Isabel F. Peñuelas - Ni en un millón de años

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¿Qué es lo que ocurre cuando mezclamos a físicos, ingenieros, filósofos y escritores? Que nace Ni en un millón de años, compuesto por dieciséis cuentos en los que se proyectan las diferentes inquietudes de sus autores sobre el presente, el futuro, de dónde venimos, hacia dónde vamos…
Los ocho autores que han escrito Ni en un millón de años solo tienen un objetivo:
"No pretendemos arreglar nada, solo pretendemos que pases un buen rato y, si se te ocurre alguna brillante idea leyendo este libro, es toda tuya. ¡Te la regalamos!"

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—Múltiples guerras, por lo que veo en el informe —la interrumpe Uno—. ¿Causas?

—Las de siempre: territorio, recursos, diferencias sociales, religión… Pero parece que están remitiendo. Confío en que, en un siglo o menos, el desarrollo sea favorable.

—Aún no hemos llegado a las predicciones, señorita Uralis.

Pyrene asiente y soporta el interrogatorio con estoicismo: matanzas, quema de patrimonio cultural, extinción de especies animales, esclavitud... Oye su propia voz de abogada que resuena tenue en la sala y la odia. Porque no es la voz de Nuño ni la de Jimena. Y siente que se le escapan esas voces que no le dejan mostrar y que tal vez callen para siempre.

—Muéstrenos su arte, si es tan amable —interviene de pronto Tres.

Ella respinga y la esperanza aletea de nuevo en su pecho. Lo tiene todo preparado. Las paredes blancas de la sala se doblegan y cobran vida, mostrando las maravillas de ese mundo: los templos y esculturas de Grecia, la imponente pirámide en Giza, el sol entrando por la cámara del dolmen de Antequera, los códices decorados con esmero en los monasterios... Tal es su emoción que apenas presta atención a los evaluadores.

La presentación que había preparado se acaba, pero ella busca con avidez en su implante, mezclando ya el arte con escenas íntimas: Zoraida bailando bajo la luz de la luna en su jardín; a escasos kilómetros de aquel palacio moro, hacia el norte, el vecino de Nuño tallando un pequeño caballito de madera para su hijo; Jimena trenzando cestas, antes de caer enferma…

—Es suficiente.

Dos desactiva los hologramas y las luces y colores de la pared se arrugan y mueren como las hojas en otoño. Pyrene mira desorientada hacia los evaluadores: los ojos de Tres brillan y la muchacha juraría que está a punto de aplaudir.

—En resumen —comienza Uno en tono neutro—, la prueba número siete ha sido uno de los mayores fracasos de los experimentos de sembrado. Solo ha sobrevivido hasta ahora por haber permanecido oculto. La resolución es clara.

—No… —Pyrene tiembla visiblemente—. No podemos condenarlos. Apenas han gastado una centésima del tiempo que hemos tenido nosotros para alcanzar este estado. No siempre fuimos pacíficos ni igualitarios.

—Pero nunca nos masacramos así, por un dios inventado. —Dos reproduce una imagen del archivo de Pyrene: las cruzadas—. Ni en un millón de años podrían enmendarlo.

—¡Ni siquiera sabemos de dónde venimos nosotros! —Pyrene alza la voz y no es consciente de las lágrimas que ruedan por sus mejillas—. Quizá exista otro planeta superior con un tribunal que nos está juzgando en este mismo instante… Puede que, al ver cómo destruimos a nuestra propia creación, decida que tampoco somos dignos. Puede que…

—¡Silencio! —El rostro de Uno se desencaja al fin, liberándose de su máscara—. No sabes nada, chiquilla. Ese planeta será destruido. La sentencia es firme.

Los hologramas de los evaluadores se desvanecen y la sala impoluta parece gritarle su derrota.

—Ponente número mil dos, abandone el salón, por favor. Ponente número mil tres, acceda al salón, por favor.

Pyrene se tambalea hacia la puerta e ignora las miradas aburridas, blancas, del resto de doctorandos. Sale boqueando hasta la calle e inspira el aire purificado e inodoro que emiten los árboles artificiales. Ni rastro de olor a romero.

La muchacha se sienta en el suelo y llora porque no pudo ser el ángel salvador de Jimena, porque Nuño no será el Hércules que la entierre bajo una montaña cuando muera. Llora por la prueba número siete y por los otros cientos de planetas que fueron destruidos simplemente porque no estuvieron a la altura de un comité.

Entonces nota un golpecito en el hombro y se gira. A su lado, en carne y hueso, sonríe el evaluador Tres.

—Hola, Pyrene. Me ha gustado mucho tu exposición. Es una pena que se haya traspapelado.

—¿Qué quiere decir? —murmura la muchacha conteniendo los sollozos que sacuden su pecho.

—No les molestaremos más, a los de la prueba número siete. Seguro que saben apañárselas con tu ayuda.

—¿Y Uno y Dos? —Pyrene se levanta y mira a Tres con incredulidad. Con esperanza.

—No te preocupes por ellos, ya se han olvidado del caso. No entendían de misericordia.

Tres le guiña un ojo y se evapora, teleportándose a quién sabe qué mundo. Y Pyrene sonríe y murmura su noticia al viento, que ya casi sabe a romero.

—Ya vuelvo, Nuño. Lo hemos conseguido.

Toro sentado

Francisco J. Jariego

I

Hoy va a ser un día azul y a Samuel no le gustan los días azules. En días así se incrementa hasta un diecisiete por ciento el número de noticias con trasfondo nostálgico, y el valor medio de sus pulsaciones y su presión arterial lo hacen de manera proporcional. Ha corrido la cortina y está concentrado mirando al exterior a través de la ventana del dormitorio. Sé que está pensando en Ava y aguardo hasta que Samuel me franquea el acceso a su torrente de pensamiento. Evito inmiscuirme innecesariamente, aunque me es imposible evitar las imágenes cuando, por ejemplo, tengo que reanimarlo. Esta noche, en dos ocasiones. Los cañones de clima llevan bombeando oxígeno desde la media noche, pero todavía no ha amanecido y no se ve nada, solo sus pensamientos.

«Si hay algo que no aguanto es a los tristes y agoreros que se pasan la vida lloriqueando y añorando. Pero ¿añorando qué? Ningún tiempo pasado fue mejor. Esa es la cruda realidad despojada de narrativas falaces».

Cruda y despojada se superponen sobre una imagen borrosa del rostro de Ava. En cuanto entro, la imagen se difumina.

«El índice de progreso objetivo no deja lugar a dudas, pero hay muchos que todavía se niegan a admitirlo. Deberían hacer un esfuerzo para entender cómo se define y cómo se mide el progreso. Es un tema que lleva décadas zanjado, pero hoy en día, con el noventa y nueve por ciento de la población con la vida resuelta, ya prácticamente nadie se molesta en entender nada. Bueno, peor para ellos. Yo ahora debo ponerme a trabajar».

—Cortana, cántame la agenda, por favor —lo dice en voz alta, aunque sabe perfectamente que no es necesario cuando estoy dentro.

—Buenos días, Samuel. ¿Qué tal has pasado la noche? Tardaste en conciliar el sueño, pero has completado casi tres ciclos completos con cuarenta y siete minutos de sueño profundo. No obstante… —Siento que prefiere que no le dé los datos.

—Olvídate de eso ahora, Cortana —me interrumpe, mientras introduce una cápsula de precocinado en el impreshorno—. Me apetecen esas galletitas de higo y cacao de la Cure… ya sabes. Recupera, por favor, la receta para enviarla al impreshorno y comprueba si aún tenemos crédito con la pastelería…

—La Cure Gourmande.

—Eso.

—Hecho, Samuel. Dos minutos.

—Cántame la agenda, por favor.

—Hoy hay que enviar el abstract de la ponencia para el congreso anual de la Asociación de Agnotología. El plazo vence esta noche a las 00:00, pero deberíamos enviarlo antes de mediodía.

—El congreso de la Asociación… ¡Qué pérdida de tiempo! Hay que añadir cápsulas a la lista del supermercado. —Se distrae Samuel, mientras introduce una en la cafetera y selecciona un café largo—. No debería llevar mucho tiempo, ya teníamos título, ¿no es cierto?

—Cierto, Samuel: «Agnogénesis, mitos y leyendas».

—¿Podrías encargarte de componer tú un borrador para que lo revise? ¿A qué hora podría hacerlo? No quiero perder tiempo con esto.

—Podemos hacerlo en cuanto acabemos con la revisión diaria de noticias, sobre las 10:30. A las 11:00 llega el fisio y a 12:00 está programada la telepresencia con Sir John Swing II del buque oceanográfico. Está previsto que tenga una duración de una hora. Ya está todo preparado, pero deberías revisar las notas que te he preparado antes de que comience.

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