Pero antes es preciso abordar otro punto. Lo cierto es que la obra de Gómez Valderrama (debido quizás al comercio actual de la literatura nacional, sujeto a los tejemanejes de las editoriales de mayor “prestigio”, cuando no a las modas literarias impuestas por unos cuantos autores –de calidad no siempre destacable–) es poco leída y estudiada, incluso en Santander, su tierra natal. O dicho en palabras de otro escritor santandereano no valorado de manera justa, Pablo Montoya2, heredero de la tradición literaria enciclopédica de Gómez Valderrama:
La obra narrativa de Gómez Valderrama es considerada, por una crítica ajena a las modas impuestas por los consorcios editoriales de la actualidad, como un clásico. Un clásico que, paradójicamente, y como suele suceder con una buena parte de nuestros clásicos latinoamericanos, pocos leen (2006, p. 156).
Como se infiere de lo planteado, este ensayo también se enmarca dentro de la “crítica ajena a las modas impuestas por los consorcios editoriales”, de la que habla Pablo Montoya, y se propone, en consecuencia, el rescate de la obra de uno de los mejores cuentistas de la literatura colombiana, y ello sin la mención correspondiente a su labor como novelista. Su única novela, La otra raya del tigre (1977), es además de una reescritura literaria de la historia de Leo von Lengerke (1827-1882) y su impronta imborrable en el territorio santandereano, una de las mejores novelas escritas en la Colombia de la segunda mitad del siglo XX. Un autor, en últimas, digno de que se discurra sobre su obra.
Sobre el doble y Gómez Valderrama
Temas como el del doble no han sido estudiados aún en la obra de Gómez Valderrama. Los estudios más sólidos y rigurosos sobre la obra de Gómez Valderrama apuntan hacia otros temas, no por ello menos valiosos ni significativos para la realización de este u otros ensayos. Estos estudios, realizados por críticos atentos como Pablo Montoya o Alonso Aristizábal, apuntan, respectivamente, hacia temas como la reescritura de la historia en la ficción literaria, o la creación de la obra de Gómez Valderrama a través de su visión de mundo3.
Por otra parte, encontramos textos que, si bien no abordan de manera directa el tema del doble, sí se detienen, incluso a veces de manera exclusiva, en los cuentos que hemos seleccionado para este ensayo4. Tal es el caso de «“¡Tierra!”, una mirada al descubrimiento de América por el escritor Pedro Gómez Valderrama» (2012), de Alejandra Toro Murillo, magíster en Literatura Colombiana de la Universidad de Antioquia. Este artículo, aunque aborde «¡Tierra!» desde las perspectivas del cuento histórico y del erotismo, señala en un apartado la relación que existe entre los personajes Juan Rodríguez Bermejo y Rodrigo de Triana:
Cuando se lee el cuento se tiene la impresión de que hay dos personajes en dos espacios diferentes, pero sabemos que realmente se está hablando de uno solo desde que se lee el segundo epígrafe tomado de Madariaga: “Un marinero que el Diario llama Rodrigo de Triana, pero cuyo verdadero nombre parece haber sido Juan Rodríguez Bermejo […] El hecho de que finalmente el personaje que grita «¡Tierra!» en su éxtasis sexual sea el mismo […] resalta una perspectiva que retoma la historia desde los elementos lúdicos que ofrece la literatura” (pp. 97-98).
Ahora bien, si por una parte Toro Murillo acierta allí donde señala cómo Juan Rodríguez Bermejo y Rodrigo de Triana conforman un solo personaje, deja de lado, por otra parte, que tal relación no solo obedece a que el autor “retoma la historia desde los elementos lúdicos que ofrece la literatura”, sino también al extrañamiento que tal hecho produce en el lector, resultado directo de introducir el doble dentro del curso de la narración. Mas no por ello el artículo de Toro Murillo pierde valor o no resulta relevante en esta reflexión. Todo lo contrario: es quizás el único artículo, de entre cuantos he rastreado, que señala de manera directa el tipo de relaciones que se gestan entre al menos dos personajes de una narración de Gómez Valderrama, y que se asocian, de alguna manera u otra, con la tradición literaria del doble.
En este orden, se encuentra también un artículo titulado «Cervantes y Don Quijote en las Indias» (2008), escrito por Belisario Betancur (n. 1923), expresidente de la República de Colombia (1982-1986). En este texto, pues, Betancur refiere cómo en el cuento «En algún lugar de las indias», que hace parte del volumen titulado La procesión de los ardientes, se encuentra una relación directa con la vida documentada del verdadero don Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616), quien, contrario a la opinión mayormente difundida, no proyecta un viaje a las Indias –actual continente americano– movido por estrecheces económicas producto de sus desaciertos como alcabalero, sino espoleado por el afán de aventura y libertad5:
Cervantes no sufría estrecheces, pero disfrutaba con ensoñaciones. Quería viajar a Las Indias. Había leído algunos de los cronistas de Indias, puesto que desde 1516 circularon en Alcalá las Décadas del sacerdote italiano Pedro Mártir de Anglería, que aquel humanista enviara como cartas separadas a personalidades de la península, quizá Cervantes entre ellas; y desde 1519 circulaba la Suma Geográfica del bachiller Martín Fernández de Enciso (2008, p. 98).
Este artículo, además de que aborda uno de los cuentos elegidos para este ensayo, aporta a estas páginas la idea de que Cervantes, el Cervantes de la realidad –espejo del Cervantes de la ficción escrita por Gómez Valderrama– se encuentra movido por el mismo afán de aventura que imprime en su personaje más célebre: Alonso Quijano, es decir, don Quijote de la Mancha, antes de que la literatura caballeresca lo condujera a la locura. De ahí que, en el cuento de Gómez Valderrama, la relación de doble que existe entre el Alonso Quijano escritor y el Miguel de Cervantes personaje –en el cuento se invierten los roles establecidos por la literatura y la historia– surja de un anhelo de libertad, o como diría Bruno Estañol, estudioso del tema del doble, en su texto «El que camina a mi lado: el tema de “El doble” en la psiquiatría y la cultura»: “La creación del doble es una verdadera liberación, un gran acto de libertad” (2012, p. 270).
Este señalamiento es pertinente para este ensayo. Más adelante veremos cómo la libertad, entendida aquí como la posibilidad de otra vida, de una vida diferente en condiciones a la que ya se tiene, es aquello que sustenta las relaciones entre los personajes a partir de la figura del doble. Ello basado en planteamientos teóricos de Bruno Estañol y de Remedios Ávila Crespo, estudiosos de la tradición filosófica, literaria y psicológica del doble, quienes retornan al psicoanálisis y construyen así una teoría del doble en la literatura y en la cultura. Así las cosas, Bruno Estañol publica dos artículos que abordan el tema del doble en la literatura y en la cultura: «El doble» (2009), publicado en la Revista de la Universidad de México; y el ya citado «El que camina a mi lado…» (2012), publicado en la revista Salud mental. Tras la lectura de ambos textos, se descubre cómo el uno es, además de la reescritura del otro, su complemento, en la medida en que comparten no solo el estudio del tema del doble, sino además párrafos literales traspuestos de un artículo a otro, ello conforme el enfoque de cada revista en la que se publican: una de tipo literario y otra de tipo psiquiátrico.
En tales textos, Estañol recoge la tradición literaria del doble, dispersa en obras como «Los elixires del diablo» o «El hombre de arena», de E. T. A. Hoffman (1776-1894), o El extraño caso de doctor Jekyll y el señor Hyde, de Robert Louis Stevenson (1850-1894); El retrato de Dorian Grey, de Oscar Wilde (1854-1900) y El doble, de Fiódor Dostoievski (1821-1881), entre otros textos clásicos de la literatura universal. A partir de tales textos, Estañol analiza el concepto del doble o el “siniestro” tratado por Sigmund Freud (1856-1939), teoría extraída, precisamente, de la lectura en clave psicoanalítica de la obra de E. T. A. Hoffman. De este modo, Estañol propone una “psicopatología del doble”, de carácter a todas luces clínico, y no obstante aplicable a los personajes propios de una ficción literaria, en tanto toma sus fundamentos de la historia de la literatura. Una psicopatología del doble como una “liberación” algunas veces del Yo narrador –sin que importe el hecho de que en ocasiones se encuentre fuera del relato–, y otras veces de los personajes. Al respecto, afirma Estañol:
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