Ensayos sobre
el patio y el jardín
Couve • Wacquez • Donoso
Ensayos sobre el patio y el jardín. Couve, Wacquez, Donoso
Sebastián Schoennenbeck
Santiago de Chile, marzo 2020.
Imagen portada: “Trifolium aureum” Dodonaeo Rembert, Historia frumentoru, leguminum, palustrium et aquatilium herbarum. Amberes: Christophe Plantin, 1569. Xilografía.
ISBN impreso: 978-956-9058-29-5
ISBN Ebook: 978-956-9058-38-7
Registro de propiedad intelectual: 2020 A-1421
© Sebastián Schoennenbeck
Diseño y diagramación: María Soledad Sairafi, Orjikh editores limitada
orjikh.editores@gmail.com
www.orjikheditores.com
Obra realizada con el aporte de la Vicerrectoría de Investigación de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Este libro es resultado del Proyecto Regular FONDECYT n°1150050 "Muerte en el jardín: paisaje y heterotopía en la obra de José Donoso, Mauricio Wacquez y Adolfo Couve". Investigador Responsable. Sebastián Schoennenbeck Grohnert. Ayudante: Daniela Buksdorf.
Este libro contó con referato externo.
Ensayos sobre
el patio y el jardín
Couve • Wacquez • Donoso
Sebastián Schoennenbeck
Colaboradores
Daniela Buksdorf
Sebastián Cottenie
A mi madre
Contenido
Palabras preliminares
Misterio, visualidad y representación
Jardín y poética
De la luz a las sombras:
La representación del jardín
Jardines y destierros: utopías, distopías, heterotopías
Expulsiones del paraíso: jardines y ruinas en algunos relatos chilenos
Muerte en el jardín:
Tres jardines donosianos:
Un jardín que ya no existe
Anexo. Textos afines
Jardines y paisajes para un (des)encuentro literario: El Mocho de José Donoso
Un hortus conclusus donosiano:
Bibliografía
Palabras preliminares
Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.
Salime al campo: vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.
Francisco de Quevedo
Tanto en su versión histórica como ficcional, los jardines, en su gran mayoría, son lugares de descanso, recogimiento y bienestar. Refugios para el amor, los jardines irradian posibilidades de felicidad. En la cultura occidental, en efecto, los jardines pueden ser resignificados como copias, representaciones o recreaciones del paraíso terrenal. No obstante, este espacio original y la experiencia inocente de sus habitantes son inenarrables: de aquel jardín mítico y primigenio, hemos sido expulsados para luego ser arrojados a la historia. Esa ausencia –que se modula en un perpetuo destierro– es tal vez el signo por excelencia con el cual se indica nuestra vulnerable condición humana. Por lo tanto, los jardines, derivaciones del Edén, tienen una marca fatal: la posibilidad de la ausencia del sujeto al interior de sus muros. Esta pérdida de sentido se ve intensificada con la naturaleza transitoria de los mismos jardines. Bastan solo unos días de descuido, para que ese lugar ameno se transforme en bosque indómito o en desierto. Del mismo modo, la monumentalidad de la representación de los jardines, tan frecuente en el barroco del siglo xvii1, es un artificio fugaz. La vanitas, usualmente identificada como un subgénero pictórico de la naturaleza muerta, es quizás la figura que la retórica nos ofrece para dar con una definición más universal del jardín no solo como espacio físico, sino también como lugar simbólico.
Dado lo anterior, el jardín puede ser pensado e imaginado, al contrario del sentido común, como una ruina. No me refiero aquí a la ruina como recurso ornamental tan cultivado por el jardín pintoresco, sino más bien a un fragmento, a la huella de una destrucción, o un presente que no se modula sino como despojo del pasado ¿Qué puede decirnos la literatura acerca de ese espacio? ¿Cómo podemos resignificar hoy el jardín con una literatura del ayer? Tal vez, la literatura puede iluminar el jardín que ya carece de su sentido original. En efecto, un jardín en ruinas puede ser una imagen pertinente para la actual sensibilidad medioambientalista y para la era del antropoceno. Un jardín descuidado o abandonado, abundante en las representaciones de la narrativa chilena de la segunda mitad del siglo xx, podría alterar las convenciones del gusto y del paisaje y relativizar, a su vez, las fronteras entre lo cerrado y lo abierto, lo urbano y lo rural, lo público y lo privado. En los jardines que se manifiestan como fragmentos, podemos redefinir lo humano y lo no humano, así como la relación entre el sujeto y la naturaleza. Se trata de una materialidad que no es nueva, pero que podría ser resignificada en momentos en los cuales la producción, los recursos naturales (hídricos, forestales, etc.) y los órdenes sociales y nacionales que hasta hace poco nos definían han entrado en crisis para operar de manera diferente. Es quizás ese el objetivo último de estos ensayos: imaginar un nuevo jardín cuando se tiene la impresión que todo su antiguo orden y sentido han terminado. El diseño actual de jardines en Chile ha asumido ese desafío. En nuestras latitudes, las humanidades tal vez puedan continuar el camino trazado por Gilles Clément (1943), quien forjó la noción de jardín planetario, es decir, un espacio ya no determinado totalmente por la noción de orden, sino más bien en sintonía con los movimientos del mundo2.
En este libro, estudiaremos las ficciones de jardines viejos y deteriorados que narradores chilenos describieron durante la segunda mitad del siglo xx. A pesar de una escritura experimental en la mayoría de los casos, los narradores realizan el gesto de mirar para atrás, alegorizando así sus propios momentos históricos. Junto a los lectores, quisiera yo también mirar un paisaje de antaño con la intención de repensar la articulación actual de la naturaleza con la cultura y el momento en el que los diseños, la combinación de lo autóctono y de lo foráneo, las tradiciones de composición de un jardín y la utilización de recursos naturales tienen una urgencia política y estética.
Para reflexionar sobre las dimensiones oscuras del jardín, las cuales fortalecen paradójicamente todavía más su belleza, revisaremos un corpus de narrativa chilena constituido principalmente por los autores José Donoso (1924-1996), Mauricio Wacquez (1939-2000) y Adolfo Couve (1940-1998). Los jardines que figuran en dicho corpus son decadentes espacios privados en los cuales una élite social se recreaba. Si bien se trata de jardines ficcionales, es fácil evocar con ellos a “una minoría selecta con ascendiente sobre el resto de la sociedad”3. En efecto, la ruina de los jardines descritos en el corpus narrativo indica el abandono por parte de una élite social que, según Manuel Vicuña (1970), se había constituido históricamente durante parte del siglo xix y los primeros años del siglo xx gracias a la hegemonía política, al poder económico, a una “notoriedad conquistada en el plano intelectual”4 y, finalmente, gracias al matrimonio que permitió establecer una familia extensa y transformar “a Santiago en tanto entorno material y, consecuentemente, vehículo de relaciones sociales”5. En su figuración literaria, el jardín se presenta entonces como una alegoría de la “clase dominante”6 de un periodo chileno que se definió a sí misma no solo a través de una ideología y de un modo de producción, sino también a través de una cultura, de un código y de un sistema simbólico. Ello explicaría, entre otras cosas, la “aristocratización del dinero”, gesto a través del cual se reafirma “la representación aristocrática que la oligarquía ha construido de su dominación”7. Sin embargo, el jardín abandonado que los narradores observan desde la segunda mitad del siglo xx es tan solo un vestigio de ese poder social ya desvanecido. La belle époque chilena, cuya consumación gira alrededor de la celebración del centenario, es el antecedente directo de “la crisis política del Estado oligárquico”8. La naturaleza alegórica del jardín consiste justamente en su capacidad de representar indirectamente esa desaparición o ese orden ya inexistente. Esa pérdida de vitalidad y esa incapacidad de referirse a un orden actual transforman a los jardines en espacios misteriosos, pero también significativos y dignos de atención.
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