Dentro de esa línea, un trabajo fundamental para comprender la complejidad de la posición internacional de la Unidad Popular y la injerencia extranjera, ha sido el de Tanya Harmer, El gobierno de Allende y la Guerra Fría Interamericana. En este, la autora propone comprender la Guerra Fría como un conflicto dinámico y, por lo mismo, propone posicionar a la Unidad Popular en un escenario de Guerra Fría Interamericana, relevando actores regionales como Cuba, Brasil, Perú, Argentina y Bolivia. La autora evalúa la política estadounidense en su hostilidad y hegemonía, relevando las intenciones que existían detrás de las decisiones políticas frente a un presidente marxista. Pero, a la vez, retrata a un Washington intimidado, frustrado y un Chile con mayor espacio de maniobra de la que imaginaba45. Superando la perspectiva de la responsabilidad, la autora busca demostrar cómo el conflicto tuvo varios escenarios, con múltiples actores que tenían autonomía suficiente para desarrollarse políticamente en la región. Según la autora, tanto Richard Nixon como Fidel Castro se mostraron profundamente frustrados por su incapacidad de manejar los eventos chilenos46.
No resulta extraño que la política estadounidense en Chile se estudie desde la perspectiva de la responsabilidad. Si bien diversos autores han propuesto ampliar la mirada hacia otros actores y han generado otras preguntas, la intervención estadounidense en Chile sigue siendo un asunto muy potente en el imaginario actual sobre esos años. Allende, en sus últimas palabras dirigidas al pueblo chileno, apuntó el dedo hacia el capital foráneo y el imperialismo que, unidos, crearon “el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición”. Apuntó al norte y todos miraron, no solo porque lo decía el mandatario, sino porque también en América Latina se había vivido un fuerte antinorteamericanismo y vigilancia ante el imperialismo. De alguna forma, hacía sentido. Existían ejemplos anteriores, y frente la tragedia resultaba más fácil responsabilizar a otro y la repuesta de EE.UU. era plausible. El autor Joaquín Fermandois ha atribuido esta “teoría de la conspiración” a la “inextinguible necesidad humana de entregar explicaciones simples de hechos y procesos muy complejos”47. Es más sencillo culpabilizar a un director que, tras bambalinas, escribe un libreto y lo reparte entre los actores, quienes, solo de esa forma, saben qué papel juegan en la historia. Ante la pregunta del peón o del actor, se hace fundamental alejarse de las respuestas simples y de los callejones conspirativos48. Ni ocupación extranjera ni guerra civil, sino un país con un desarrollo y dinámicas políticas internas, inserto en el sistema internacional en el marco de una confrontación global49.
Como dice Alfredo Riquelme, comprender los años de Salvador Allende y su derrocamiento desde las dinámicas nacionales, no implica menospreciar la importancia de las estructuras e influencias internacionales en el proceso chileno50, sino más bien significa entender el acontecer en el Chile de los 70 desde una perspectiva que equilibra el rol de los actores involucrados en los acontecimientos. Los estudios sobre la política estadounidense en Chile se han ido ampliando, pasando de la determinación de culpables hacia la comprensión de un proceso desde otras preguntas. Mirar la política estadounidense desde la perspectiva de la responsabilidad se entiende desde una experiencia de reacción ante un golpe que impactó el mundo. Pero hoy se deben asumir otros actores y equilibrar su espacio de maniobra.
Puede parecer una contradicción plantear la importancia de destacar a otros actores dentro de la trama, siendo este un estudio que analiza la perspectiva estadounidense. Pero lo interesante de esta apertura analítica es que permite generar nuevas preguntas sobre los roles y dimensiones de los mismos actores. Dejar descansar la pregunta de la responsabilidad, amplía la posibilidad de análisis y permite volver a revisar la manera en que se desenvolvieron los personajes. De esta forma, nos podemos volver a preguntar sobre la política estadounidense en Chile, pero desde una perspectiva que valora históricamente el cómo se pensó Chile desde Estados Unidos y el impacto de las imágenes políticas construidas en el proceso.
Representación, imágenes políticas y discusiones
Como se indicó, esta investigación busca valorar lo que los documentos compilados en los volúmenes Foreign Relations of the United States pueden aportar al conocimiento sobre su política en Chile. Estos documentos se hacen relevantes en cuanto a que abren las puertas a otras dimensiones de la política exterior que trascienden a las cifras de acción encubierta y las voluntades de Richard Nixon y Henry Kissinger. De esta forma, la fuente nos ayuda a ampliar la perspectiva, plantear otras preguntas y encontrar nuevas historias. Esto porque nos permiten excavar elementos que subyacen a las grandes decisiones de política exterior, en un proceso complejo de toma de decisiones, donde las representaciones, imágenes políticas y discusiones jugaron un rol preponderante.
La política exterior estadounidense en Chile se ha estudiado a través de aquellos documentos clave que probaban, matizaban o negaban una intervención. También se han estudiado las motivaciones de políticos estadounidenses, centrándose en los principales actores que decidían la política exterior. Lo que nos aportan estos documentos es el contexto de tales decisiones, las ideas que circulaban en torno a ellas y los distintos actores que aportaban a la discusión. Como dice Tanya Harmer, “incluso descentrando solo la parte norteamericana de la historia es mucho más lo que se revela, especialmente cuando se trata de explicar las motivaciones de las políticas estadounidenses, el proceso por el cual ocurrieron y sus consecuencias”51.
Estos volúmenes permiten aproximarnos al aspecto más cotidiano de las decisiones políticas en un ejercicio que involucra a distintos actores a través de las etapas que conforman el proceso de decisión en política exterior. Este tipo de decisiones sigue un camino que implica la recopilación de información (principalmente entregado por las agencias de inteligencia y el embajador), el análisis de la información (responsabilidad de los actores que desde Washington deben presentar opciones), la discusión de las distintas posiciones (presentadas en diversos contextos), la delimitación de una política específica y la implementación. En este proceso, la interpretación de la otra nación se hacía fundamental, en un camino que implicaba esclarecer lo que acontecía en el país determinado, con el fin de generar políticas.
Reiterando, las relaciones internacionales son, inevitablemente, un encuentro cultural52. Construir una política exterior implica interpretar otra nación en base a sus dinámicas internas e intenciones. A través de la información que proveen los distintos corresponsales, se produce un evento que implica traducir la realidad de un país, en un ejercicio de interpretación, donde las ideas preconcebidas y las percepciones toman preponderancia. Como escribió Nathaniel Davis, la diplomacia es una profesión de comunicación, empatía y percepción, donde los reporteros deben interpretar, desde el mismo lugar donde se desenvuelven, las dinámicas culturales y políticas de un país para entregarlas a Washington53. En ese lugar se produce otro tipo de encuentro cultural, a través de la lectura del fenómeno, pero desde el norte.
Los que toman decisiones y llevan a cabo las políticas que constituyen las relaciones internacionales son los individuos54. Si bien se puede interpretar desde una perspectiva sistémica o estatal, creemos que este foco amplía las posibilidades para entender la política exterior de un país determinado. Hablar de “acciones soviéticas” o “decisiones chinas”, se convierte en un atajo conveniente que esconde al humano que yace tras el proceso de toma de decisiones55. Los individuos son los que perciben y responden a lo percibido, basados en un sistema de valores que reflejan una cultura política.
Читать дальше