Isabel F. Peñuelas
mentes colmena
© Isabel F. Peñuelas
© Mentes Colmena
Octubre 2020
ISBN papel: 978-84-685-5217-0
ISBN ePub: 978-84-685-5218-7
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A Pedro y Jaime
Índice
Prólogo de la autora Prólogo de la autora Nadie sabe lo que guarda en su interior hasta que no se abre a sí mismo como la panza de un oso de trapo. Escribir es eso, escribir sin salvavidas dejándose llevar por la corriente. Es dulce, siniestro, peligroso, y yo no hubiera podido hacer este libro sin mis compañeros de escritura clandestina Matías Candeira, María Cureses, Jesús Antón, Nuria de la Rocha y Paco Jariego, a quienes tanto les agradezco su inspiración y compañía. Ni sin la de Adela Morán, a quien debo mucho más que la portada de este libro de relatos. Sin ellos hubiera naufragado, sin duda. Para ellos son estas historias mentales, y para el Dr. Antonio Gil-Nagel Rein, que me ha descubierto preciosos secretos sobre el cerebro. No podría citar a los muchos amigos que me han ayudado a crearlas con sus propias vidas, sus ideas y su apoyo, pero ellos saben quiénes son, y lo que les debo. En Madrid, a 22 de junio de 2020
MEMORIAS DE UN CÍBORG
LA COPIA
MENTES COLMENA
BUNGEE JUMP
PLACENTA
EUTANASIA ESPACIAL
LAS HIJAS DE NIX
ESCAPE ROOM
SOBRAN MUCHAS HORAS DE VIDA
NO SOY UN ANIMAL
HIELO
HALCONES
PODA NEURONAL
150-35
PANÓPTICO
FELICITY
LA ECONOMÍA DEL OSO POLAR
MANTIS
Prólogo de la autora
Nadie sabe lo que guarda en su interior hasta que no se abre a sí mismo como la panza de un oso de trapo. Escribir es eso, escribir sin salvavidas dejándose llevar por la corriente. Es dulce, siniestro, peligroso, y yo no hubiera podido hacer este libro sin mis compañeros de escritura clandestina Matías Candeira, María Cureses, Jesús Antón, Nuria de la Rocha y Paco Jariego, a quienes tanto les agradezco su inspiración y compañía. Ni sin la de Adela Morán, a quien debo mucho más que la portada de este libro de relatos. Sin ellos hubiera naufragado, sin duda. Para ellos son estas historias mentales, y para el Dr. Antonio Gil-Nagel Rein, que me ha descubierto preciosos secretos sobre el cerebro. No podría citar a los muchos amigos que me han ayudado a crearlas con sus propias vidas, sus ideas y su apoyo, pero ellos saben quiénes son, y lo que les debo.
En Madrid, a 22 de junio de 2020
MEMORIAS DE UN CÍBORG
(Año 3001. Diario aparecido entre los barracones del barrio esclavo de Ciboria antes de su destrucción).
Ciboria huele mal a causa de las ratas que se utilizan para fabricar nuestros cerebros. Cuando algún humano logra entrar casi siempre vomita por el olor. Eso es lo que hace débiles a los humanos: que siempre están a vueltas con el dolor, el asco, la muerte y todas esas ideas ineficientes y anticuadas. A los cíborgs recién fabricados no nos dejan salir de la ciudad hasta no estar seguros de que haremos bien nuestro trabajo. Cada uno de nosotros está diseñado para hacer una cosa. Solo una cosa. Y yo estoy diseñado para ayudar a los humanos que no encuentran su memoria. Por eso mi cerebro reptiliano es de los más grandes, y porque está hecho con el de un ratón gordo. Pero nadie quiere cíborgs con cerebros demasiado grandes.
Antes de que un cíborg haga su primer viaje a Humana, los makers pesan su cerebro en el pesadero que está en el centro de la ciudad. Nuestro cerebro es como una cáscara de nuez hueca que los neurodiseñadores llenan con las cosas que necesitamos para hacer el trabajo y con algunos sentimientos básicos como la sorpresa o el miedo. Los justos para sobrevivir. Una vez me contaron la historia de uno de nosotros que se contaminó con los sentimientos humanos y le deportaron a Ciboria para romper su cerebro y que los makers recompusieran las piezas. Yo no quiero que me rompan en piezas.
II
Humana es una ciudad pequeña como una almendra, en medio de Ciboria. Para entrar tienes que atravesar la burbuja de aire templado. Algunos humanos les han contado a sus cíborgs que hace años no había burbuja. Pero eso era antes de que la ciudad se volviese asfixiante. En Humana todo está limpio y las edificaciones son blancas, muy distintas de las construcciones de hierro marrón y tramadas de chapa gris de las calles de Ciboria, llenas de raíles que transportan el plástico y los animales con los que fabrican nuestros cerebros y nuestros huesos.
Yo soy uno de los primeros cíborgs con implantes de chips telepáticos para comunicarse con humanos que han perdido las palabras. Este será mi primer trabajo y, si lo hago bien, cuando termine podré ser cíborg de varios humanos más.
Los neurodiseñadores me han llevado a la cabina donde voy a vivir y me he encontrado por primera vez con mi amo humano. Han pasado mucho tiempo haciéndonos pruebas y ajustes para comprobar nuestra conexión cerebro a cerebro. Dinos, cíborg, ¿qué piensa tu amo ahora? Quiere tomar una taza de té, respondo. Al marcharse me han dicho que el cerebro de Amo se seca y se encoge muy deprisa, como una esponja vieja, y dentro de poco no podrá lavarse los dientes ni recordar su nombre. Amo sabe lo que le pasa, pero no se decide a pedir que le desconecten.
III
Por las mañanas tengo que ayudarle a vestirse y después preparo con cuidado el suero que le doy de comer. Esta mañana se me ha caído la botella y ha intentado explicarme cómo fabricar más, pero no recordaba las palabras. Entonces se ha enfadado porque no le entendía y ha amenazado con hacer que devolvieran mi estúpido cerebro de ratón a los makers. Un cíborg que cuidaba los barracones me advirtió que no debía extrañarme si los humanos se enfurecían conmigo porque su cerebro es mucho más delicado y sensible, y para nosotros es imposible comprenderlo. Amo cumplirá ciento sesenta años el mes que viene. Apenas quiere salir y juega todo el tiempo con fotografías donde aparece él con otros humanos. Hoy me he descuidado un momento y las ha tirado todas por el suelo. Yo las he recogido con delicadeza y le he ayudado a ordenar las imágenes que más le gustan: en brazos de mamá, en su graduación, en la playa bajo las estrellas. En Ciboria no tenemos universidad, ni playas azules, ni madres. Después hemos visto juntos tres veces una vieja película en blanco y negro que se llama Ciudadano Kane. Es la primera vez que he visto llorar a Amo. Luego me ha dicho que él y yo éramos una familia. A Amo le gusta mucho que yo recupere los recuerdos que pierde, aunque él no sabe que los ha perdido. Lo noto porque se pone muy contento cuando vemos juntos escenas antiguas, como esa en la que Amo arroja pelotas de goma a su perro y luego se abrazan y ruedan juntos por el suelo. Antes de acostarse hemos jugado con el perro y hemos tomado una taza de té junto a la ventana, mirando la silueta lejana de Ciboria. Me gustan mucho esas ceremonias antiguas. Amo podría tomarse diez o más tazas de té en una misma tarde.
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