene de darnos, a nosotros mismos, sin reserva y el gozo de probar el gozo de los demás como si fuera el propio.

La compasión de Jesucristo no tiene equivalente humano. Su generosidad fue completamente benevolente. No venía mezclada con pecado. Él es nuestro ejemplo.

Benignidad por obediencia

Cuando “Juanito” tenía cinco años, le encantaba hacer llorar a su hermana “Amanda”. Era bueno para hacerlo sin que lo notaran. Pero su madre lo descubrió y lo disciplinó lo suficiente para hacer desaparecer el comportamiento malicioso. Ahora es amable con Amanda.

“Enrique” y “Enriqueta” se volvieron cristianos en sus treinta, cuando sus hijos tenían siete y cuatro años. Antes de convertirse, todo su tiempo, energía y dinero se enfocaba en su propio disfrute. Después de haber nacido de nuevo y comenzar a participar en un estudio Bíblico, se dieron cuenta de que Dios los estaba dirigiendo a servir a otros. Se ofrecieron como voluntarios en un centro de crisis de embarazo y en una misión en los barrios bajos de la ciudad, además de que ayudaban a sus vecinos siempre que surgía una oportunidad en el curso de la vida diaria.

No nacemos siendo bondadosos, dulces y considerados. Nacemos siendo egoístas y pecaminosos. El egoísmo es útil para la supervivencia. Los bebés lloran para que sus necesidades sean suplidas. Pero la parte pecaminosa va más allá de la supervivencia. Necesitamos entrenamiento para ser bondadosos. Algunas personas son más sensibles a este entrenamiento que otras, y por lo tanto, existen diferentes grados de benignidad. Juanito necesitaba ser entrenado para ser misericordioso con Amanda. Como aprendió la gentileza y la obediencia a una edad temprana, asimiló esas características.

Enrique y Enriqueta heredaron la bondad de Cristo cuando fueron salvos. La enseñanza interna del Espíritu resultó en amor a Dios, a sus preceptos y a su prójimo. Asu vez, esto los motivó a obedecer el mandamiento de Dios para ser bondadosos.

Bondad de un corazón compasivo

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