Vanessa Torres Ortiz - Crimen dormido

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Crimen dormido: краткое содержание, описание и аннотация

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Cintia es una joven periodista del periódico local de Campero. Se interesa por las noticias relacionadas con desapariciones y asesinatos. Precisamente es ahí donde se entrega en cuerpo y alma, para resolver un antiguo crimen que le toca muy de cerca: su hermano, quien, al parecer, perdió la vida en un accidente de moto; sin embargo, ella no está tan segura de que fuese un accidente.

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—Y, entonces —comenzó a formular una pregunta—, me ha contado que el arma homicida no ha aparecido, ¿no es así?

—Pues así es, desgraciadamente, —Descruzó las manos y se aproximó al rostro de Cintia—, pero te puedo asegurar que no solo daremos con el paradero del arma homicida, sino que también lo haremos con nuestro asesino o nuestra asesina.

Sintió un pequeño escalofrío con las palabras del capitán y se echó hacia atrás apoyando así la espalda en el respaldo de la silla donde se encontraba sentada.

—Estupendo. También tengo algo que comentarle, capitán; no sé si será de ayuda, pero creo que debo contarle…

—Dime, cuéntame —dijo el capitán algo extrañado.

—Con los nervios, pues la verdad es que pasé algo por alto. Cuando encontré a Mónica debajo de su cama, lo que me llamó la atención para agacharme fue que en el suelo brillaba una alianza. Al cogerla, pude leer que en ella estaban grabados los nombres del matrimonio y su fecha de boda, pero la volví a dejar en el suelo y en ese momento fue cuando descubrí el cuerpo sin vida de la doctora. ¿No han encontrado la alianza que menciono? Bueno, es por si pudiese tener huellas del asesino, no sé, quién sabe…

—Pues no, no tengo constancia de que hubiese ninguna alianza en el lugar del crimen. Yo personalmente estuve allí y no la vi. ¿Estás segura de que fue eso lo que viste y de que la volviste a dejar en el suelo?

—¡Claro que sí! —contestó con nerviosismo; ella estaba segura de lo que vio y de dónde la dejó.

—De acuerdo, en ese caso preguntaré a mis agentes por si la han encontrado y no me lo han notificado.

La visita se dio por concluida y ella se levantó de la silla para estrecharle la mano al capitán.

—Muchas gracias, capitán, le agradezco enormemente su colaboración; su ayuda es imprescindible para poder escribir mi artículo. También le pediría un favor: aquí tiene mi tarjeta con el número de la redacción y el de mi móvil. Cuando tenga más información, le agradecería que me lo comunicase y, por supuesto, lo de la alianza para saber si la han encontrado, aunque sea por curiosidad —dijo mientras se reía dulcemente ante la mirada del capitán.

—Muy bien, te telefonearé cuando sepa algo más, pero… Cintia, —Ella se encontraba abriendo la puerta del despacho con la intención de salir—, que sepas que todo esto lo estoy haciendo porque me has caído bien, ¿eh?

Cintia se sorprendió por sus palabras e incluso la hicieron enrojecerse.

—Muchas gracias, capitán.

El camino a redacción lo atravesó envuelta en sus pensamientos sobre los crímenes y sobre todo en la dichosa alianza: «¿Cómo es posible que no la hayan encontrado? La dejé allí, donde estaba». Algo aterrador pasó ligeramente por su cabeza y comenzó a dar grandes pasos para acortar su camino; deseaba llegar para contárselo todo a Juanra. Al pasar por una calle, unos obreros la piropearon, pero ella se encontraba sumida en sus pensamientos: todo esto la estaba volviendo loca de nuevo.

Ya sentada en su mesa, delante del ordenador, este se le acercó rodando con su silla hasta colocarse justo al lado de ella; le dio un suave beso en la mejilla y le preguntó por su visita a comisaría. Ella le explicó lo que le había contado el capitán Méndez, pero también le contó lo que venía rondándole por la cabeza desde que salió de comisaría:

—Juanra, ¿entiendes lo que quiero decirte con esto?

—No sé, Cintia, no creo que esa alianza tenga mucho que ver con todo esto. Yo creo que se encontraba en el suelo porque su dueña se encontraba debajo de la cama y, cuando la metieron ahí, debió ser cuando se le cayó. No creo que haya que buscarle los tres pies al gato, es así de simple.

—Sí, en eso estoy de acuerdo contigo, pero lo que estoy intentando decirte es que, si yo la dejé allí y la policía no la ha encontrado, solo puede significar una cosa… —Él suspiró fuertemente: Cintia era muy cabezota, pero también le parecía que se estaba preocupando demasiado; todas esas cosas eran trabajo de la policía, no de ella—. ¡Juanra, joder! ¡Alguien tuvo que entrar después de que yo me fuese de la casa y llevarse la maldita alianza! Y si eso fue así, es que esa alianza oculta pruebas contundentes del asesino, ¿entiendes? ¡El asesino fue el que entró de nuevo en la casa para llevarse esa prueba!

Se quedó verdaderamente sorprendido con el relato de su chica: miró al despacho de Justo y le pidió que bajase la voz, pues los demás compañeros estaban comenzando a mirarlos.

—Pero, Cintia, ¿cómo iba a entrar alguien en la casa después? La policía se quedó allí, ¿recuerdas? Si alguien hubiese entrado, lo habrían visto.

—¡No lo sé, Juanra! Pero ha tenido que ser así, a no ser que me telefonee el capitán Méndez para decirme que sí la han encontrado, pero no se lo habían comunicado a él y eso no va a pasar.

Con tanta emoción al descubierto por parte de ella, Justo alzó la vista y se dirigió hasta donde se encontraba la pareja.

—Cintia, ¿cómo lleva su artículo? —preguntó en tono irónico.

—¡Oh, bien! La verdad es que bien; acabo de venir de comisaría donde el capitán me ha proporcionado información sobre el caso.

—Y usted, Juan Ramón, ¿también viene de comisaría? —preguntó esta vez dirigiéndose a Juanra con tono de enfado.

—No, no —dijo Juanra mientras se alejaba empujando su silla con los pies hasta su mesa de trabajo.

—Entonces, ¿puedes comenzar a escribir algo?

—Sí, la verdad es que puedo ponerme manos a la obra. Tengo los resultados de las autopsias al igual que la forma en que se cometieron los crímenes según la policía, claro. Aprovecho para comunicarte que mañana es el entierro; por supuesto, asistiré, a ver si tengo suerte y puedo recopilar más datos. Preguntaré todo lo que pueda a las personas que asistan y a los familiares, obviamente.

—Me parece estupendo. Te veo entusiasmada, Cintia, eso me gusta… —Se acercó lentamente hasta su oreja—. ¿Podemos quedar esta tarde para tomar un café y charlar más tranquilamente sobre todo esto? Creo que tenemos que analizar una serie de cuestiones.

Cintia no parecía entender muy bien la propuesta de su jefe de quedar fuera del trabajo precisamente para charlar sobre cosas de él. ¿Por qué no lo hacían allí? En esos momentos, por ejemplo. La incógnita que Justo le había pintado tampoco la convencía demasiado. ¿A qué cuestiones se refería? Claramente pensó que si quería dar respuesta a todas sus preguntas, lo mejor sería quedar con él para ese café.

—¿Te parece bien a las seis en la cafetería Molina? Se encuentra justo a la vuelta de la esquina de esta avenida.

—Sí, la conozco —respondió él mientras se doblaba los puños de su camisa beis—, allí nos vemos; a las seis.

Llegó la hora de marcharse para el almuerzo. Entre tantos pensamientos, Cintia no había conseguido escribir nada bueno sobre su artículo: era como si no pudiese encontrar la concentración que necesitaba; todo lo sucedido durante estos días atrás la había descolocado por completo. En ocasiones, sentía como si su alma abandonase por un instante su cuerpo y había otras que, en cuanto cerraba los ojos, veía claramente a su hermano Jaime y a Jenny. No podía dejar a un lado toda esa historia y la recomía el no poder saber la verdad; había una verdad en todo aquello, de eso estaba completamente segura, pero ¿el qué? Se levantó de su silla y cogió el bolso mientras se dirigía a la mesa escritorio de Juanra: él todavía se encontraba guardando como loco un millón de papeles y documentos que tenía esparcidos por toda la mesa.

—¡Venga, deja eso! Estoy deseando ver dónde me vas a invitar a comer hoy —dijo risueña.

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