Bernardo Olivera - Espiritualidad y Mística Popular

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Espiritualidad y Mística Popular: краткое содержание, описание и аннотация

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Desde hace ya tiempo, muchos se han preguntado qué sucederá con la espiritualidad popular. Además, el adjetivo «popular» puede despistar: ¿a qué se refiere concretamente? Hay otros interrogantes: ¿qué significan la cultura, la espiritualidad, la mística? El presente libro intenta responder a estas preguntas… y muchas otras más.

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El Doctor de la fe, san Juan de la Cruz, nos dice que la fe teologal está hecha de amor en su mayor parte, así como el amor teologal está hecho de fe. A medida que aumenta la oscuridad de la fe y se van perdiendo las claridades que procura la inteligencia, la persona va echando cimientos en el amor: sin otra luz y guía, sino la que en el corazón ardía. Aquesta me guiaba, más cierto que luz del medio día... Este amor, crecerá, poco a poco en la intuición del Misterio y permitirá un conocimiento sabroso de este: ha nacido entonces la sabiduría. A esta fe fundida con el amor, nuestro Doctor la llama “contemplación”. (9)

Finalmente, todos sabemos que la vida teologal (gracia y virtudes) supone la naturaleza humana, la sana y la eleva. Este principio básico se puede extender también a la cultura en la que vivimos los bautizados. Se comprende así la afirmación del papa san Juan Pablo II en su Carta encíclica Fides et ratio: la forma en que los cristianos viven la fe está también impregnada por la cultura del ambiente circundante y contribuye, a su vez, a modelar progresivamente sus características (71).

El principio recién enunciado tiene consecuencias muy concretas en relación con las espiritualidades. Cada una de ellas es hija de una época, un lugar y una cultura determinada. Respecto a la fe, podemos decir que, sin dejar de ser fe cristiana, posee un elemento cultural que lleva a vivirla y expresarla en formas diferentes según distintas culturas. La vivencia de la fe cristiana en Japón no es igual a la vivencia francesa; ni esta última será idéntica a la de Madagascar.

La fe

Ya que la fe es el inicio y la compañera que posibilita la búsqueda y el encuentro con Dios en Cristo, parece importante tener claro lo que es. El papa Francisco, con la ayuda de su predecesor (o a la inversa), nos ofrece varias aproximaciones a la realidad de la fe en su primera Carta Encíclica, Lumen fidei:

La fe nace del encuentro con el Dios vivo, que nos llama y nos revela su amor, un amor que nos precede y en el que nos podemos apoyar para estar seguros y construir la vida (4).

La fe nos abre el camino y acompaña nuestros pasos a lo largo de la historia. Por eso, si queremos entender lo que es la fe, tenemos que narrar su recorrido, el camino de los hombres creyentes (8; cf. 46).

La fe “ve” en la medida en que camina, en que se adentra en el espacio abierto por la Palabra de Dios (9).

La luz de la fe no disipa todas nuestras tinieblas, sino que, como una lámpara, guía nuestros pasos en la noche, y esto basta para caminar (57).

En su vida, María ha realizado la peregrinación de la fe, siguiendo a su Hijo (LG 58). Así, en María, el camino de la fe del Antiguo Testamento es asumido en el seguimiento de Jesús y se deja transformar por él, entrando a formar parte de la mirada única del Hijo de Dios encarnado (58).

La fe es la respuesta a una Palabra que interpela personalmente, a un Tú que nos llama por nuestro nombre (8).

Creer significa confiarse a un amor misericordioso, que siempre acoge y perdona, que sostiene y orienta la existencia, que se manifiesta poderoso en su capacidad de enderezar lo torcido de nuestra historia (13).

Sin un amor fiable, nada podría mantener verdaderamente unidos a los hombres (51).

Para la fe, Cristo no es solo aquel en quien creemos, la manifestación máxima del amor de Dios, sino también aquel con quien nos unimos para poder creer. La fe no solo mira a Jesús, sino que mira desde el punto de vista de Jesús, con sus ojos: es una participación en su modo de ver (18).

“Tocar con el corazón, esto es creer” (31).

La fe, puesto que es escucha y visión, se transmite también como palabra y luz (37).

Es posible responder en primera persona “creo” solo porque se forma parte de una gran comunión (39).

Todo esto lo conjuga el Catecismo de la Iglesia Católica diciéndonos: la fe es ante todo una adhesión personal del hombre a Dios, y es, al mismo tiempo e inseparablemente, el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado (150). Es decir: es adhesión a la Persona y asentimiento a su Palabra.

Todo cristiano, desde el papa hasta el más simple de los bautizados, desde el teólogo más ilustrado hasta el fiel más pobre y simple, está llamado a crecer en la fe; caso contrario, esta no se convertirá en visión. ¡Hasta la Virgen María, concebida inmaculada y no necesitada de ulterior purificación, tuvo que peregrinar en la fe a lo largo de su vida! Este crecimiento implicará para nosotros una dolorosa purificación. La teología espiritual nos enseña que nuestra fe crece:

Según el objeto, aquello “en qué creemos” (Credere Deum = creer a Dios):

≈ Presupuesto: “Dios existe, crea y salva”, “Trinidad y Redención”, “Dios Uno y Trino, crea y salva por Cristo, en la Iglesia”.

≈ Crecimiento:

Aprendiendo, por medio de la catequesis y la teología, el contenido de la Revelación.

Descubriendo nuevos aspectos ocultos en la Palabra de Dios.

Penetrando más hondamente en la revelación del Misterio.

Según el motivo: “por qué creemos” (Credere Deo = creer por Dios):

≈ Crece purificando más y más el motivo (la autoridad divina: el Dios que existe y se revela no puede engañarse ni engañarnos) y despojándose de otros motivos (necesidad de seguridad, utilidad y sublimidad de la revelación cristiana, confianza en el magisterio de la Iglesia, aprecio por los creyentes...) que puedan suplantar o empañar la autoridad de Dios. Así nos adherimos más y más a Dios por Dios mismo, sabiendo que esta adhesión es un don divino totalmente gratuito. La fe crece y se fortalece creyendo. (10) Esto no significa que la fe sea un movimiento ciego del espíritu: es razonable creer y existen motivos para ello.

≈ La “adhesión” a Dios implica entrega y confianza (Credere in Deum = creer en-hacia Dios), y, en la medida en que ellas crezcan, se hará más firme la adhesión.

Según “cómo creemos”:

≈ La adhesión a Dios y el conocimiento creyente del Misterio pueden crecer bajo el influjo del Espíritu Santo: por ciencia (luz de la fe), por caridad (adhesión de amor) y por una y otra conjuntamente.

En el mundo de hoy, los principales enemigos culturales-sociales de nuestra fe, son: la ideología secularista (ateísmo práctico y antropocéntrico), las sectas, los movimientos pseudo-espirituales y otras formas para-religiosas. La primera ataca los motivos de nuestra fe y, finalmente, niega a Dios. Los otros embisten contra aquello que creemos, el objeto de nuestra fe, confundiendo, recortando, agregando, tergiversando, suplantando...

El ejercicio de la fe, la esperanza y la caridad constituye el instrumento fundamental de la vida espiritual por el que tocamos a Dios y participamos de su Vida. (11) Y para esta vida tenemos a María: tipo-modelo de la Iglesia en el orden de la fe, la esperanza y la caridad. (12)

Fe y Encuentro

Hace unos cincuenta años, un joven teólogo alemán que llegó a ser Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia Universal con el nombre de Benedicto XVI nos decía en unas conferencias sobre el sentido del Cristianismo:

Todavía no hemos hablado del rasgo más importante de la fe cristiana: su carácter personal. [...] Su enunciado clave no es ‘creo en algo’, sino ‘creo en ti’. Es encuentro con el hombre Jesús, y en ese encuentro se experimenta el sentido del mundo como persona. [...] La fe es, pues, encontrar un tú que me sostiene [...] La fe cristiana vive de esto: de que no existe la inteligencia en estado puro, sino la inteligencia que me conoce y me ama; de que puedo confiarme a Él con la misma seguridad con que un niño ve resueltos todos sus problemas en el tú de la madre. (13)

Esa experiencia personal selló su persona y lo acompañó durante toda su vida. En la Encíclica Lumen fidei, escrita a “cuatro manos”, las suyas y las de su sucesor, afirmó:

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