La primera observación que hice al respecto fue que suponía que las condiciones que él había expuesto eran las causantes de la estupenda claridad del aire y de las ventajas de las extendidas capacidades ópticas de las que ellos disfrutaban.
“¡Ay!”, exclamó el anciano, “ustedes no ven nada de lo que pueden ver algunos de nuestros grandes ojos en ciertas partes de este mundo, ni tampoco nada comparado con lo que podrían ver con la ayuda de los telescopios recientemente inventados que, llegado el momento, le dejaré utilizar. Quizá, entonces, usted comprenda que esta es la razón por la cual aquí no abundan los libros como en su mundo lunar y que, exceptuadas algunas traducciones extraordinarias que hay en su país, de las que en las librerías del nuestro hallará solo algunas, el resto no justifica la gran cantidad de preocupaciones que la escritura acarrea”.
Abandonamos de inmediato las consideraciones filosóficas acerca de los vientos y yo comencé a preguntar sobre los instrumentos ópticos y las traducciones. En primer lugar, creí entender que había un extraño tipo de elemento que no aportaba nada al ojo, pero que realiza entre el ojo y el objeto una operación que no alcanzo a descifrar. Difiere mucho de lo que reza nuestra doctrina óptica y permite la formación de raros fenómenos en la vista con los que no estamos familiarizados. En casos como este no viene en mi ayuda ninguno de los refinados términos de nuestros eruditos, como visión nublada o rarificada, porque de lo que se trata es más bien de atravesar órganos, de partículas de transparencia, de emisión, de transmisión, de medios, de contracción de rayos y de mil posibilidades más de una operación sin igual que, les aseguro, encontrarán inédito de este lado de la luna.
Con la ayuda de este artefacto óptico podemos advertir cosas extrañas que en nuestro mundo no se considerarían entidades, porque no pueden ser vistas o no se logran percibir, por ejemplo:
La política de estado en todos sus meandros, desplazamientos, giros, trucos y reveses; estos se delinean y detallan con tanta exactitud que cabe la esperanza, con el tiempo, de poder diseñar un par de esferas que le otorguen certidumbre a estas cosas. En efecto, son cuestiones que resultan un enigma, incluso entre esas naciones más perspicaces y entorpece la determinación de qué forma deberían adquirir los planes y proyectos de este desconocido territorio de misterios. Algunos eran de la opinión que tendría que representarse como un hectágono irregular, una figura con cien ángulos o conos, pues lo inexplicable de este estado-ciencia se cela en un millón de rincones por descubrir, ya que la habilidad, el engaño y la hipocresía de los bribones y los cortesanos lo han ocultado, tanto que solo este d…i…escopio logra descubrirlo. Este amenaza con echar luz de manera perfecta sobre todas esas desnudeces que han permanecido ocultas en el embrión desde la creación del mundo y las falsas concepciones de una política abortiva.
Algunos eran de la opinión de que el plano debía ser circular, y asumir una forma globular, ya que todos sus lados eran iguales, llenos de manchas oscuras, callejones sin salida, laberintos y pasajes pesadillescos. Al estar dispuestos como planisferios, se verían todas las líneas de maldad de un solo vistazo: además, ofrecerían una especie de analogía, en la redondez de su figura, con el constante movimiento circular de toda política cortesana, en el recorrido establecido de la deshonestidad universal.
Otras personas habían opinado que sería más adecuada la forma era jeroglífica, como por ejemplo una mano estrechando la otra, pues representaría la afinidad entre la política de estado aquí y la política de estado en las regiones infernales, con similitudes poco amables entre la economía en el reino de Satán y la de la mayoría de los poderes temporales terráqueos; pensaron, sin embargo, que esto sería muy poco gentil. Se determinó, finalmente, que ninguno de esos esquemas estaba capacitado para proveer una descripción tan amplia y que, por ende, los bosquejos tendrían que ser sencillos, no para dividir los gobiernos sino para dividir las artes de gobierno en diferentes esquemas apropiados, a saber:
1. Un plano específico para la Pública Confianza. Aquí el experimento se lleva a cabo de inmediato: la descripción proporcionada es válida para el meridiano de cualquier país, tanto del nuestro mundo como del de ellos. Si lo giro hacia nuestro mundo veo claramente un Ministerio de Hacienda cerrado y veinte mil familias lamentándose, vendiendo sus carruajes, sus caballos, sus putas, sus enseres, etc., a cambio de pan, mientras el gobierno observa y se ríe; no muy lejos, puedo ver los Tribunales de una gran ciudad cerrados y unos cuarenta mil huérfanos a la deriva, algunos sin ropas, otros sin zapatos, otros sin dinero alguno, mientras que el magistrado de la ciudad pretende cobrarles a otros huérfanos. Estas cosas me recordaron al profeta Ezequiel, y creí escuchar a misma voz que le hablara a él llamarme y decirme: “Vuélvete aún, verás abominaciones mayores que estas”. Entonces, sin apartar la mirada del vasto mapa a través del lente del telescopio, pude observar una imponente flota alquilada para efectuar el servicio de transporte y jamás pagada; enormes tasas anticipadas, que jamás fueron recaudadas; otras recaudadas y con destino asignado, pero erróneamente aplicadas; millones de facturas al cobro, mientras que los pobres pagaban el cuarenta por ciento por su plata. Pude ver una increíble cantidad de dinero que se atesoraba y muy poco que se repartía; botines hurtados al enemigo y hurtados nuevamente en casa por amigos; barcos rescatados del mar y hundidos en los diques de incautación; mercaderes escapando de los enemigos en el mar y abordados en acciones piratas que fingían embargos, confiscaciones o reclamos de la costa. También vi a la flota turca llevada en convoyes y custodiada justo hasta las fauces del enemigo para luego ser abandonada a su mejor suerte. Ahí estaba el Sr. Pourchartrain(51) silenciando a la ciudad de París y saqueando el Banco de Lyon.
15. Más allá pudimos ver el Estado de Guerra entre Naciones. Estaban los franceses agradeciendo por victorias que nunca alcanzaron y algunos individuos que se dirigían a la Sublime Gloria de la gran Retirada para felicitarla. Se oficiaba un Te Deum por las victorias terrestres y una Acción de Gracias por las que se consiguieron en el mar; podían verse por ahí dos ejércitos luchando, ambos plegándose en retirada y yéndose a casa, dando gracias a Dios por nada; por aquel otro lado vimos el Plan de Guerra Tardío, como el de Irlanda; más allá estaban todos los oficiales maldiciendo a un general holandés puesto que el granuja quería echar a perder una excelente guerra, que con una decente gestión y un buen manejo de la situación podría haberse extendido unos veinte años; había también ejércitos enteros dándole caza a las dos vacas de un irlandés mientras arriaban ganado negro que declaraban ser el noble fin de esa guerra. Vemos un país atravesado por murallas de piedra y pueblos sólidos en el que cada campaña, el comercio de la guerra, es llevada a cabo por soldados, con las mismas intrigas que se cuecen en la Cámara del Parlamento; millones de contribuciones incrementadas e ingentes sumas recolectadas pero ningún impuesto reducido; la entera Flota de Indias es sorprendida(52) y no encontramos ningún tesoro, cuantiosas sumas perdidas por los enemigos que los amigos no hallan, barcos cargados con plata volátil, puesto que zarpan con las estibas llenas y regresan vacíos. Viajes que se emprenden no para batirse con alguien, pero para saquear a cualquiera, dos millones robados al mercader honesto y ni un penique repartido entre la gente honesta.
Vimos capitanes que reclutaban hombres con los gobernadores y luego dejaban que se fueran por su cuenta; también comprobamos que se acondicionaban barcos por el precio de dos millones al año, los que no entraban en combate sino una vez cada tres años, y que luego debían batirse en retirada por falta de pólvora y municiones. Vimos tratados de partición(53) ignorados por completo, confederaciones sin aliados, aliados privados de su cuota de participación, príncipes sin ejércitos, ejércitos sin hombres, hombres sin dinero, coronas sin reyes, reyes sin súbditos, más reyes que países, y más países de aquellos por los que valiera la pena pelear. Vemos al rey de Francia que, para castigar a sus vecinos, trata de manera deshonrosa a los rebeldes, y aunque había maldad en ello, lo llevó a cabo de todos modos;(54) al mismo tiempo, presta asistencia a los rebeldes húngaros que se habían alzado contra el emperador. M. Ld N. rechazó una acción tan deshonrosa –como es la de ayudar a los rebeldes Camisards–(55) estrechando lazos con el Almirante de Castilla, y así invadir los dominios de su amo, a quien había jurado lealtad. Podemos ver a protestantes luchando contra protestantes, para ayudar a los papistas; papistas contra papistas, para ayudar a los protestantes; protestantes pidiendo auxilio a los turcos para mantener la fe, contra unos cristianos que la quebrarían. Vemos a los suecos peleando por venganza y llamando a eso religión;(56) a los cardenales que deponen a un príncipe católico, para entronizar una tiranía luterana,(57) llamando a eso libertad; observamos que los ejércitos eligen a los reyes, dándole a eso el nombre de libre elección; y vemos a los franceses que conquistan la Saboya, para asegurar la libertad de Italia.(58)
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