La señora Dorothy Irvin pasó treinta y tres años trabajando en las escuelas públicas de Grand Rapids como maestra y trabajadora social. Ella diagnosticaba necesidades especiales en los niños y los colocaba en los ambientes adecuados. Su objetivo era siempre inspirar a los estudiantes a desarrollar su potencial y darles esperanza. Un niño había sufrido quemaduras en un incendio iniciado por su padre. Sentía que era un Don Nadie. La señora Irvin trabajó con él y lo inscribió en un programa de tutelaje. El muchacho creció como un buen ciudadano en la comunidad. La señora Irvin dijo: “Aunque tienen necesidades especiales y desventajas, ellos tienen habilidades. Sus familias quieren lo mismo para ellos que lo que usted y yo queremos para nuestros hijos”. 19
Habiendo terminado apenas su rehabilitación de la adicción al alcohol y las drogas, quebrado y sin empleo, Gary Field necesitaba trabajo. Pero ni siquiera tenía ropa decente que llevar a la entrevista de trabajo. Siete años después de salir de la pobreza trabajando, abrió Career Gear. Esta organización sin fines de lucro está financiada por donativos y les provee de traje y zapatos a ex convictos y a ex adictos para hacerlos presentables al solicitar un trabajo. También brindan reuniones de grupo para enseñarles a presupuestar, encontrar hospedaje y obtener más asesoría. Les hacen examen de la vista, algo de cuidado dental y un corte de cabello. Jeffery Mazard dijo: “Career Gear levantó mi autoestima y mi nivel de seguridad en mí mismo. Cambia tu comportamiento, tu conducta; incluso la manera en que caminas”. 20
“Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos”. Mateo 7:12
Jesús entendió nuestra tendencia a pensar primero en nosotros mismos; así que en una declaración sucinta, dio la clave que lleva a mucha bondad. Simplemente ponte en los zapatos de otra persona y trata a los demás como a ti te gustaría ser tratado. Es necesaria la empatía, así como una comprensión realista de nosotros mismos. Pero Jesús va todavía más allá. Termina la Regla de Oro con: “Porque esto es la ley y los profetas” (Mateo 7:12). Mateo 22:37-40 explica: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” . Así que el resumen de nuestra interacción con Dios y los hombres es amar a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Estos dos mandamientos son respaldados por la creación, por nuestras conciencias, los Diez Mandamientos y los frutos inevitables del evangelio.
La bondad frente a la adversidad
En los comentarios finales del juicio, una joven viuda le dijo al asesino de su esposo: “Muchas noches mis hijos se quedan llorando en la cama hasta quedarse dormidos porque extrañan a su papi. Mi bebé nunca va a conocer los amorosos brazos de su padre. Usted me ha hecho todo esto, y aun así amo su alma. Puedo perdonarlo por lo que me ha hecho, PERO mi perdón no es suficiente. Usted necesita buscar el perdón del Señor Jesús”.
Conozco un pastor del que se dijeron muchas cosas poco amables. Las palabras eran como puñaladas, pero la compasión de Cristo en sus sufrimientos lo dieron aliento y lo levantaron en medio de esos momentos. En los años que siguieron, este hombre tuvo amplias oportunidades para vengarse, de haber escogido ese camino. En lugar de eso, visitó a estas personas en el hospital, los buscó en su dolor en las funerarias, en privado evitó que otros se vengaran o les guardaran rencor, y les dio obsequios. Genuinamente no alberga ninguna animosidad, sino que más bien desea lo mejor para ellos. Aunque todavía la ofensa sigue produciendo consecuencias, su conducta está siendo guiada por el ejemplo de Cristo.
Estos ejemplos tienen que ver con bondad frente a la adversidad. Resaltan porque la dureza y la violencia contrastan bastante con la misericordia y el amor. Los hijos de Dios que han sido llamados a sufrir han recurrido a su único refugio, Jesucristo. Después de haberlos fortalecido en sus horas oscuras, entienden cómo fue que Él soportó la adversidad y respondió con amor y gentileza. Si ellos, por la gracia de Dios, pueden aprender de Su experiencia y dejar a un lado su propio honor y deseos naturales, entonces siguen Sus pisadas. Por medio de ello, crecen más cerca del Señor y no llevan la carga de la amargura sobre su espalda.
Esta es la bondad humana más profunda. Va más allá que el resto. Devuelve bien por mal. Hace que una persona ame a sus enemigos. Jesús enseñó de esta manera: “Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo …Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada” (Lucas 6:33, 35a). Tal bondad está más allá de la razón humana; solo puede provenir de una fuente sobrenatural: el Espíritu de Dios.
La bondad de Cristo
Jesús no tiene igual. Su benignidad era la misericordia máxima. Nosotros los seres humanos somos pecadores y merecemos castigo. Pero Jesús era perfecto; no se merecía otra cosa que el cielo. Y el cielo es donde vivió hasta que Su Padre lo envió a esta tierra pecaminosa para vivir durante treinta y tres años. Durante ese tiempo, todavía era Dios pero también se hizo hombre. Durante los primeros treinta años vivió una vida común y experimento toda clase de luchas que nosotros tenemos, mientras cumplía con los asuntos de su padre sin pecar. Fue tentado por Satanás para pecar, pero resistió la tentación. Durante los últimos tres años, Jesús recorrió la tierra enseñando verdades sencillas en forma de historias y mostrándoles bondad a muchos. Sanó al enfermo. Resucitó a los muertos. Les mostró compasión a los pobres. Mucha gente lo amó y lo siguió, pero muchos lo odiaron y lo menospreciaron. Esta oposición culminó con los increíbles sufrimientos físicos y espirituales en la cruz y finalmente terminó en Su muerte, en la que llevó el castigo por el pecado de todo Su pueblo. Fue bondadoso en Su vida y en Su muerte. Su muerte es la mayor muestra de bondad que jamás ha existido. Después de tres días, resucitó de los muertos, les ministró a sus seguidores durante cuarenta días, luego ascendió al cielo donde permanece hoy, intercediendo por Su pueblo.
Un cristiano quiere seguir el ejemplo de Jesucristo en cada esfera de la vida. ¿Entonces, cómo era Él? ¿Cómo era su personalidad? ¿Cómo puso en práctica su benignidad? Isaías profetizó la manera en que sería Jesús: “Como pastor apacentará su rebaño; en su brazo llevará los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a las recién paridas” (Isaías 40:11).
Las obras de Jesús lo describen en detalle: los milagros realizados en personas ciegas, cojas y afligidas con enfermedad, y el perdón otorgado a los pecadores que se arrepintieron. Sus propias palabras lo describen todavía más: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón […]” (Mateo 11:29). “Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros” (Juan 13:14). “Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve” (Lucas 22:27).
Jesús compara la compasión de Su Padre con la de un pastor que ha perdido una de sus cien ovejas. Busca por las montañas a la desperdigada hasta que la encuentra. Resume diciendo: “Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños” (Mateo 18:14). Su actitud es la de una incomparable compasión por los pecadores.
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