Bernardo Olivera - Espiritualidad y Mística Popular

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Espiritualidad y Mística Popular: краткое содержание, описание и аннотация

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Desde hace ya tiempo, muchos se han preguntado qué sucederá con la espiritualidad popular. Además, el adjetivo «popular» puede despistar: ¿a qué se refiere concretamente? Hay otros interrogantes: ¿qué significan la cultura, la espiritualidad, la mística? El presente libro intenta responder a estas preguntas… y muchas otras más.

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La fe nace del encuentro con el Dios vivo, que nos llama y nos revela su amor, un amor que nos precede y en el que nos podemos apoyar para estar seguros y construir la vida (4).

Hay dos palabras que necesitan una aclaración previa y breve: experiencia y encuentro.

La experiencia personal es:

un conocimiento inmediato o directo de un objeto o de otro “tú”, que sobresale en la realidad del entorno e impacta la interioridad del sujeto.

Y por experiencia espiritual entendemos:

el conocimiento directo (sin la mediación de objetos o personas) y teologal (en la fe, esperanza y amor) de Jesucristo presente y de la relación con Él, que repercute en la interioridad (consciencia, corazón) en forma integral o global (afectividad, voluntad, inteligencia y, a veces, corporal).

El tema del encuentro (en + con + entrar) es un poco más complejo. Se refiere a un tipo experiencial de relación interpersonal y comunión de presencias (mutuo estar delante, existiendo frente a otro existente), caracterizada por:

La hondura: de existencia a existencia, abiertas ambas a la trascendencia.

La mutua descentralización: de sí mismo para centrarse en el otro.

El mutuo aprecio: las dos partes reconocen mutuamente su valor.

La recíproca transformación: cada parte incorpora a la otra.

Con ocasión del Tercer Milenio del Cristianismo, el papa Juan Pablo II centró su magisterio en la persona de Jesucristo. Y, más concretamente, en el “encuentro” con su persona viva y operante en la Iglesia. Tres documentos que llevan su firma e impronta muestran esto con claridad: Tertio Millenio Adveniente (1994), Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia in America (1999) (14) y Tertio Millenio Ineunte (2001).

En el Documento de Aparecida las palabras “experiencia” y “encuentro” aparecen alrededor de cincuenta veces (experiencia aparece cuarenta y seis veces). En la sección sobre el Itinerario formativo (cap. VI), la palabra experiencia se encuentra diecisiete veces.Veamos cuatro de los textos más significativos:

Un primer texto nos deja una pregunta en la boca: ¿qué significan la experiencia bautismal (quién y cuándo la hace) y de la Trinidad? Dice el texto:

Una auténtica propuesta de encuentro con Jesucristo debe establecerse sobre el sólido fundamento de la Trinidad-Amor. La experiencia de un Dios uno y trino, que es unidad y comunión inseparable, nos permite superar el egoísmo para encontrarnos plenamente en el servicio al otro. La experiencia bautismal es el punto de inicio de toda espiritualidad cristiana que se funda en la Trinidad (241).

Un segundo texto que nos presenta la experiencia de encuentro de los discípulos es modélico y fundante. Notemos el rol del deseo (hambre y sed) como mediación e instrumento de la experiencia; el deseo mueve a la búsqueda que llevará al encuentro:

La naturaleza misma del cristianismo consiste, por lo tanto, en reconocer la presencia de Jesucristo y seguirlo. Esa fue la hermosa experiencia de aquellos primeros discípulos que, encontrando a Jesús, quedaron fascinados y llenos de estupor ante la excepcionalidad de quien les hablaba, ante el modo cómo los trataba, correspondiendo al hambre y sed de vida que había en sus corazones. El evangelista Juan nos ha dejado plasmado el impacto que produjo la persona de Jesús en los dos primeros discípulos que lo encontraron, Juan y Andrés. Todo comienza con una pregunta: “¿qué buscan?” (Jn 1, 38). A esa pregunta siguió la invitación a vivir una experiencia: “vengan y lo verán” (Jn 1, 39). Esta narración permanecerá en la historia como síntesis única del método cristiano (244).

Un tercer texto nos dice que la finalidad de la formación cristiana, gracias a su dimensión espiritual, es fundamentar la vida en la experiencia del Dios en Cristo. Se refiere a esas experiencias o sucesión de encuentros que paulatina e insensiblemente van transformando la existencia humana en una existencia cristiana y nos va descubriendo diferentes rostros de Cristo:

[La dimensión espiritual, entre las diversas dimensiones de la formación cristiana] es la dimensión formativa que funda el ser cristiano en la experiencia de Dios manifestado en Jesús y que lo conduce por el Espíritu a través de los senderos de una maduración profunda. Por medio de los diversos carismas se arraiga la persona en el camino de vida y de servicio propuesto por Cristo, con un estilo personal. Permite adherirse de corazón por la fe, como la Virgen María, a los caminos gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos de su Maestro y Señor (280 b).

Un cuarto y último texto se refiere a la “mistagogía” y subraya la importancia determinante de la experiencia-encuentro y de la vida sacramental para transformar la propia existencia y el mundo circundante:

Recordamos que el itinerario formativo del cristiano en la tradición más antigua de la Iglesia tuvo siempre un carácter de experiencia, en la cual era determinante el encuentro vivo y persuasivo con Cristo, anunciado por auténticos testigos. Se trata de una experiencia que introduce en una profunda y feliz celebración de los sacramentos, con toda la riqueza de sus signos. De este modo, la vida se va transformando progresivamente por los santos misterios que se celebran, capacitando al creyente para transformar el mundo. Esto es lo que se llama “catequesis mistagógica” (290).

Para echar un poco más de luz sobre estos textos recién citados, y a fin de que no queden en mera retórica, vale la pena indicar un par de presupuestos e indicar los “lugares” del encuentro, y preguntarnos, además, por la identidad del Jesucristo que encontramos.

Los presupuestos son de dos tipos. Podemos decir que “desde Él” es posible encontrarlo gracias a: su presencia gloriosa y resucitada, viva y operante en la Iglesia y el mundo, su deseo de salirnos al encuentro, la donación de su Espíritu y Palabra, su Cuerpo-Sangre, su Madre e Iglesia... como mediaciones operantes de dicho encuentro. Para encontrarlo “desde nosotros” es requisito buscarlo asidua, pura y humildemente.

Los “lugares” en dónde buscarlo y encontrarlo son muchos porque el Espíritu sopla donde quiere; algunos son lugares que podemos considerar “ordinarios y normales”, a saber: la Iglesia, la Biblia, la Liturgia, la piedad devocional, el corazón del prójimo, los pobres, los santos, María santísima, las obligaciones del propio estado, etc.

El papa Francisco, con su habitual capacidad de síntesis, nos ofrece este testimonio personal:

La fe, para mí, nace del encuentro con Jesús. Un encuentro personal que ha tocado mi corazón y ha dado un rumbo y un sentido nuevo a mi existencia. Y así mismo, un encuentro que ha sido posible gracias a la comunidad de fe en la que he vivido y que a su vez me ha permitido acceder a la inteligencia de la Sagrada Escritura, a la vida nueva que como agua fluyente brota de Jesús a través de los Sacramentos, a la fraternidad con todos y al servicio de los pobres, verdadera imagen del Señor. Sin la Iglesia no habría podido encontrar a Jesús, sabiendo bien que ese inmenso don de la fe reposa en la frágil vasija de arcilla de nuestra humanidad. (15)

Fe y “Ojos de Jesús”

La Escritura nos enseña que la fe abre los ojos del corazón (Ef 1, 18). La fe, en efecto, mira a Jesús, pero no solo lo mira sino que también ve desde el punto de vista de Jesús, con sus ojos. Usando una analogía, el papa Francisco explica en la Lumen fidei, que, así como en la vida diaria confiamos en la gente que sabe las cosas mejor que nosotros –el arquitecto, el farmacéutico, el abogado– también en la fe necesitamos a alguien que sea fiable y experto en las cosas de Dios, y Jesús es aquel que nos explica a Dios. Por esta razón, creemos a Jesús cuando aceptamos su Palabra, y creemos en Jesús cuando lo acogemos en nuestras vidas y nos confiamos a Él.

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