—Iba a terminar de todos modos. Un año se demoró el pie para sanar. Qué pesadilla. Yeso, operación, muletas, tornillos, que ponerlos, que volverlos a sacar. Y nunca nadie del movimiento preguntó por mí ni se interesó en saber cómo estaba. Los únicos que estuvieron ahí para ayudar fueron mamá y papá. Con eso tuve para olvidarme. El viejo serio, refunfuñando, pero contento por tenerme de nuevo en la casa.
—Claro, como ya me había echado a mí, perder dos hijos era demasiado. Llegaste, te cuidaron y te premiaron con el trabajo en el almacén.
—¡Valiente trabajo! ¡Todos los problemas que tuve con Rubén! Que porque siempre me hacía de parte de los trabajadores. Cómo fue de mal administrador. Un día le estaba organizando un paro.
—¿Qué te dijo papá cuando llegaste?
—“A mí no me cuente que no quiero saber”. Así dijo. Y mamá lo mismo. “Eso es mejor olvidarlo, hacer de cuenta que no pasó”, decía ella.
—Has sido de buenas.
—Sí, siquiera… Lo más difícil fue la actitud de Tica. Nos distanciamos. Es rencorosa, le cuesta perdonar.
—Vio sufrir demasiado a papá. Se adoraban.
Luego de un silencio y una mirada al interior del vagón y los otros pasajeros, Julián vuelve al tema de la situación en el barrio.
—El control no se ha recuperado del todo. Hay bandos que llevan mucho rato peleando y resisten. Te aseguro que eso nunca se acabará. Salen unos y entran otros, se generan nuevos grupos.
—Pero el Ejército es el Ejército. Los irregulares no pueden contra sus armas.
—Las armas no solucionan tanta inequidad, necesidades y crueldad. También el Ejército y la Policía abusan. Ahora es que se están conociendo las violaciones de derechos humanos. Ya salió la primera condena a la nación por la muerte de nueve personas. Había tres niños. Son unos ineptos. Lo malo es que trabajan de la mano con los paras.
—Yo creo que las cosas cambiarán después de esa marcha. Por algo la hicieron. Si no, la gente vuelve a rebotarse.
—Dudo que una multitud con pañuelos blancos tenga tanto efecto. Eso es en países civilizados. Este es salvaje. Yo antes me acostaba pensando que al otro día las cosas podían haber cambiado, que habían derrocado al presidente, que les habían quitado el poder a los militares, que los ricos dejaban de ser ricos y los pobres dejaban de ser pobres. Pero qué va. Matarnos y vivir maluco es lo que sabemos hacer. Siempre ha sido así. Si no, mira esto aquí. Combates en medio del asfalto.
—Sí, es demasiado.
—Yo creí en los ideales revolucionarios y no me arrepiento, uno necesita tener sueños cuando está joven y yo tenía derecho a los míos. También a equivocarme. Quién iba a imaginar la enrarecida que iba a pegarse esto con esa mezcla tan desastrosa de paras, narcos y guerrilla. Tuve que convencerme de que aquí es imposible y que esta mierda no hay que cambiarla sino ignorarla porque no tiene arreglo.
—Te convendría más optimismo. Vas a tener un hijo. Ayer me dijiste que la paz aquí hay que verla como una victoria y no como una derrota. Tú sabes de eso.
—Pero ya estoy viendo que son capaces de volver derrota una victoria… En fin, ya veremos cómo será para mi René. Espero que le toque algo mejor. Si no, allá te lo mando, prefiero que viva en otra parte.
Por las ventanillas del vagón ellos ven pasar la ciudad, un sector, otro. A medida que avanzan, el paisaje urbano luce más desprovisto de árboles y jardines, más atiborrado de construcciones. Julián obliga a decidir.
—Entonces, ¿nos arriesgamos y vamos por ese baúl ya? Tendríamos que bajarnos en la siguiente estación y cambiar de línea.
—Pues… siempre y cuando no nos dejemos coger de la noche.
—Sí, vamos. Por ahí derecho sabemos por qué Flor no contesta ese puto teléfono.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.