Lo que procede ahora es presentarles brevemente algunas de las ideas expuestas por los diversos autores a quienes mencionaremos conforme al capitulario. Algunos de ellos escribieron más de un capítulo, por lo que no hace falta hacer mención de todas sus aportaciones, sino solamente referir a algunas de ellas como presentación.
El contenido, variable y enriquecedor
El libro comienza con un ensayo de la doctora en Filosofía por la Universidad de Navarra y académica del Tecnológico de Monterrey, Hortensia Cuéllar Pérez, quien se hace cargo en los tres primeros capítulos, en cuanto la fundamentación filosófica de la materia del libro, con su acostumbrada solvencia académica, rigor intelectual y claridad expositiva. Su trabajo ha merecido que diversos de sus escritos hayan sido publicados en chino mandarín, inglés, italiano y polaco. Sus capítulos representan los pilares conceptuales a nivel antropológico y ético sobre los que se asienta y constituyen el entramado de fondo de las diversas temáticas y relevantes aportaciones de los prestigiados autores que participan en este libro.
En estos capítulos conocemos con profundidad argumentativa cómo surge y se desarrolla la bioética en el contexto científico y filosófico de finales del siglo XX e inicios del XXI; nos introducen en temas complejos y no exentos de polémica, como la noción de naturaleza, entendida al modo clásico y al moderno contemporáneo, y al debate al que conducen, así como la necesaria relación entre las ciencias de la naturaleza y de la vida, y el impacto que tiene para la bioética la correcta interpretación de lo que es la naturaleza humana con su insoslayable y no suprimible vinculación con la ética, la antropología filosófica, el derecho, la medicina y otras ciencias humanas y naturales, así como su efecto en campos como la biotecnología y biomedicina.
Cuéllar Pérez afirma: “Atrás de toda ética hay una antropología”, y podríamos glosar: “Atrás de cualquier posición bioética hay una interpretación del ser humano”. ¿Por cuál optar? La teoría del conocimiento y la ciencia sin prejuicios, abiertas a la riqueza de lo existente en busca de la verdad, tienen la respuesta.
En por eso que, en el centro del debate —nos dice Hortensia Cuéllar— se encuentra el ser humano, entendido en su integralidad como persona, lo que indica un acercamiento ontológico existencial en el campo real, en donde se requiere una respuesta holística a las interrogantes clásicas: ¿quién es el ser humano?, ¿cómo debemos tratarlo?, ¿cuál es el papel de la ciencia (cualquiera que ésta sea, incluyendo la bioética), en relación con su cultivador primigenio y destinatario natural, el ser humano, nasciturus (niño en el seno materno), preescolar, adolescente, en madurez o en la tercera edad? ¿Qué significa ser persona? ¿Por qué tal calificativo es el más indicado para referirnos a mujeres y hombres concretos en condición de salud o de enfermedad, en plenitud de facultades o disminuidos en algunas por las razones que sean? Todas estas preguntas son indispensables y radicales en cualquier tratamiento bioético y médico que se precie de saber quiénes somos y respete la dignidad humana, sin componendas ni prejuicios.
Otro aspecto relevante es el análisis comparativo que desarrolla esta autora como consecuencia de la afirmación de que no es lo mismo la bioética inspirada en el utilitarismo o en el consecuencialismo, que la inspirada en el liberalismo, el humanismo clásico, la ética del cuidado o el deontologismo, y que es retomado por su centralidad bioética en el capítulo 2.
Otro de los pilares que debemos tomar en cuenta en una visión inter y multidisciplinar es el marco jurídico de la bioética, tanto en el ámbito nacional como internacional, y cuyo tratamiento, en el capítulo 4, “pretende ser únicamente una guía de las normas de derecho que arropan a la bioética”. Este acercamiento y desarrollo está a cargo de la destacada abogada por la Escuela Libre de Derecho y exdirectora general del Programa de Asuntos de la Mujer de la cndh y muchos otros honrosos cargos, María Emilia Montejano Hilton, cuyo profundo conocimiento en derechos humanos, salud, educación y derechos de la mujer, así como en análisis e investigación jurídica, le otorgan la solvencia académica y disciplinar para abordar tópico tan relevante e indispensable en el presente libro.
Para María Emilia Montejano “la normativa alrededor de la bioética es muy amplia, tanto a nivel internacional como en nuestro país, donde existe una ley federal que regula los aspectos relacionados con la salud de la población y sus respectivos reglamentos, así como en cada una de las entidades federativas”, por lo que homologar criterios en este rubro, inicialmente podría conducir a severos problemas de interpretación y aplicación. No obstante lo anterior, y tomando en cuenta diversas experiencias internacionales y sus divergencias, así como instrumentos internacionales vinculantes y no vinculantes, pero relevantes, como el Código de Núremberg, la Declaración de Helsinki y el Informe Belmont, poseemos “una regulación internacional con base de principios éticos, que sin ser jurídicamente vinculante (es decir, no obligatoria), ha sido adoptada por los operadores de la medicina de muchos países que —a su vez— han empujado a una regulación bioética en sus países de origen”, de donde surge “el marco jurídico de la bioética”, con su perfil de obligatoriedad de acuerdo con las leyes de los diversos países, y en este capítulo podemos apreciar su desarrollo.
En el capítulo 9, María Emilia Montejano Hilton expone el tema de la procreación desde la perspectiva histórica y jurídica. Estudia sus causas y consecuencias. Nos presenta también una documentada investigación sobre lo que es la bioética y la procreación, dividiendo su capítulo en tres bloques claramente diferenciados: a) contexto demográfico y revolución sexual, b) intereses económicos de las farmacéuticas y multicéntricas, y c) legislación y política pública de la procreación en México. Aquí encontramos un acercamiento crítico a diversos fenómenos de nuestro tiempo, como la liberación sexual, las sexualidades periféricas, los grupos eugenésicos y el papel de las políticas internacionales de tipo económico en la geopolítica mundial y en posiciones bioéticas de perfil diverso.
La doctora en Ciencias con especialidad en Bioética por la unam e investigadora del Instituto Panamericano de Jurisprudencia de la Facultad de Derecho de la Universidad Panamericana, Luz María Guadalupe Pichardo García escribe con entusiasmo y como experta en los temas que aborda en varios capítulos. Su interés en torno a la vida (sus estudios primarios son en biología) le condujeron a estudiar el doctorado en Bioética al darse cuenta que desde este campo el debate contemporáneo sobre el tema —el de la vida— tiene mucho qué decir, sobre todo en situaciones límite, como podría expresar Jaspers o en planteamientos epistemológicos frontera, tan comunes en esta época de interdisciplinariedad y acelerados cambios tecnológicos, en los que se requiere la participación multidisciplinar a fin de responder con solvencia y de modo plausible, como acontece con la bioética.
Estas inquietudes condujeron a la autora a plantear preguntas diversas, pero todas vinculadas entre sí: hay “¿una o múltiples bioéticas?” “¿Cuáles son algunos de los métodos más conocidos de análisis y resolución de dilemas éticos?”, o bien, temas y preguntas relacionadas con la aplicación de la bioética en la práctica médica y en la investigación, como son el diagnóstico prenatal, el aborto, técnicas de reproducción asistida, las células madre y terapia génica, entre otros.
Para Potter “la bioética es un puente hacia el futuro”,6 de allí la inquietud de Pichardo García en preguntar si con el desarrollo de la bioética hay un solo corpus bioético o este campo —dependiendo de quien lo trabaje— ha discurrido por rumbos diversos, algunos de ellos quizá irreconciliables. La respuesta merece un análisis atento porque, dependiendo de las bases filosófico-antropológicas y éticas en el planteamiento de diversos bioeticistas, será su posición, como se señaló. De este modo, la autora, siguiendo a Lino Ciccone, plantea cuatro modelos: 1. Los de inspiración socio-biologista, 2. Los modelos liberales, 3. Los modelos pragmático-utilitaristas y 4. Los modelos realista-personalistas. De cada uno de ellos menciona sus presupuestos y tesis más relevantes, representantes, consecuencias éticas y médicas que su adopción o implementación traen consigo. De allí la responsabilidad ética y profesional que el bioeticista tiene al adoptar ciertos principios doctrinarios, que, en estos campos, son de vital relevancia por el impacto que su elección posee cara a la consideración del valor per se del ser humano y su dignidad inviolable, aun apelando a criterios “humanitarios”, como acontece en situaciones germinales o terminales de la vida humana.
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