Finalmente, la condesa, tras calmarse, pudo hablar sin llorar.
—¿Dónde ha estado? ¿Dónde lo encontraron? ¿Quién lo encontró?
—La pequeña Sol lo halló —respondió el conde en voz baja.
—Oh, no —dijo Sol con falsa modestia—. Creo que los tres ayudamos. Yo encontré el rastro, pero los hombres aportaron el poder de la lógica.
—¿Qué rastro? —preguntó la condesa.
Los demás intercambiaron miradas de alerta y Dag actuó rápido:
—Había un mechón de cabello entre los setos... y después de hallarlo, solo había un modo de proseguir.
Aquella era una explicación bastante simple, pero nadie quería ahondar más en los detalles.
—Debemos organizar una misa de agradecimiento en la iglesia —sugirió la condesa.
A Dag no le sorprendió en lo más mínimo ver la expresión de desdén en el rostro de su hermana.
Por fin, después de tanto tiempo, llevaron a Sol a su cuarto. Más tarde, tuvieron una opípara cena en su honor, que se convirtió en una ocasión perfecta para celebrar los sucesos del día.
La visita de Sol a Dinamarca había comenzado del mejor modo posible. Ella era la heroína y ¡disfrutaba de cada instante!
Capítulo 3
Finalmente, Dag tuvo tiempo de leer las cartas que Sol le había traído desde el hogar. Empezó por la de Liv: la abrió con cuidado y comenzó a leer:
«Querido Dag. Te extraño muchísimo. Graastensholm está muy vacío sin ti. Cada tanto voy allí a visitar a la tía Charlotte porque la hace feliz. Ella habla sobre ti, y eso me hace feliz a mí. Pero realmente extraño nuestras caminatas alrededor del castillo. Miro la torre y recuerdo la época en que nos parábamos allí arriba y conversábamos sobre la vida en el pueblo de abajo y sobre cómo las personas parecían hormigas avanzando a toda prisa.
¿Por qué tenemos que crecer, Dag?
Oí que planeas contraer matrimonio con una tal señorita Trolle. Me alegra que hayas encontrado con quien compartir la vida. Espero que ella sea amable contigo. Si no, ¡me aseguraré de que LO SEA! ¡Nadie debe tratar mal a mi hermano!
En cuanto a mí, he aceptado la propuesta de Laurents Berenius y creo que no me arrepentiré. Aún no lo conoces, pero él es todo lo que uno podría desear. Aunque él nunca será capaz de comprender nuestras vidas de pobreza en el valle del Pueblo del Hielo. Es un hombre que lo tiene todo. Hace poco ha heredado la exitosa empresa de su padre... Y tiene barcos alemanes y daneses que llegarán a Oslo con provisiones para carga o descarga. Laurents se ocupa de todas esas cosas. También es muy apuesto y es un buen conversador. Suele ser demasiado confiado y la clase de persona que dice «yo sé qué es lo mejor», si entiendes a lo que me refiero. Nunca pensaría en discutir sus negocios conmigo, y por ese motivo sé muy poco al respecto. Sin embargo, siempre ha sido maravilloso conmigo y estoy tan abrumada por su atención, que me avergüenza. ¡No soy merecedora de todo eso! Pero sería una tonta si rechazara su propuesta y ME GUSTA de verdad, así que estoy segura de que tendré una buena vida a su lado.
Como imaginas, es difícil resistir tanta atención.
Nos casaremos la semana siguiente al solsticio de invierno. Todos esperamos que Sol y tú ya hayáis regresado a casa para ese entonces.
Cariños para Miss Trolle y para ti.
Cuídate,
Liv»
Dag apoyó la carta. Permaneció sentado un instante, invadido por la sensación de incomodidad. Luego, alzó la siguiente carta. Era de su madre, Charlotte, y contenía las advertencias habituales y muchas palabras sobre cuánto lo extrañaba y lo sola que se sentía sin él:
«El prometido de Liv es absolutamente encantador. Fui yo quien los presentó. Se conocieron aquí, en Graastensholm, y Laurents se enamoró a primera vista de Liv. ¡Y con razón! Cuando reflexiono sobre ello, Liv está destinada a ser la esposa soñada por cualquier hombre. Estoy muy feliz por ella.»
Silje, con sus faltas de ortografía encantadoras, escribió sobre la futura boda:
«Tengel y yo estábamos porque Liv es mui joben. El chico no puede esperar a tenerla. Es un partido increible para nuestra pequenia. No podría encontrar a alguien mejor. Vueno, chico no es la palabra adecuada. Es un adulto. Liv se mudará a Ozlo y es vueno porque no es demaciado lejos. Sol y tu deben venir a casa para la voda.
Sol me preocupa mucho; ya saves por qué. Por favor, Dag, ¡cuidala! Ella ha estado maravillosamente estos sinco años, pero ahora es una chica muy difícil. Creo que su herensia aparesio de nuevo. Pero quería irce de casa.»
Tengel, que no estaba nada habituado a escribir, había añadido unas líneas breves con su caligrafía pesada, para decir que todos estaban bien, pero que echaban mucho de menos a Dag.
Luego, había una carta de Are. Su hermanito Are: él también crecía y probablemente ya era todo un joven.
No tenía el formato de carta habitual, solo era un mapa boceteado de Lindealléen en el que mostraba cómo planeaba agrandar y mejorar las dependencias; parecían grandes planes. Pero aquello no sería ningún problema para Are. Era el indicado para el trabajo. Él tenía su propia opinión y siempre lograba lo que se proponía.
De pronto, cuando terminó de leer, Dag sintió nostalgia de nuevo. Reunió las cartas sintiendo que no podía regresar tan rápido como quería a Lindealléen y Graastensholm. Pero sabía que no sería capaz de viajar allí para la boda porque se celebraría ocurriría en medio del bimestre. ¿Y Sol? Él sabía demasiado bien que no podría hacer que partiera hasta que ella no hubiera probado todo lo que aquella vida nueva tenía para ofrecerle.
Dag compartía la inquietud de Silje. Sol no era alguien a quien dejar sola con confianza. El sábado próximo, Dag había planeado llevarla a una fiesta y presentarle algunos amigos estudiantes. Ya se temía cómo podía acabar aquello.
De todos modos, Sol había causado una muy buena primera impresión en la casa de la familia Strahlenhelm. Luego, comenzó a pensar en Laurents Berenius... ¿Qué sentía realmente Liv hacia él? ¿Qué clase de canalla sabelotodo era el chico?
***
Los ojos de Sol brillaban mientras iba mirando a su alrededor en la radiante posada que los amigos de Dag habían escogido para su fiesta.
Estaban sentados alrededor de una mesa larga y estrecha que tenía marcas del paso del tiempo en su superficie ennegrecida y gastada. Allí todos eran jóvenes e intelectuales que habían acudido junto a sus hermanas o primas; no tenían permitido traer a alguien que no estuviera vinculado a ellos. Hacerlo se habría considerado como un acto impropio de su nivel, por lo que se interpretaría que esa mujer sería clase baja. Los ojos de las damas brillaban tanto como sus perlas. Las bandejas estaban repletas de comida y jarras de metal, colmadas..
Sol sabía perfectamente bien que llamaba la atención. La condesa Strahlenhelm le había prestado uno de sus vestidos viejos, y aun así era la prenda más fantástica que Sol había visto. Nunca se había sentido más atractiva que esa noche y las miradas de admiración que recibía de los muchachos le indicaba que sin lugar a dudas era hermosa.
Pero esos chicos no le interesaban demasiado... excepto uno que había atraído la atención de Sol por otros motivos.
—Dag —le susurró a su hermano—, ¿qué habían dicho sobre aquel hombre de allí? ¿El que llaman Preben?
—Olvídalo —respondió Dag dejando un muslo de pollo en el plato.
—No, ¡quiero saberlo! Dijeron algo sobre magia negra.
—Sol —suspiró Dag, mirándola con seriedad—: ¿De verdad tienes que vivirlo todo de un modo tan peligroso?
—Para mí es completamente natural. No importa, lo averiguaré sola.
—No, ¡no puedes andar por ahí haciéndole a los demás preguntas tan incisivas! —Luego, hizo una pausa y pensó de nuevo en la pregunta de Sol—: Bueno, si de verdad quieres saberlo, entonces te diré que él es miembro de una sociedad esotérica, aquí, en Copenhague.
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