Para Elena de White, el mensaje de los tres ángeles es el corazón de la identidad y de la misión adventista del séptimo día. Ella veía a la Iglesia Adventista del Séptimo Día como mucho más que simplemente otra denominación dentro del cristianismo. Más bien, el adventismo es un movimiento del tiempo del fin que proclama el mensaje de Dios para los últimos días. Su sentido de misión lo toma de estas profecías de la Escritura. Es este fuerte sentido de identidad profética lo que motiva a este grupo relativamente pequeño de cristianos a desplegarse con el evangelio eterno a un mundo moribundo y perdido sin el conocimiento de la salvación en Jesús y de su voluntad. Elena de White enseñó repetidas veces que “este [el mensaje del tercer ángel] es el último mensaje” para un mundo que pronto será destruido. “Una vez que haya hecho su obra, no le seguirá ningún otro [mensaje], ni se escucharán otros llamados de misericordia” ( TI 5:192). “Cuando Cristo entró en el Lugar Santísimo del Santuario celestial para realizar la obra final de la expiación, encomendó a sus siervos el último mensaje de misericordia que habría de darse al mundo. Esa es la advertencia del tercer ángel de Apocalipsis 14. Inmediatamente después de esa proclamación, el profeta ve al Hijo del hombre que viene en gloria para segar la mies de la Tierra” ( HR 378).
Es fácil ver cómo los extensos escritos de Elena de White sobre la salvación, la ley de Dios, el sábado, el Gran Conflicto y otros temas están relacionados con el mensaje del tercer ángel. Pero, lo que a menudo se pasa por alto es que sus escritos sobre la educación, la salud, las publicaciones y el ministerio evangélico también están conectados con el mensaje del tercer ángel. El propósito de la educación adventista es instruir a los jóvenes para esparcir el mensaje del tercer ángel. El mensaje de salud adventista debe proveer mejor salud a la gente para que puedan predicar de forma más adecuada este mensaje. Las instituciones de salud son testigos de la verdad del mensaje de los tres ángeles. Los ministerios de las publicaciones y el evangélico deben esparcir este último mensaje a un mundo moribundo.807
El cristianismo práctico y el desarrollo del carácter cristiano
Otro tema crucial en los escritos de Elena de White, y en el contexto de su comprensión de la segunda venida de Cristo y del mensaje de los tres ángeles, es el énfasis que pone en vivir un cristianismo práctico y en el desarrollo del carácter cristiano. En el tomo 9 de Testimonios para la iglesia , publicado en 1909, ella dedicó un capítulo al rol que los cristianos deben desempeñar en las últimas horas de la historia de la Tierra. Allí, ella argumenta: “El testimonio que debemos dar por Dios no consiste solo en predicar la verdad... No olvidemos que el argumento más poderoso en favor del cristianismo es una vida semejante a la de Cristo, mientras que un cristiano vulgar hace más daño en el mundo que un mundano. [...] El propósito de Dios es glorificarse a sí mismo delante del mundo en su pueblo. Él quiere que los que lleven el nombre de Cristo le representen por el pensamiento, la palabra y la acción” (p. 18). En otras secciones de este capítulo, ella enfatiza cuán importante es el ejemplo de la vida de uno como reflejo de la vida de Cristo. “Los que han sido sepultados con Cristo por el bautismo deben entrar en una nueva vida, y dar un ejemplo vivo de lo que es la vida de Cristo. Una comisión sagrada nos ha sido confiada” (p. 18). “Hombres y mujeres pueden vivir la vida que Cristo vivió en este mundo si se revisten de su poder y siguen sus instrucciones” (p. 19). “Los que aman a Jesús pondrán su vida entera en armonía con la voluntad de él” (p. 20).
Las normas de vida cristiana de Elena de White eran altas y, a veces, parecían rigurosas, pero siempre estaban fijadas en el contexto de la gracia y el poder de Dios para vivir. En 1886, durante una visita a Suecia, ella dijo a los adventistas de allí: “Dios exige en la actualidad exactamente lo que exigió a la santa pareja en el Edén: obediencia perfecta a sus requerimientos. Su ley permanece inmutable en todas las edades. La gran norma de justicia presentada en el Antiguo Testamento no es rebajada en el Nuevo Testamento. No es la función del evangelio debilitar las demandas de la santa ley de Dios, sino elevar a los hombres hasta puedan guardar sus preceptos” ( FO 52).
Sin embargo, esta norma de rectitud y perfección solo se puede alcanzar por fe en la gracia de Dios. Ella escribió, en 1890: “Mediante la fe podemos conformar nuestras vidas a la norma de justicia, porque podemos apropiarnos de la justicia de Cristo” ( ibíd . 100). En 1885, ella dijo en Suiza: “La fe y las obras van de la mano; actúan armoniosamente en la empresa de alcanzar la victoria. Las obras sin fe son muertas, y la fe sin obras es muerta. Las obras jamás nos salvarán; son los méritos de Cristo los que contarán a favor de nosotros. Gracias a la fe en él, Cristo hará que todos nuestros esfuerzos imperfectos sean aceptables para Dios. La fe que se requiere que tengamos no es una fe de no hacer nada; fe salvadora es la que obra por amor y purifica el alma” ( ibíd . 49).
Para Elena de White, la vida diaria del cristiano es una vida entregada a la voluntad de Dios y comprometida en la obediencia fiel a sus Mandamientos. “La religión pura y viva consiste en la obediencia a toda palabra que sale de la boca de Dios” ( ibíd . 91, 92). Así, el cristianismo afecta cada parte de la vida de la persona. El verdadero cristianismo no es algo que toca a la gente solo cuando está en la iglesia, sino que transforma a la gente de adentro hacia afuera.
Para Elena de White, todo importa en la vida cristiana. Cada decisión que el cristiano toma puede tener impacto en su vida espiritual o en la de otra persona. Una decisión pequeña puede marcar una diferencia grande en la perspectiva de la eternidad. Por lo tanto, Elena de White trata muchos temas difíciles y, a veces, sus consejos parecen rigurosos y exigentes. Ella defendía abandonar los hábitos perjudiciales y las formas destructivas de relacionarse con los demás. Aconsejaba descartar actividades y actitudes que no elevan la vida espiritual. Recomendaba un estilo de vida de estudio de la Biblia y oración diaria, y los beneficios de buenos hábitos de salud. Para ella, el cristianismo cambia el corazón, y ese cambio interior, si es genuino, se traslada a cada aspecto de la vida: las relaciones familiares, los estudios, el trabajo y la recreación.
En los escritos de Elena de White sobre el cristianismo práctico, lo que más importa es que los hábitos y las formas de vida perjudiciales, pecaminosos, innecesarios sean reemplazados por una vida como la que vivió Jesús. Él es el ejemplo a seguir para el cristiano. Elena de White creía que lo que Jesús más quiere hacer es reproducirse en el corazón de los cristianos y que los que tienen fe en él abandonen la vida egoísta del reino de Satanás, y la reemplacen con el servicio a Dios y a los demás por amor. Jesús vino a la Tierra no solo a morir por nosotros, sino también a “dar un ejemplo de obediencia”. “Cristo reveló un carácter opuesto al carácter de Satanás” ( DTG 15, 16).
En el contexto de la preparación para el tiempo del fin, Elena de White defendía una espiritualidad positiva y genuina en la cual la semejanza a Cristo se convierte en el carácter de los hijos de Dios. “Cristo espera con un deseo anhelante la manifestación de sí mismo en su iglesia. Cuando el carácter de Cristo sea perfectamente reproducido en su pueblo, entonces vendrá él para reclamarlos como suyos” ( PVGM 47). Esta exhortación se encuentra en su discusión de una de las parábolas del sembrador (Mar. 4:26-29) y del modo en que las semillas crecen y llegan a ser plantas maduras. Elena de White relata cómo Dios desea ver que nuestra vida sea santificada. Ella afirmó: “La santificación es la obra de toda una vida” ( PVGM 46). Esta obra de crecimiento es lenta, silenciosa e imperceptible, pero continua y progresiva. Al cooperar con los agentes divinos, al mantener “nuestra mente fija en Cristo”, al “depender constantemente de Cristo como nuestro Salvador personal, creceremos en todas las cosas dentro del Ser que es nuestra cabeza” ( ibíd .). “Cristo está tratando de reproducirse a sí mismo en el corazón de los hombres”. “El objetivo de la vida cristiana es llevar fruto: la reproducción del carácter de Cristo en el creyente para que ese mismo carácter pueda reproducirse en otros” ( ibíd . 46, 47). Del mismo modo en que el Salvador se olvidó de sí mismo y ayudó a otros, y llevó las cargas de los demás y trabajó por otros con “amor desinteresado” ( ibíd . 47), debemos nosotros reflejar su semejanza. “Así, reflejar perfectamente el carácter de Cristo es dejarlo vivir su amor en nuestra vida diaria”, comenta Knight.808
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