José Luís Ramos Blanco - Las serventias en Galicia

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Esta monografía se centra en el estudio de los distintos aspectos que conforman la historia, el desarrollo y los rasgos más significativos que caracterizan a las denominadas «serventías».
Se analizan con detenimiento y de forma crítica tanto las aportaciones doctrinales como jurisprudenciales con la finalidad de determinar la evolución y los rasgos más característicos que configuraron en el pasado, y los que configuran en la actualidad esta institución tanto en Galicia como en otras regiones de España en las que asimismo se reconoce su existencia o aplicación

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Teniendo en cuenta el reducido tamaño de los fundos que formaban el “agra”, el cierre individual de cada uno de los predios situados en su interior impediría o dificultaría excesivamente las labores que requería su explotación agrícola. La pérdida de terreno que suponía la construcción de sólidas fronteras entre las parcelas del “agra” obligaba a optimizar el espacio dedicado a la fijación de los lindes, recurriendo a elementos de cierre más sencillos que ocupasen el espacio mínimo imprescindible 48 .

De ahí que las parcelas del “agra” contasen con un único cercado exterior común a todas ellas. En la mayoría de los casos el cierre estaba constituido por un muro de piedra, aunque también eran frecuentes los formados con tierra (“valados”), setos vivos (“sebes”) o losas de pizarra (“chantós” o “chantas”) 49 . En el interior del “agra” no solía haber muros 50 , sino que las líneas fronterizas entre los predios se señalizaban, normalmente, con pequeños “marcos” o mojones de piedra que se colocaban en las esquinas de las fincas. Las reducidas dimensiones y la estrechez de los fundos no permitían dar acceso a todas las parcelas mediante sendas, y mucho menos cerrarlas de forma individual, dada la pérdida de terreno excesiva que ello supondría y que, incluso, impediría maniobrar con una yunta dentro de muchas de ellas 51 .

Los “marcos” eran simples piedras enclavadas en la tierra en el límite de dos o más fincas, carentes de una forma o grosor característico y fácilmente identificables por el campesino, a quien le bastaba la simple mirada para reconocer si se trataba de una piedra cualquiera o de un auténtico “marco”. En ocasiones, se encontraban cubiertos por la vegetación o, incluso, llegaban a enterrarse por completo con el paso del tiempo, lo que tampoco suponía un verdadero problema para el campesino, porque éste conocía a la perfección su ubicación exacta. Además, era habitual que pegados a los “marcos” hubiera dos piedras de menor tamaño que los afirmaban (“testigos”) 52 .

De este modo, mientras que por el exterior del “agra” las fincas quedaban sólidamente protegidas de las eventuales incursiones de terceras personas o del ganado, en su interior el reducido tamaño de los fundos obligaba a sus usuarios a tener que recurrir a elementos divisorios más frágiles que ocupasen el mínimo espacio imprescindible. De ordinario, los lindes entre las parcelas colindantes se fijaban con una simple línea imaginara trazada de “marco” a “marco” que, al ser fácilmente transgredibles, generaba fuertes riñas y disputas vecinales. En efecto, la práctica fraudulenta más habitual era, precisamente, el desplazamiento de los “marcos” hacia el interior de la finca contigua, aunque la operación sólo podía abarcar escasos centímetros, debido al escaso tamaño de los predios y a que el campesino conocía con exactitud la ubicación de los “marcos”, incluso cuando hubiesen quedado cubiertos por la vegetación o enterrados bajo tierra 53 .

A pesar de la fragilidad de los límites interiores del “agra”, los valores tradicionales imponían el máximo respeto al derecho a la propiedad 54 . Sin embargo, la tentación de arquear un poco el surco al arar o el movimiento de los “marcos” hacia el interior del fundo colindante con la finalidad de aprovecharse de unos centímetros de tierra, siempre estaba presente.

Conscientes los campesinos de la fragilidad de los “marcos”, idearon éstos algunas fórmulas para evitar o aminorar los frecuentes conflictos y disputas vecinales. Quizá la más destacable era la de cavar, en el momento de la cosecha, en la línea divisoria entre las fincas un surco más hondo que los demás entre “marco” y “marco” (llamado “entremesa”, “rego”, “derrego”, “gabia” o “gavia”) para indicar con precisión los lindes, acompañando a tal fin, en ocasiones, la colocación de palos intermediarios 55 .

La variedad de sistemas divisorios refleja la tensión vecinal que generaba el interés de aprovechar al máximo la totalidad de la escasa superficie de terreno de que disponían los campesinos, y al mismo tiempo el ansia de tener las propiedades plenamente defendidas, sin tener que ceder terreno alguno 56 .

3.2.2. Los problemas derivados de la apertura y cerramiento del “agra”

En el cierre exterior común que circundaba el “agra” siempre había una o varias entradas –denominadas, según las zonas, “cancelas” “portelas”, “portairos”, “poriclos”, “escadiñas”, “pasadoiros” “portelos”, “portillos”, “escairos”, “porteleiras”, “carrís”, “carriles” o “carrilleiras” 57 –, cuyo número era más o menos elevado en función, fundamentalmente, de la dimensión del “agra” 58 . Dichos accesos instalados en el muro de cierre general del “agra” presentarían, además, unas características concretas según si su destino era el paso de personas o también de carros y ganados.

En relación a las primeras, cabría destacar los llamados “portairos”, “poriclos”, “portillos” “escadiñas”, “pasadoiros” o “escairos”, consistentes en una especie de escalera construida con piedras salientes del cuerpo de la pared o muro de piedra que circundaba el “agra” sin interrumpirlo 59 . Dichos peldaños podían estar instalados, según los casos, en ambos lados del muro, sólo en uno de ellos (cuando del otro lado del muro el terreno estaba situado en un plano más elevado), o consistir en una simple escalera de madera de roble o castaño que se apoyaba en el muro de cierre común del “agra” 60 .

Las entradas también se franqueaban, a veces, con una “cancela” o portal de madera, con simples palos atravesados, con una zanja o colocando una piedra (“chantón”) en el medio del camino que obligaba a las personas a rodearlo e impedía el paso a los carros y al ganado de mayor tamaño 61 .

De estar destinadas las entradas al paso de personas y también de los carros y ganados, cabría destacar los denominados “carriles”. Éstos consistían en una simple brecha abierta en el muro o pared de piedra, en cuyo lugar se construía una pared provisional con piedras puestas de tal modo que dicho muro pudiera deshacerse y hacerse de nuevo con relativa facilidad. Al pasar el ganado y/o el carro, la persona que lo acompañaba tenía la obligación de reponer el muro y dejarlo en el mismo estado en el que se encontraba. Las “agras” también se cerraban, en ocasiones, con barras de madera transversales bajo las que se acumulaban montones de zarzas (“silvas”), con losas de pizarra (“chantos”), bloques de tierra acumulados (“terróns”) o una “cancela” o portal de madera 62 .

El lugar de acceso se consideraba inamovible, salvo acuerdo en contrario de todos los usuarios de las fincas del “agra”. Cualquier intento de modificación era criticado y sancionado con dureza si se hacía sin el consentimiento de los demás usuarios. También la apertura de una nueva entrada constituía una operación difícil, y a la que se recurría únicamente en supuestos muy excepcionales, en la medida en que podía poner en peligro la organización y el correcto funcionamiento interno del “agra” 63 .

Todas estas reglas de cierre y apertura de las entradas del “agra” se regían, con carácter general, por acuerdos de naturaleza consuetudinaria que eran acatados y cumplidos por todos los usuarios de las fincas situadas en su interior 64 .

3.2.3. La comunicación y uso de las fincas del “agra”: la “serventía”

Si el “agra” consiste en una finca continua cercada por un cierre exterior común, dividida en su interior en un elevado número de pequeños predios pertenecientes a una pluralidad de propietarios, estructurados, con carácter general, en bandas alargadas y delimitadas únicamente los unos de los otros con simples “marcos”, con un surco o postes de madera, ¿cómo se lograba dar acceso a todas los fincas que formaban parte del “agra” desde la vía pública?

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