Luis Alirio Calle - Pecados originales

Здесь есть возможность читать онлайн «Luis Alirio Calle - Pecados originales» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Pecados originales: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Pecados originales»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Pecados originales se destaca por su excelente calidad literaria. La voz narrativa es fuerte, no vacila, lo cual permite que el lector establezca de inmediato un pacto entre lo que lee y su interioridad. Las situaciones están muy bien trabajadas, pese a la brevedad que exige el cuento. El mundo de los personajes que pueblan las páginas de la obra se revela con claridad y verosimilitud. El entorno físico está bien descrito, y hay diversidad, pues cada uno de los ambientes en los relatos tiene sus características propias. Los diálogos, que no son numerosos, dejan de lado cualquier afectación para centrarse en la idea que se quiere expresar de manera natural. La obra se distingue por un español que además de correcto es elegante, ajustándose bien a los diferentes temas y situaciones.Cabe destacar que la naturaleza sexual de los cuentos aquí contenidos, asunto difícil de trabajar y más aún cuando se trata de un libro extenso, se caracteriza por su abordaje delicado, sin caer en lo explícito y evitando al mismo tiempo cualquier tipo de autocensura. En este sentido, los relatos gozan de una libertad que le permite al lector ejercer también la suya.María Cristina Restrepo

Pecados originales — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Pecados originales», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

―¿Te gustan?

Mirándole la boca dije sí con la cabeza y ella sonrió, como si quisiera llevarme a ella. Yo pensaba en sus manos y en su boca, no en los bombones.

Tuve la cobardía del pánico al sacrilegio.

―Tienes ojos muy bellos, grandes ―me dijo.

Sus precauciones para no ser vista ni escuchada mientras estábamos solos me estremecieron. Algo del fuego que yo anhelaba encender en ella creía estar viendo en el brillo de sus ojos mirándome.

Antes de pararse de la silla me cogió la cara con sus manos y me dio un beso en la mejilla bastante cerca de la boca, y yo sentí ese aliento perfumado que no he encontrado jamás en ninguna boca, en ningunas manos, en ningunas palabras. Cuando un placer ocurre por primera vez, uno lo convierte en búsqueda eterna. Me miró como si dijera que quisiera darme mucho más que esos bombones y ese beso. Tal vez no fue así, pero era lo que mi deseo quería ver, lo que quería que ocurriera, lo que en el deseo estaba ocurriendo.

Y lo que pensé cayó sobre mí con todo el peso del pecado mortal y de una imaginaria tempestad de fuetazos descargados por mi mamá y mi papá, juntos, el uno tras el otro.

Se paró de la silla y de la mano fue conmigo a donde estaban mi mamá y la superiora, que nos miró como si intentara retener la imagen que veía. Nos despedimos ―bueno, mi mamá se despidió― y cuando salíamos por la puerta principal, la vi mirarme. Ella no sabría nunca ―eso creí― que yo estaría en peligro de morir por estar mirándola desde el entejado de su cuarto con el anhelo demente de verla sin tanta ropa.

Estaba siempre vestida con ese traperío oscuro para arruinar toda tentación de afuera y de adentro, pero a mí me parecía que se veía hermosa aun con esa ropa que mi mamá siempre llamó “hábito”. Mi mamá decía que las monjas hacían un ritual para cortarse el pelo y dejar sus ropas y sus nombres como símbolo de renuncia al mundo, y que por eso se ponían hábitos y se llamaban con otros nombres. Tal vez por eso, cuando vi a la hermana Antolina desde el entejado con su pelo negro y libre, instantes antes de esa desnudez que me atragantó, tuve la sensación de estar cometiendo mi pecado y provocando el de ella, y de que estaba, creo, profanando una intimidad no sé si de dios o del diablo...

Me miran; nadie dice nada. Ahora es Raúl el que tiene una sombra escondida en los ojos. Wilson, con una palidez repentina como si sufriera un mareo, se levanta y se va sin antes hablar algo, sin un gesto de despedida. Adentro de mí algo se despeña, por algo que no sé, y porque la promesa que todos hicimos fue la de comentar lo que contáramos, para ayudarnos, para cancelar fantasmas.

―La hermana Antolina era hermana de Wilson ―dice después de una larga pausa, Raúl.

―¿Era?...

―Marta Ligia, ese era su nombre. Murió joven, de un derrame cerebral... No sé por qué no lo sabés, el escándalo la hundió en una melancolía sin remedio... El hombre sabe cosas que vos no contás en lo que leíste ―prosigue Raúl, queriendo explicar la actitud de Wilson.

Algo parecido a un huracán me golpea por dentro.

―¿Por qué no impediste que siguiera leyendo cuando te diste cuenta?, pudiste haberme dado alguna señal, una mirada, cualquier cosa ―lo miré, suplicante, como si aún pudiera hacerse algo.

―El falso nombre de ella lo dijiste al final, cuando ya no había nada que hacer, hermano.

Sentí que un hueco en la tierra se abría bajo mis pies, y que me hundía, pero no desaparecía.

―Lo único que Wilson no sabía era quién era el muchacho, ni lo sabría porque fue el secreto que ella se llevó a la tumba, y justo el desconocido aparece sin ser buscado y le revela partes de la historia que tal vez hubiera querido no saber... Sin embargo no contás ―y él lo sabe― que ella, tal vez como premio a tu ridículo heroísmo de subirte a su entejado para gatiarla ―esa parte no la sabía, no la sabíamos―, se las arregló para que una noche amanecieras en su habitación... en su cama... en ella.

Sin absolución

Esta mañana el señor Aicardo miraba fijamente hacia la puerta del cuarto como si anhelara la entrada de alguien o como si temiera que alguien entrara. Sospeché una cosa: que ese derrame le dio porque vio algo muy fuerte, tal vez espantoso, había dicho durante el desayuno la mamá de Doralba.

O quizás divino, había completado el papá, no sin cierto sarcasmo.

Todos se habían quedado callados, mirándose. Doralba sintió un temblor de tierra dentro de su pavor.

Al abuelo Aicardo le parece que el mundo es solo medio mundo, que su habitación es media y su cama media cama. Sabe que su cuerpo completo está ahí, pero todo lo de la derecha es como si hubiera sido cortado, o desgajado, o desaparecido como por arte de magia de circo. Recordó a la mujer entre una caja de madera, al mago cortándola por la mitad con un serrucho y luego separando, alejando piernas de cabeza y tronco, y las piernas teniendo vida propia y moviéndose solas lejos del tronco; vistas sin el resto del cuerpo, eran la desnudez de la mujer entera... Pero el mago unía de nuevo las partes y la mujer se levantaba, completa... Ahora él siente la separación de su lado derecho que sin embargo ahí está, tan lejano como cercano, pero inútil... Él está muerto a medias, y la vida que aún tiene es solo media...

El cura la saluda y le dice, tratándola de hija, que diga sus pecados. Doralba enmudece. El cura repite la pregunta, pero ella sigue en su silencio; se incorpora, camina varios pasos hacia atrás y luego, a paso largo, se apresura hacia la salida de la capilla. En la puerta mira hacia adentro y ve al cura de pie al lado del confesionario: parece una estatua que no le quita la mirada desde la penumbra del templo.

Sale al estrecho atrio y corre escalas abajo como huyendo de algo monstruoso; sufre la sensación de ser observada, como si las personas que están en la capilla, súbitamente reunidas en torno del cura, salieran hasta la puerta para mirarla a ella, o como si la iglesita misma tuviera ojos para ver a Doralba huir de la confesión.

Termina de bajar las escalas y dobla la esquina, se cree a salvo y deja de correr pero sigue su marcha a paso largo: no quiere encontrarse con algún conocido y menos con un familiar que le hable y le pregunte cosas; quiere estar sola y llorar, y lo que menos desea es estar en su casa donde a Doralba le parece que solo se habla, aunque no se hable, de la gravedad del abuelo enfermo.

La mamá de Doralba ha entrado a la pieza para hacerle tomar al abuelo las gotas mandadas por el médico. A él le hormiguea, le pica, le arde la media espalda que siente pegada a la media sábana que parece quemarlo. Cree tener los dos ojos cerrados; el derecho, abierto e inmóvil, no ve. Su nuera lo mira desde el rincón donde está preparando las gotas y él sabe que ella lo está mirando. El miedo lo ataca de nuevo y abre los ojos, el ojo izquierdo: ve los demonios apretados en el pecho púdico de la mamá de Doralba; siente el demonio mayor jalando la media sábana para llevárselo, lo ve salirse del cuadro que hay en la pared al frente de su cama, ve los ojos encabronados y lujuriosos, lo ve desnudo y siente su olor, el diablo huele a lo que huele el pubis de las mujeres cuando sudan enloquecidas por el pecado... Su nuera se acerca con las gotas; en la cara de la mamá de Doralba aparece la de Doralba, el vestido de la mamá es el vestido corto de Doralba que se burla, que lo mira, que le tiene pánico, que se transforma en el diablo que se lo está llevando y él no puede moverse, hablar, pedir auxilio... La mamá de Doralba evita mirar el ojo abierto y sabe que al salir sentirá el horror de ser mirada por ese ojo imposibilitado para ver pero que parece verlo todo, hasta los pensamientos y las pavuras...

Doralba siente calor y se da cuenta de que está sudando. Maldice el deseo del cuerpo y el hecho de que lo llamen pecado, recuerda y odia las homilías de los curas que con el dedo la señalan desde el púlpito, le vacían encima la culpa de ser mujer y la mandan, aún sin pensamientos pecaminosos y sin minifaldas, al infierno. Se siente sucia y cierra los ojos; los abre de nuevo apabullada, en ese cerrarlos, por el encuentro con los ojos del abuelo que no hablan, que no cierran, que la miran petrificándola como petrificado está su ojo derecho que no duerme, que vigila y condena, como dice su mamá.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Pecados originales»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Pecados originales» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Pecados originales»

Обсуждение, отзывы о книге «Pecados originales» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x