No tiene sentido que les diga el nombre de este hombre o siquiera si tiene nombre. La cosa es sencilla, había un hombre en la Luna, pero el intercambio que tuve con él fue muy extraño. En nuestro primer encuentro me preguntó si yo había llegado de la Luna. Le dije que no y esto lo enojó bastante, me trató de mentiroso y añadió que había sabido perfectamente y desde el primer momento de dónde provenía. Contesté que yo había llegado al mundo de la Luna y comencé a alterarme al igual que él. Transcurrió un tiempo antes de ponernos de acuerdo, su punto fue que yo había bajado de la Luna y el mío que yo había bajado a la Luna.(46) Esto no ocurrió sin antes desarrollar explicaciones, demostraciones, diseñar esferas, globos, regiones, atmósferas y mil diagramas que respaldaban cada uno de los puntos de vista. Insistí en mi posición, ya que mi experimento me calificaba para sostenerla y lo desafié a volver conmigo para comprobarlo. Él, como filósofo que era, antepuso mil principios, conjeturas y problemas esféricos para confrontar mi posición y, como toda demostración, dijo eran puros inventos míos.
Teníamos diferencias de todo tipo, y cada uno por su parte estaba en lo cierto y, a la vez ambos estábamos equivocados y teníamos razón, y viceversa. Fue muy difícil conciliar este entuerto, hasta que finalmente se produjo la demostración: lo que él llamaba Luna nos mostraba su lado oscuro tres días después del plenilunio, y a través de sus extraordinarios telescopios pude notar que el país sobre el cual daba el sol era todo Luna, mientras que el otro era todo Mundo; tanto si imaginé o si realmente lo vi, lo cierto es que distinguí las altas torres de las inmensas ciudades de China. Sobre esto y otras cosas debatimos y llegamos a la siguiente conclusión, sobre la que tanto el anciano como yo estuvimos de acuerdo, que hay dos lunas y dos mundos, esta es Luna para ellos y aquella es Luna para nosotros, como si se tratara de un sol entre dos espejos, uno brillando sobre el otro por reflexión, de acuerdo con la posición oblicua o directa que cada uno ocupe. Este asunto nos proporcionó mucho placer, pues, ¿quién no quiere estar en lo correcto? Nos complace cuando nuestras nociones son reconocidas por nuestros oponentes. Pudimos, además, madurar abundantes especulaciones útiles, tales como:
1. ¿Si lo más natural para los hombres es capitular , por qué de ambas partes pretenden tener la razón ?
2. ¿Es natural para la opinión despreciar la demostración ?
¿Hasta qué punto interrogarse mutuamente deviene en la mutua satisfacción ?
A partir de lo observado con el telescopio, pudimos señalar también algún que otro retruécano, ambigüedades y conclusiones, a saber:
1. Que la totalidad del mundo tiene un lado ciego, un lado oscuro, y uno brillante y, por ende, lo tendrán todos los cuerpos que lo habiten;
2. Que todo asunto que hoy presente su lado oscuro, puede tener mañana su lado brillante, esto explicaría la gran cantidad de morales útiles que han surgido, como ser:
· Para el hombre no hay destino más oscuro que cuando transforma los rayos que brillan sobre él en rayos que él mismo genera.
· Como la Luna, todas las cosas que surgen hoy se ponen mañana, cambian permanentemente, fluyen y refluyen;
· El entendimiento humano es como la Luna en su cuarto creciente, la mitad está a oscuras;
3. La humanidad no debe sorprenderse por el permanente cambio de bando ni condenarlo, este se debe a la influencia lunar y está gobernado por la operación poderosa del movimiento de los cielos;
Si en el mundo hubiese algo parecido al destino, no sé de ningún hombre que esté tan predestinado como para cambiar permanentemente de bando; de todos modos, me propongo ofrecerle al lector un capítulo completo o una entera sección dedicada a la filosofía del movimiento humano, examinado y calculado esférica e hipócritamente; me explayaré sobre este punto más adelante.
Habiendo intercambiado nuestras opiniones, quedamos satisfechos con la demostración que dice que nuestros mundos son hermanos, tanto en forma como en función y en todas sus capacidades. Es decir, acordamos que hay un par de lunas y un par de mundos, y que son, de modo similar, magnéticos e interrelacionados, mutuamente influidos. Dicho esto, descansamos sobre este asunto y seguimos con otros temas.
No podría haber deseado conocer en mis nuevos viajes a nadie más que a ese hombre, nunca hubo dos personas como nosotros: él era el hombre en la luna para mí y yo el hombre en la luna para él. Dejó registro de todo lo que dije y escribió un libro que llamó Noticias del mundo de la Luna , y es como si bajo ese título leyera mis notas. Me dijeron que antes él había publicado un tratado audaz que vertía sobre relaciones alegóricas tal como las que yo le he mencionado sobre nuestro mundo. Fue citado ante la autoridad pública que no pudo soportar las reflexiones certeras bajo su condenado modo satírico de escritura; castigaron al pobre hombre, fue a prisión y su familia cayó en la ruina. No solo lo multaron ultra tenementum ,(47) sino que fue expuesto en un sitio elevado de su ciudad capital, para que la multitud se riera de él como si fuese un tonto. Este castigo es parecido a nuestra picota,(48) en la que se coloca a los criminales, a los individuos que engañan y traicionan, a los que plagian escritos, a los perjuros o delitos similares.(49) La gente, que se esperaba que tratase muy mal a este hombre, por el contrario, sintió piedad por él y deseó que quienes lo habían puesto en esa situación lo soltaran, expresando su apoyo con fuertes gritos y aclamaciones, hasta que fue liberado.
Todo esto sucedió antes de mi primera visita a ese mundo, cuando arribé ya todo había terminado para este hombre, sus enemigos caídos en desgracia y expulsados, y él era más apreciado por sus conciudadanos de lo que había sido antes. Y, por el momento, no hay nada más que agregar sobre el hombre en la Luna.
Después de llegar a un acuerdo en nuestro debate sobre la naturaleza y calidad [de los mundos], expresé mi deseo de que me mostrara algún mapa o diseño de su mundo. Me trajo un par de hermosos globos y de inmediato comenzó con una descripción geográfica del lugar. Me pareció algunos grados menor que nuestro globo terráqueo, pero con más tierra que agua, creí ver algo que parecía tener un clima similar al nuestro y observé un gran territorio al norte, cerca de la latitud 50 o 56.(50) Pregunté qué país era ese y me dijo que era uno de los mejores de su mundo y que me llevaría a conocerlo, pues no estaba lejos. Me dijo que el país podía considerarse bueno, saludable, productivo, con un excepcional emplazamiento para el comercio, bien provisto de puertos, vías fluviales y bahías para el embarque, extensamente habitado y con una población bien distribuida, por cuyas venas corría la sangre de todas las naciones de la Luna. También me dijo que los habitantes eran numerosos, y que eran la gente más extraña que conocía: tanto su naturaleza como sus temperamentos, cualidades, acciones y modos de vida contenían innumerables contradicciones. Eran los tontos más sabios y los sabios más tontos del mundo; los fuertes más débiles y los ricos más pobres, los codicioso con más generosidad y los cobardes más osados; eran los traidores más leales, los más disolutos sobrios, los ariscos más corteses, los diligentes más perezosos; eran, en fin, los agitadores más pacifistas y los leales más sedicioso que nación alguna haya conocido jamás.
Realicé por mi cuenta observaciones que, como es comprensible, no podían informarme más que sobre la situación presente, la que –sin embargo– compartiré con ustedes con el cuidado y la concisión oportunos. Además, fui aleccionado por el anciano selenita respecto de todo lo que era materia histórica o considerada excepcional. En primer lugar, me informó que en este nuevo país raras veces había nubes y, por ende, no se producían tormentas de importancia; reinaban una serenidad constante, brisas moderadas que enfriaban el aire y permanentes exhalaciones nocturnas que mantienen la tierra húmeda y fértil. Como los vientos que llegan son diferentes y lo suficientemente fuertes, facilitan la navegación y los liberan de los terrores y peligros de naufragios y destrucciones, que entiende que preocupan a nuestro mundo lunar, como lo denomina.
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