Portadilla
Prólogo
Introducción
Capítulo uno. Aprender en la sociedad de la información
Capítulo dos. La escuela en la encrucijada
Capítulo tres. Mejora de la educación. Currículo, evaluación e inclusión
Capítulo cuatro. Innovación y mejora de la escuela
Capítulo cinco. Autonomía y rendición de cuentas
Capítulo seis. Gobernanza y evaluación del sistema educativo
Capítulo siete. La dirección escolar en España
Capítulo ocho. La educación inclusiva
Capítulo nueve. El Consejo de Sabios. La participación del alumnado
Capítulo diez. La participación de las familias
Capítulo once. La convivencia en la escuela
Capítulo doce. Evaluar para aprender
Capítulo trece. Aprender en el aula
Capítulo catorce. El aprendizaje-servicio
Capítulo quince. Los espacios educan. El aula cooperativa multitarea
Capítulo dieciséis. La educación emocional
Capítulo diecisiete. Las TIC y los entornos personalizados de aprendizaje
Capítulo dieciocho. El profesor en la red
Capítulo diecinueve. La profesión docente
Capítulo veinte. Selección y formación del profesorado. El DIR educativo
Agradecimientos
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Notas
Créditos
Elena Martín Ortega, catedrática de Psicología Evolutiva y de la Educación en la Universidad Autónoma de Madrid
Conocer y comprender la realidad educativa es una tarea ingente y, sin embargo, esta obra se enfrenta a ella y nos ofrece un material que, a mi juicio, contribuye de forma significativa a la reflexión acerca de cuestiones esenciales para la escuela.
La selección de los temas es uno de los valores del libro. Ninguno de los problemas que se abordan es irrelevante, pero la riqueza viene en gran medida de la confluencia y complementariedad de los distintos capítulos. José Manuel Arribas muestra un conocimiento experto, amplio y profundo, de la realidad educativa al haber dibujado un rico y acertado mapa temático y haber identificado a personas que tienen mucho que decir en ello. La lista de entrevistados reúne a figuras muy reconocidas en el mundo educativo. Hay que felicitar al autor no solo por la lucidez en la elección, sino también por el equilibrio de perspectivas y la capacidad de entusiasmo que, sin duda, ha tenido que desplegar para convencer a tantas personas de prestigio que, si bien son generosas, suelen tener, no obstante, una sobrecarga de tareas.
El formato de entrevistas por el que se ha optado hace original el texto, pero sobre todo le imprime una valiosa agilidad. Es muy probable que la lectora o el lector conozca ya otras obras de los entrevistados y reconozca, por tanto, algunas de las ideas que expresan en sus respuestas, pero la frescura de un diálogo nos permite descubrir algunas nuevas aportaciones y, en cierta medida, nos aproxima más a la persona que comparte abiertamente sus opiniones.
A pesar de que algunas de las entrevistas se hicieron hace ya tiempo, la actualidad del contenido sigue vigente. Podríamos pensar que quizá ello es un negativo síntoma de estancamiento de la educación escolar, pero mi interpretación, más positiva, es que, como en todo ámbito complejo de la realidad, los elementos cruciales siguen siendo en gran medida los mismos, aunque la forma de entenderlos y enfrentarlos se vaya actualizando.
Estas características de forma y de fondo hacen del libro un material que puede interesar a una amplia audiencia. Los profesionales de la educación encontrarán reflexiones sugerentes acerca de temas que, sin duda, están presentes en su tarea. La autonomía de cada capítulo y la fácil lectura, por la extensión y el lenguaje adoptado, hacen de la obra un recurso útil para estudiantes universitarios. Pero, afortunadamente, la presencia de la educación es cada día mayor en el conjunto de la sociedad y las familias y otros miembros de la comunidad educativa es seguro que encontrarán también argumentos estimulantes acerca de problemas que las implican.
El autor y la editorial me han permitido generosamente que, además de presentar la obra, pueda aportar también una breve respuesta a la pregunta que se les ha planteado a los entrevistados acerca de los principales cambios que harían avanzar al sistema educativo.
Como han contestado varios participantes, serían muchas las transformaciones que requeriría la educación escolar, pero yo voy a detenerme en la que me parece más relevante: ser capaces de ajustar la ayuda a los aprendices. En los entornos educativos informales como la familia resulta natural entender que, si queriendo lo mismo para tus hijos, actúas igual con todos ellos, con alguno te equivocas. Asimismo, cuando en un campamento las monitoras enseñan alguna nueva actividad a los niños y niñas, adaptan su ayuda a las características de cada menor. Esta habilidad humana, que tan espontánea parece en las interacciones personales fuera de la escuela, en su seno se convierte en una gran dificultad. Es comprensible porque el peso de la función acreditativa, el alto número de aprendices con el que se interactúa y la dificultad de conocerlos en profundidad o el menor compromiso emocional con su éxito, por citar solo alguno de los factores que diferencian el entorno escolar de otros contextos educativos, convierten en una meta muy difícil la atención a la diversidad de todo el alumnado.
Sin embargo, esta sigue siendo la clave de la calidad de la enseñanza. La educación es un derecho de todo ser humano, ya que solo la escuela puede garantizar algunos aspectos del desarrollo sin los cuales la persona no puede incorporarse en igualdad de condiciones a la sociedad. Es una gran responsabilidad y no podemos permitir que haya un porcentaje de estudiantes que fracasen en su escolaridad. Es cierto que la mayor diversidad que cada día existe en las aulas hace más difícil la tarea de los docentes y de la institución en su conjunto, pero no es un reto nuevo y, sobre todo, es un reto ineludible.
La atención a la diversidad fue el principio rector de la LOGSE, hace ya 30 años. El equipo responsable de esta Ley lo fue también del programa de integración que se puso en marcha en 1985, y era plenamente consciente de que enseñar es ayudar a construir el desarrollo y de que este proceso de construcción es necesariamente distinto en cada persona. En estas tres décadas se ha avanzado en ese complejo camino, aunque a mi juicio hubiera sido deseable un progreso mayor. Son muchos los motivos que podrían explicar esta lentitud, pero yo voy a limitarme a señalar uno que no tiene que ver con los recursos insuficientes o la inadecuada formación del profesorado a los que se alude con mayor frecuencia. Mi intención es volver sobre un nuevo énfasis del marco teórico que me parece fundamental.
Me refiero al enfoque de la personalización del aprendizaje (Coll, 2018 1). Como señala este autor, impulsor a su vez del marco teórico de la LOGSE, el concepto de atención a la diversidad se centraba fundamentalmente en los aspectos cognitivos del aprendizaje. Los alumnos y las alumnas aprenden a distintos ritmos, con distintos estilos y se benefician, por tanto, diferencialmente de las ayudas pedagógicas que se ajustan a su peculiar manera de aprender. El concepto de personalización completa esta idea con otras dos igualmente importantes. La primera, que los estudiantes difieren también en sus intereses, motivaciones y experiencias previas de aprendizaje que, por tanto, deben ser tenidas muy en cuenta a la hora de enseñarlos. La segunda, que no debemos ser los docentes quienes definamos cuáles son las necesidades personales de cada aprendiz, sino que es su propia voz la que debe estar presente en esta identificación. La finalidad última de la personalización es que el aprendiz dé un sentido personal a lo que aprende, y no meramente ofrecer una enseñanza diferenciada. Entendemos por un aprendizaje con sentido aquel que permite comprenderse mejor a uno mismo en el presente y en el pasado y proyectarse en el futuro.
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