Lucas Margarit y Elina Montes (compiladores)
UTOPÍAS INGLESAS DEL SIGLO XVIII
Construcciones imaginarias del estado moderno: selección de textos y comentarios críticos
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© 2016, Lucas Margarit y Elina Montes.
ISBN 9788869343001
Hecho el depósito que indica la ley 11.723
Este libro fue financiado por el proyecto de investigación UBACyT 20020120200060BA, “Configuraciones utópicas en la Inglaterra del siglo XVIII”, programación científica 2013-2016 de la Universidad de Buenos Aires, dirigido por Lucas Margarit.
Dirección de arte e diseño gráfico de tapa: Theo Contestin
Introducción
Lucas Margarit y Elina Montes
El presente volumen reúne una serie de escritos utópicos ingleses del Siglo XVIII traducidos por primera vez al español, cada uno de ellos cuenta con una introducción que pretende contextualizar el escrito y comenta sus aspectos más relevantes. La serie de traducciones y sus estudios integran los resultados finales de un proyecto de investigación acreditado por la Universidad de Buenos Aires(1) y desarrollado en el bienio 2013-2015 con el título “Configuraciones utópicas en la Inglaterra del siglo XVIII”. Es esta una línea de análisis que, por otra parte, se ha iniciado en el año 2011, cuando, bajo el título “Configuraciones utópicas en la Inglaterra de los siglos XVI y XVII” (UBACyT 20020100200009),(2) nuestro grupo de investigadores se propuso continuar una trayectoria de interrogación que atañe a la incidencia de un conjunto específico de narrativas inglesas en las que es factible reconocer respuestas creativas no solo a la relación siempre problemática que los individuos mantienen con los discursos que plasman sus subjetividades, sino también a las maneras en que las soberanías sojuzgan, excluyen, clasifican, otorgan o niegan.
El nuevo proyecto indaga, entonces, en primer lugar, las transformaciones que se operan en determinadas imágenes, registros y estrategias narrativas que marcaron el género utópico en el período anterior, y que tienen lugar, principalmente, bajo la influencia de las ideas filosóficas de la Ilustración. Jean Servier, en Historia de la Utopía , resumirá las marcas de estas utopías de la Ilustración a partir de la consolidación de un pensamiento político, para ello afirmará que “La obra de Swift, como el pensamiento de Cyrano de Bergerac, marca un alto propicio a la reflexión. No propone un ideal opuesto a la realidad sino una crítica filosófica y una puesta en entredicho de las reglas de nuestra sociedad”.(3) Este plano político se caracteriza esencialmente por uno de los aspectos salientes del género utópico que es la búsqueda de la plena felicidad por parte de las sociedades imaginadas; en algunos casos veremos que esta se logra porque individuo que siente plena libertad en el uso de su cuerpo y en sus relaciones comunitarias, en otros casos, el bienestar se logra a partir de una estricta adecuación a una serie de leyes rígidas que se desprenden de la imposición estricta de un código moral.
Gregory Claeys, un reconocido especialista en el tema, propone en su introducción a Utopias of the British Enlightenment , una serie de motivos que justificarían el resurgimiento del pensamiento utópico en este período, que define como sigue:
1. una floreciente literatura de viajes, que en su vertiente utópica incluía fantásticas visitas a la luna (un subgénero que surgió en el temprano Siglo XVII), naufragios en tierras imaginarias, al estilo de Crusoe y colonias experimentales proyectadas en el nuevo mundo […];
2. la importancia creciente de la ciencia y la tecnología, ese “hacer que todas las cosas sean posibles” de Francis Bacon ( Nueva Atlántida , 1629), que a veces adopta el interés en prolongar la vida e incluso los esfuerzos herméticos de transformar los metales en oro;
3. la popularidad cada vez mayor de la idea secular de progreso, aplicada a la ciencia y la tecnología, a la noción de una serie de estadios sociales a través de la opulencia y el refinamiento, y del conocimiento humano y del potencial de la especie en lograr una perfección espiritual y física mayor […];
4. la amenaza de la pobreza y del caos social […];
5. la perenne percepción de que la expansión comercial y la corrupción política alientan la codicia, el vicio y el escepticismo religioso;
la tendencia creciente de propuestas de reforma política, principalmente por parte de los republicanos, que culminan en la fusión parcial del utopismo y de la teoría política constitucionalista de la Revolución Francesa. […] (Claeys: 1994, xi-xii, la traducción es nuestra).
No cabe duda de que la expansión de la publicación de textos de viajes, se debe a un interés creado en torno a la narración de las experiencias de los nuevos descubrimientos, de los asentamientos y de los intercambios, junto con el requerimiento de precisión en la descripción de nuevos territorios que presente de manera verosímil y esmerada las novedades que estos descubrimientos implican; además de los pormenores de la navegación serán los tópicos que más interesarán a la gran cantidad de lectores que atraía este tipo de relatos que en muchos casos presentan una notable cercanía con la novela de aventuras.
Asimismo, el interés por los viajes está íntimamente relacionado con la atracción generada por la encendida divulgación de los desarrollos científicos muchos de ellos fundamentales para la navegación. El tercer aspecto señalado por Claeys habla de una “idea secular de progreso”, vinculada estrechamente a “la importancia creciente de la ciencia y la tecnología”, pero, ¿qué se entiende por “progreso” en este siglo y qué consecuencias tiene esta noción con respecto a la conformación de estructuras sociales en las que sus “avances” se reflejarían?
Es en este sentido que cabe señalar que las primeras dos décadas del siglo XVIII están dominadas por la incidencia de la “Querella de los antiguos y los modernos”, que surge en Francia en las últimas décadas del siglo XVII y que repercute de inmediato y ampliamente en el ámbito cultural de Inglaterra (las obras de Daniel Defoe y de Jonathan Swift están atravesadas por esta controversia). El debate, que da lugar a una polémica encendida entre los defensores de ambos bandos, inaugura un modo inédito de pensar la relación entre lo tradicional y lo novedoso y, entre otras cosas, deja asomar la idea de originalidad que tendrá ulteriores desarrollos ya avanzado el siglo XVIII.(4) La controversia significó, asimismo, un modo de situarse ante la reciente incorporación del discurso científico en las disputas sobre cómo conocer y producir afirmaciones verdaderas y descripciones consistentes sobre la naturaleza humana y el mundo natural, separadas definitivamente de la razón teológica. Es hacia mediados del siglo XVIII que el racionalismo que regía la especulación filosófica y científica se extiende al terreno de lo social. John Bury afirma, al respecto, que es entonces que
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