Ni en un millón de años
© Elisa Rivero, Isabel F. Peñuelas, Juan Antonio Paz Salgado, Ignacio C. Sierra, Miguel Molpeceres, Alberto de Vega, Izan de Vega, Francisco J. Jariego
© Ni en un millón de años
Diciembre, 2020
ISBN papel: 978-84-685-5453-2
ISBN ePub:
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Índice
Prologo
Los tripulantes de Agni Kalpa
Johan Paz
Sueño suspendido
Ignacio C. Sierra
Prueba número 7
Elisa Rivero
Toro sentado
Francisco J. Jariego
Origami
Miguel Molpeceres
Cero
Izan de Vega
Un crimen por resolver
Alberto de Vega
La copia
Isabel F. Peñuelas
Creación
Ignacio C. Sierra
En eso lleva razón
Johan Paz
La opción por defecto —No quiero volver a ser yo—
Francisco J. Jariego
La guarida del cazador
Elisa Rivero
Oxana Darko
Miguel Molpeceres
Rocas negras —Las pruebas—
Johan Paz
Esperanza
Alberto de Vega
Olimpo
Miguel Molpeceres
Los autores
Prologo
Hace ahora dos años, Alberto de Vega tuvo la idea de escribir un cuento de ciencia ficción con Paco Jariego. Alberto es un liante y Paco se deja liar con facilidad. Poco tiempo después, quedamos para tomar un café en la estación de Chamartín, en Madrid, y allí fue donde verdaderamente nos liamos y concebimos el germen de la obra que ahora te presentamos, “Ni en un millón de años”, un producto del amor y la promiscuidad. Amor por la literatura, los cuentos y la ciencia ficción; y promiscuidad... en su “acepción” de mezcla o confusión.
Estábamos tan confundidos que lo único que se nos ocurrió para salir del atolladero en que nos habíamos metido fue liar a otros cuentistas. En realidad, no fue demasiado complicado, porque resulta que somos bastantes los que compartimos la afición por la ciencia y la tecnología, la ficción especulativa y sí, también por la escritura y por pasar un buen rato jugando con todas estas cosas sin saber muy bien a dónde vamos. Verás lo que ocurrió.
El primero en caer en nuestras redes fue Johan Paz. Fue él quien tuvo la idea de disparar a una fecha bastante incómoda, la verdad: un millón de años. Demasiado lejana para nuestra limitada imaginación, demasiado próxima para las leyes de la física y la evolución que rigen nuestro destino. ¿De verdad crees que los humanos vamos a desaparecer y que los chimpancés o las cucarachas recogerán el testigo? Ni lo sueñes. Johan es un ingeniero que, para no aburrirse, necesita complicarse la vida y, de paso, complicárnosla al resto.
Lo verdaderamente trágico fue que Miguel Molpeceres e Ignacio C. Sierra aceptaron el reto sin pestañear. ¿Qué dicen las especificaciones? ¿Un millón de años? Hágase. Con dos físicos y tres ingenieros a bordo, el proyecto echó a volar, pero tenía un serio riesgo de escorarse y zozobrar. Necesitábamos desesperadamente balancear el espectro de sensibilidades, una dosis de poesía, de filosofía, de política, de juventud, de lo-que-fuera. Ah, y una portada. Así fue como liamos a Elisa Rivero, a Isabel F. Peñuelas, a Oihane Arambarri y, finalmente, a Izan de Vega. En realidad, se liaron ell@s solit@s. Menos mal, porque si no aún estaríamos discutiendo sobre el sexo de los ángeles… En serio, hablamos de esto en el libro.
“Ni en un millón de años” sólo pretende ser un divertimento. Dieciséis cuentos en los que proyectamos algunas de nuestras inquietudes sobre el presente, el mundo en el que vivimos, nuestra pequeña e irrelevante mota en el universo. Nos paseamos por el futuro (y también por el pasado) con bastante desparpajo, dando vueltas a algunas viejas ideas: de dónde venimos y a dónde vamos; y a otras que no son tan viejas. No pretendemos arreglar nada, sólo pretendemos que pases un buen rato. Y si se te ocurre alguna brillante idea leyendo este libro, es toda tuya. Te la regalamos.
Ya sólo quedaba un pequeño detalle: poner en el mercado una colaboración de ocho autores y una ilustradora perfectamente desconocidos. Pero eso ¡está chupado! Llevamos haciéndolo unos cinco mil años: en tablillas, papiros, pergamino, papel. Nada puede detener a ocho autores en busca de lector. Nosotros que nos movemos con soltura por el tiempo y el espacio, podríamos haber elegido cualquier otra fecha, el año que viene o dentro de un millón de años. Pero hemos elegido este año porque queríamos conocer los orígenes de una nueva forma de publicar que no obligará a los autores a renunciar a sus derechos, ni descatalogará sus obras si no resultan ser un éxito de venta inmediato. 2019 nos ha parecido un momento interesante. Y aquí nos tienes.
Los autores, octubre 2019
Los tripulantes de Agni Kalpa
Johan Paz
El tripulante solicitó la lista de mensajes pendientes, algo menos de medio millón. Se sorprendió porque esperaba muchos más. Apenas dos mil mensajes por año. Solo con las notificaciones de mantenimiento debería de haber un mínimo de diez mil. Escogió uno al azar.
orb=”Main(Sun003)” ck=”989834”>
< > </ >
< >Agni Kalpa Mission</ >
...
Aquello no estaba bien. El lector de mensajes le estaba mostrando el código en crudo, con todo el etiquetado técnico y en una mezcla de idiomas. Seguramente, el programa se habría quedado anticuado. Verificó el registro de actualizaciones. Unas cuatro mil solo para el lector de mensajes. El tripulante suspiró. Esto llevaría un rato. Las seleccionó todas y pidió una actualización en orden cronológico, sin ningún descarte. Tras doscientos años de viaje resultaría casi imposible decidir cuál de ellas era necesaria y cuál no. Prefería no arriesgarse. Tiempo estimado: una hora.
Comenzó a pensar que en sueño criogénico se estaba mejor. Se frotó los ojos antes de darle, resignado, al botón de «aceptar». Abandonó su asiento y se desperezó. Tenía todas las articulaciones acartonadas, como si su cuerpo no fuese suyo. Los humanos no estamos hechos para viajar a las estrellas. En realidad, no podía quejarse, ya era casi un milagro que siguiesen allí, tanto ellos como la nave. Miró desganado la cabina vacía. Ocho puestos de trabajo. Los demás aún estaban descongelándose. Él era el «primer despertado». Él era el cubito de hielo encargado de verificar que todo seguía en su sitio: que el aire aún fuese respirable, que la nave no hubiese sucumbido a la radiación interestelar, que aún había tripulación suficiente, que estaban donde debían estar y, además de todo eso, que la misión aún existía. Era el encargado de demasiadas cosas.
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