Angélica Hernández - El cazador
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Mente Maestra, conoceremos a Dylan y su búsqueda incansable por encontrar aquello que le arrebataron.
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—Libéralo —exigió Lousen.
—Está hablando con un oficial mayor, soldado —espetó ella.
—¡Por todos los dioses! —gritó Magnus—. ¡Compórtense como lo que son! Estoy harto y cansado, he tenido un día de mierda y lo que querría hacer sería relajarme con mi mejor amigo y mi linda esposa, pero no, claro que no, porque ustedes se llevan como perros y gatos.
—Espero quedarme con el título del perro —murmuró Lousen por lo bajo. Solo Magnus lo escuchó y le regaló una media sonrisa. Ese era su amigo y por el momento estaba de su parte.
—No te lo estoy pidiendo, Charlotte, es una orden oficial. Libera al muchacho y entrégalo a sus padres. Esa área no te pertenece, si el chico se ve dañado en el interrogatorio, tendremos problemas con el laboratorio.
La Mayor Khoury se irguió y asintió. Se dio la vuelta, no sin antes mirar a Lousen con odio y rencor, y salió de la oficina.
Magnus esperó a que la puerta se cerrara, se dirigió al mini bar y sacó dos vasos pequeños.
—¿Whisky? —preguntó.
—Un vaso más grande —respondió Raphael.
Magnus sonrió y le entregó la botella. Era la última que compartirían.
Lousen salió de la oficina del general cuando el sol se estaba ocultando. Hacía mucho tiempo que no bebía tanto. Se tambaleó un par de veces, pero pudo llegar al hospital del complejo militar, que era a donde habían llevado a Dylan después de haberlo liberado.
Raphael entró en la clínica y la enfermera rápidamente le dio los datos del cuarto. Lousen subió por el ascensor y llegó a la habitación 103. Tomó una respiración profunda antes de abrir la puerta.
Había algo sobre los hospitales que no le gustaba. Cuando era más joven, y había resultado herido, fue trasladado a un país neutral en la guerra, donde atendieron sus heridas de la mejor manera posible. En ese lugar conoció a una linda enfermera llamada Katrina, y años después se convirtió en su esposa. Aunque claro, nadie lo sabía, se había visto obligado a ocultar su matrimonio y su familia, debido a que el país se unió a la Primera Alianza y ahora debían ser enemigos. Pero la familia de Lousen vivía en ese lugar.
Sacudió la cabeza para volver al presente. La habitación de Dylan era de un blanco inmaculado, las cortinas, las paredes, la cama, todo de ese color.
Y el chico estaba ahí; tenía hematomas, cortes, entre la uña y el dedo había marcas purpuras.
«Agujas» pensó Lousen «Esos malditos utilizaron agujas»
Dylan abrió los ojos al sentir la presencia del sargento. Sonrió ligeramente, todo lo que sus heridas le permitían.
—Estoy sedado —dijo Dylan— Cuando eres una rata de laboratorio, aprendes a distinguir los sedantes, pero nunca me habían administrado morfina… Se siente extraño… Creo que estoy drogado. —Volvió a sonreír—. Y ni siquiera sé lo que es estarlo, tal vez solo estoy delirando. ——Su cabeza estaba recargada sobre la almohada, y una fina sabana cubría su cuerpo.
—¿Me responderás algunas preguntas? —dijo Lousen con precaución.
—¿Al sargento o a mi amigo? —preguntó Dylan.
—Por el momento necesito ser el sargento.
—Bien.
Raphael tomó una respiración profunda antes de preguntar.
—¿Qué fue lo que te hicieron?
Y Dylan entró en una detallada explicación de cada tortura. De cómo la Mayor lo golpeó hasta dejarlo aturdido, y luego lo llevaron hacia una celda, donde ella le hizo preguntas y él le escupía en su bonito uniforme, hasta se tomó la molestia de agregar que él quería uno de esos uniformes. También le contó cómo metieron agujas en sus uñas para evitar que doblara los dedos a causa del dolor; le habían colocado una cosa en la boca para que no se escucharan sus gritos, pero Dylan agregó, orgullosamente, que él nunca había gritado.
Lousen tragó saliva cuando el muchacho terminó con su relato. Se puso de pie.
—Hablaré con los médicos para saber cuándo puedes volver a casa —dijo.
—¿Puede venir Cheslay? —preguntó Dylan con ojos llenos de esperanza. Raphael Lousen sonrió.
—Haré lo posible —respondió.
Salió del hospital, solo para darse cuenta de que ya había oscurecido. No pasaba de la media noche, pero aun así no le parecía propio el llegar a casa de los Aksana para decir que llevaría a Cheslay al hospital para ver a Dylan. En su lugar fue a casa de los Farmigan para avisar a Nefertari de que su hijo ya estaba a salvo.
Cuando entró por la puerta, unos pequeños brazos se enredaron en su cintura. Lousen miró hacia abajo, solo para ver como Cheslay enterraba la cabeza en su estómago y lloraba. Ella estaba ahí. Por supuesto que lo estaba.
Raphael se inclinó par quedar a la altura de la chica.
—Ya todo está bien —prometió.
—¿D-dónde está? —preguntó con voz rota.
—En el hospital. Ya pasó todo. Él no querrá verte llorar ¿Cuántas veces me lo has dicho?
—Más de cien —respondió Cheslay y se limpió las lágrimas.
—¿Puedes repetirlo para que te escuche? —pidió Lousen.
—Yo soy más fuerte que todo esto —dijo con voz firme.
—Bien. Ve a calmarte un poco, necesito hablar con Nefertari.
Cheslay asintió, pero antes le regaló una mirada con esos grandes y llorosos ojos azules. Y el sargento pudo verlo, solo fue una fracción de segundo, pero pudo ver el terror que sentía esa niña en su interior, y el miedo solo era el principio de aquello que alimentaria a un monstruo.
Después de hablar con Nefertari, Lousen llevó a ambas al hospital, donde Dylan los esperaba.
El chico no se había quedado dormido, él peleaba contra los efectos de la morfina.
Cuando vio entrar a su madre le regaló una ligera sonrisa, acompañada de un: Estoy bien. Pero aun así, Nefertari rompió en llanto, estaba llorando tanto que pronto tuvo que salir de la habitación.
—No me desmayé, Cheslay, no me desmaye —dijo Dylan con euforia—. La hubieras visto, estaba muy enfadada porque no grité, porque no me había desmayado… Soy más resistente de lo que esa bruja creía.
—Quiero matarla —dijo Cheslay con una seguridad que hizo que Lousen sintiera escalofríos—. Quiero que muera, y no de una forma rápida…
—Basta ya —pidió Dylan—. ¿Acaso estabas preocupada por mí? —bromeó.
Logró que Cheslay centrara su mirada en él y Raphael vio cómo el odio desaparecía de la mirada de la chica y era sustituido por un sentimiento más puro; Amor, simple y sencillamente amor.
—Sigue soñando —respondió la chica y se sentó junto a Dylan en la camilla.
—¿Tienes lo que te pedí? —le preguntó Dylan al sargento.
Lousen sacudió la cabeza y le entregó al chico el pequeño rectángulo envuelto en papel. El regalo de Cheslay.
—Los dejaré solos —anunció y se despidió de ambos diciendo que esperaba a Cheslay para entrenar al día siguiente y a Dylan que se recuperara rápido.
Lousen salió del hospital por segunda vez en ese día. Su reloj ya marcaba las 11:57 pm. Sabía que la Mayor Khoury querría tomar represalias contra él. Solo esperaba que no se desquitara con los chicos.
Salió de ese lugar, despidiéndose de sus estudiantes. Se fue sin decir una palabra de aliento, sin pedir nada más. Se marchó sin darse cuenta de que esas serían las últimas palabras que les ofrecería.

Lousen caminaba tranquilamente bajo la luz de la luna. Había dejado a los chicos solos en la habitación del hospital, no le preocupaba, ya que Magnus dijo que se haría cargo de la seguridad de esos niños.
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