Bernardo Olivera - Espiritualidad y Mística Popular

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Espiritualidad y Mística Popular: краткое содержание, описание и аннотация

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Desde hace ya tiempo, muchos se han preguntado qué sucederá con la espiritualidad popular. Además, el adjetivo «popular» puede despistar: ¿a qué se refiere concretamente? Hay otros interrogantes: ¿qué significan la cultura, la espiritualidad, la mística? El presente libro intenta responder a estas preguntas… y muchas otras más.

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Mediante la oración del Padrenuestro el cristiano aprende a compartir la misma experiencia espiritual de Cristo y comienza a ver con los ojos de Cristo (46).

En la oración final de la Encíclica, Francisco-Benito piden la intercesión de la Virgen María, diciéndole: enséñanos a mirar con los ojos de Jesús, para que él sea luz en nuestro camino.

Todo parece indicar que la fuente última de esta enseñanza se encuentra en una carta de san Agustín, en la que dice: la fe tiene sus propios ojos. (16) Dos jesuitas del siglo XX hablaron de los “ojos de la fe” (el padre Rousselot) y del “ojo de amor religioso” (Bernard Lonergan). Y alguien, unos treinta años antes del texto papal, escribió:

La contemplación es una manera de ver. Una forma particular de conocer. Con el regalo de la fe, Dios nos da nuevos ojos: ¡sus propios ojos! Con el don del amor nos da un corazón nuevo: ¡el suyo! Si aceptamos su regalo y lo sabemos aprovechar, podremos ver con sus ojos y vivir con su corazón. Ahora bien, la fe sin amor está muerta: el amor vivifica la fe. De igual manera, los ojos sin corazón están muertos, no pueden ver: el corazón da vida a los ojos permitiéndoles ver. ¿Qué es la contemplación? Ver con los ojos del corazón: ¡con los ojos del corazón de Dios! La contemplación es un regalo que debemos conquistar. Con la fe y el amor ya hemos recibido su anticipo. Si ellas crecen, se convertirán en fe enamorada que reconoce a Dios en todas partes y nos une a Él [...] La contemplación cristiana es visión con los ojos del corazón de Jesús resucitado. Y Jesús quiere que a Él y todo lo suyo lo recibamos en el Espíritu Santo y en María la Llena de gracia. Por este motivo queremos ser contemplativos en María. Queremos contemplar a Dios con la fe y el amor de María, con los ojos de su corazón. (17)

Ahora bien, como ya hemos anticipado, en la Encíclica Lumen fidei encontramos algunos textos importantes sobre el tema que nos ocupa:

La plenitud a la que Jesús lleva a la fe tiene otro aspecto decisivo. Para la fe, Cristo no es solo aquel en quien creemos, la manifestación máxima del amor de Dios, sino también aquel con quien nos unimos para poder creer. La fe no solo mira a Jesús, sino que mira desde el punto de vista de Jesús, con sus ojos: es una participación en su modo de ver (18).

En la fe, el “yo” del creyente se ensancha para ser habitado por Otro, para vivir en Otro, y así su vida se hace más grande en el Amor. En esto consiste la acción propia del Espíritu Santo. El cristiano puede tener los ojos de Jesús, sus sentimientos, su condición filial, porque se le hace partícipe de su Amor, que es el Espíritu. Y en este Amor se recibe, en cierto modo, la visión propia de Jesús (21).

La fe se hace entonces operante en el cristiano a partir del don recibido, del Amor que atrae hacia Cristo (Cf. Gl 5, 6), y le hace partícipe del camino de la iglesia, peregrina en la historia hasta su cumplimiento. Quien ha sido transformado de este modo adquiere una nueva forma de ver, la fe se convierte en luz para sus ojos (22).

La fe no solo mira a Jesús, sino que también ve desde el punto de vista de Jesús, con sus ojos. La participación en el modo de ver de Jesús es un aspecto decisivo de nuestra fe en Él, y una plenitud a la que Jesús lleva nuestra fe. La palabra “participación” merece una explicación.

En la filosofía escolástica, la participación es un aspecto clave de la analogía del ser: lo análogo es lo que es en parte similar y en parte diferente. Solo Dios es el ser por esencia; las criaturas tenemos el ser por participación, Las criaturas en cuanto son, son semejantes a Dios, que es el primer principio universal de todo ser, pero Dios no es semejante a ellas: esta relación es analógica.

El concepto teológico y técnico de participación implica:

Toda perfección que hay en el ser que participa procede del ser que es fuente de aquello que se participa;

La perfección del ser participado junto con el ser que es fuente no es superior a la de este último considerado en sí mismo. (18)

Cuando decimos que la fe es ver desde el punto de vista de Jesús, con los ojos de Jesús, es decir (analógicamente) que Jesús tiene fe (además de visión) y nos hace parte de ella a fin de poder creer (sin ver).

Carnet de identidad

Si le pidiéramos a la fe cristiana que nos mostrara su documento de identidad, lo cual sin lugar a dudas podría resultar de utilidad para identificarla, nos presentaría algo bastante similar a lo que sigue:

Dimensión objetiva (fides quae)

≈ El Espíritu Santo mora, santifica-agracia e infunde virtudes y dones.

≈ Dios como objeto “material” o Misterio (Credere Deum; creer a Dios; en qué creemos): el acto de fe como conocimiento de la verdad revelada o del contenido objetivo de la fe. Básicamente:

Núcleo: Trinidad y Redención (kerigma: 1 Cor 15, 3-6)

Credos (Símbolo Apostólico, Niceno Constanti-nopolitano, Atanasiano, Credo del Pueblo de Dios de Pablo VI, etc.)

Formulaciones dogmáticas (Infalibilidad, Inma-culada, Asunción, etc.)

≈ Dios como Testigo o Razón suprema (Credere Deo; creer por Dios; por qué creemos): objeto “formal” del acto de fe, la autoridad divina como fundamento y motivo del acto de fe, lo cual implica adhesión y obediencia.

≈ Dios como fin o Verdad suma y Bien atractivo (Credere in Deum; creer en-hacia Dios): el acto de fe en cuanto entrega confiada, la cual se consuma en la plena comunión con Dios en el cielo.

Dimensión subjetiva (fides qua)

≈ Encuentro personal: la persona humana, acogiendo el don de la fe, se adhiere y asiente a la Persona y Palabra divina.

≈ Proceso: la fe es una puerta que nos permite entrar en un camino por el cual vamos peregrinando y creciendo.

≈ Oscuridad del encuentro: la Persona escapa a la función discursiva de la inteligencia; es algo extraño y exterior a nuestras categorías habituales y a la carnalidad de nuestra inteligencia y voluntad. La luz de la fe no disipa todas las tinieblas, pero basta para caminar en la noche. (19)

≈ Certeza por adhesión a la Persona: la certeza no proviene de la evidencia de lo que veo sino de la adhesión a la Persona que ve.

≈ Credibilidad razonable: conviene, podemos, debemos creer.

Realidad eclesial

≈ Nadie cree solo, aunque el acto creyente sea personal: ¡Creo lo que juntos Creemos!

≈ Creyendo me adhiero a lo que nosotros creemos según las profesiones de fe o credos (Símbolo Apostólico, Símbolo de Necea-Constantinopla, Credo del Pueblo de Dios de Pablo VI...).

Realidad pedagógica

≈ La pedagogía de la transmisión de la fe se ha desarrollado en los cuatro grandes títulos del Catecismo Romano: el Credo, los sacramentos, los mandamientos y la oración del Padrenuestro.

≈ Por una parte se tratan los misterios de la fe en Dios Uno y Trino, tal cual son confesados (símbolo) y celebrados (sacramentos) y por otra parte, la vida humana conforme a esa fe (a una fe que se hace operante a través del amor), que se hace concreta en el modo de vivir cristiano (Decálogo) y en la oración filial (el Padrenuestro).

≈ Estos mismos títulos forman hoy el esquema general del Catecismo de la Iglesia Católica.

Realidad cultural

≈ Siendo el objeto de la fe siempre el mismo, la forma de vivirla y expresarla varía según la cultura del creyente.

Síntesis: la fe es adhesión a la Persona y asentimiento a su Palabra en el seno de la Iglesia, la cual nos transmite la fe a fin de que la confesemos, celebremos, la oremos y la convirtamos en vida según nuestra propia circunstancia cultural.

Celebración litúrgica

La Liturgia nos impulsa a conservar en la vida lo que hemos recibido en la fe. Los sacramentos que se celebran litúrgicamente son sacramentos de la fe, es decir: la presuponen y la alimentan.

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