1 ...6 7 8 10 11 12 ...23 La relación entre los usuarios de la “serventía”, en cuanto a su uso y disfrute, era de paridad 73 . No obstante, no todos los usuarios de los fundos del “agra” soportaban por igual las molestias que conllevaba el paso por parte de aquellos usuarios cuyas fincas carecían de un acceso directo desde el camino público –todos, salvo los predios situados en la(s) entrada(s) del “agra”–. El tránsito no se realizaba con la misma frecuencia y por el mismo número de usuarios por todas las fincas del “agra”. Tampoco toleraban las mismas perturbaciones los predios colindantes con la(s) entrada(s) del “agra” que las demás fincas situadas en su interior. Incluso había fundos que por hallarse situados al final del “agra”, por su configuración física, por el estado del terreno o por cualquier otra circunstancia, no se veían expuestos al paso de los demás usuarios de las parcelas del “agra” 74 .
• “de pasar con ganado o con carro, según las necesidades del cultivo (…) por los caminos «serventíos» que sobre la superficie del «agra» conducen a las respectivas parcelas”.
El itinerario y la configuración física del camino “serventío”, y su funcionamiento, dependían –como acertadamente señala Risco en su definición– de las necesidades concretas de cultivo del conjunto de las fincas que conforman cada “agra” en particular, y de ahí la existencia de distintas clases de “serventías”.
Un primer tipo de “serventía” sería la destinada al tránsito de carros y ganados 75 . Dichos caminos se configuraban, en ocasiones, como simples senderos aptos exclusivamente para el tránsito de personas. Dado que por él no cabía el carro, el usuario tenía que cumplir estrictamente las condiciones que regían su uso. Así, podía suceder que los usuarios hubieran acordado llevar una rueda del carro por el sendero, mientras que la otra debía pasar siempre por la misma finca; que una rueda tuviera que ir por un determinado predio a la ida y por otro distinto a la vuelta; o que el centro del carro tuviera que pasar por encima del sendero y las ruedas pisando los fundos situados a la izquierda y a la derecha del camino 76 .
BOUHIER se cuestionó, en relación a las zonas de pequeñas y grandes “agras”, si las bandas periféricas de tierra –a las que denomina “arró”, “arredor” o “cómaro”– que rodeaban el muro de cierre general del “agra” por su parte interior, se utilizaban o no como itinerario de acceso a las fincas enclavadas. Señala dicho autor, que en el pueblo de Vilardois (parroquia de Santalla de Cuntis, municipio de Cuntis), situado en la zona de pequeñas “agras”, los “arredores” de las “agras” no eran continuos, sino que se interrumpían cuando las fincas presentaban una forma alargada en el sentido del cierre, y reaparecían, aunque no sistemáticamente, cuando se disponían perpendicularmente al muro, perteneciendo a cada usuario el uso de la porción del “arredor” correspondiente a su parcela. Además, debido a la presencia del muro, que bloqueaba las salidas y molestaba los movimientos necesarios para la explotación agrícola de los fundos, el “arredor” prestaba importantes servicios en los momentos de laboreo, al tratarse de un lugar idóneo donde poder dar la vuelta a las vacas uncidas al arado de madera o como lugar de pasto. Ocasionalmente, dicha faja de terreno también podía ser utilizada para el tránsito de las “xugadas” con destino a uno o varios predios enclavados 77 .
Por tanto, el papel esencial del “arredor” no era, según dicho autor, el de permitir el paso a las fincas enclavadas, sino el de facilitar las labores agrícolas y servir de lugar de pasto para el ganado. Según BOUHIER, con la introducción de una disciplina de cultivos establecida en el marco del “agra” se perseguía bloquear al máximo la circulación de las personas y de los animales fuera de los períodos dedicados al arado, siembra y recolección, y permitir en las épocas de laboreo el acceso desde la vía pública, a través de las “serventías” que se reproducían progresivamente a partir de los predios directamente comunicados con el camino público, a los fundos que no pudieran servirse –en caso de existir– por el camino central del “agra” 78 .
En la zona de las grandes “agras”, la magnitud de las mismas y el elevado número de parcelas que las integraban, los “arredores” habrían contribuido todavía menos a solventar la frecuente situación de enclavamiento. De ahí que en muchas de ellas ni tan siquiera existieran los “arredores” y que en las parcelas que lindaban en algunos de sus extremos con el muro de cierre general del “agra” se dejase una banda transversal sin arar para facilitar las maniobras de giro del arado que, una vez terminadas todas las faenas agrícolas, se araba también en sentido cruzado con el arado de madera o cavando dicha zona con un “legón” 79 a mano 80 .
De no existir el “arredor”, o si, de haberlo, éste no sirviera para la circulación de los carros, el acceso a los predios se realizaba a través de tres prácticas simultáneas a las ya descritas en el apartado dedicado al estudio de la zona de las pequeñas “agras”.
Por una parte, el acceso a partir de los caminos de servicio general se efectuaba por diversas entradas, cuyo número oscilaba, con carácter general, entre 5 y 8, y, en las grandes “agras”, entre 12 y 15 81 . Algunas desembocaban directamente en los caminos de servicio interno. Otras, en cambio, daban directamente a las “fracciones” de “agras” o “quartiers”, pero sin que allí hubiera, necesariamente, una entrada al servicio de cada “fracción” o “quartier”.
Por otra, los caminos de servicio interno –denominados “os antigos” o “as antigas” en algunos lugares–, de existir, eran más numerosos, y estaban mejor distribuidos que en las pequeñas “agras”. Estos caminos estaban abiertos y, en ocasiones, dividían el “agra” en “fracciones”.
Por último, a partir de las entradas o, en su caso, de los caminos interiores del “agra”, las “serventías” permitían, en el marco de los “quartiers”, acceder a todas las fincas, incluso a las más enclavadas. Estos servicios de paso se establecían, al igual que en las pequeñas “agras”, por acuerdo de todos los usuarios de la aldea, de cada “fracción” o “quartier”, aunque lo más frecuente era que se fijase en el seno de cada “agra” 82 .
FERNÁNDEZ DE ROTA –en un estudio de los municipios de Monfero, Vilarmaior y Puentedeume– también se ocupó de las posibles funciones de los “arredores”. Según dicho autor, principalmente en los terrenos cercados –como es el caso de las “agras”–, y a veces también en otros, se dejaba junto a la línea divisoria una franja de tierra sin cultivar para poder dar la vuelta al arado, llevar el ganado “preso” con una cuerda a pastar (“lindar”) y asimismo como itinerario de paso con carro para servir a las parcelas 83 .
Este autor parece coincidir con BOUHIER en que una de las funciones esenciales del “arredor” era la de servir de zona de pasto del ganado y para dar la vuelta al arado en las épocas de laboreo. En cambio, ambos discrepan, en cierta medida, en relación a su consideración como posible lugar de paso a los predios que carecían de un acceso directo desde la vía pública. Mientras BOUHIER sostiene que la razón de ser de los “arredores” no era, salvo en casos excepcionales, la de servicio de paso a los predios enclavados, FERNÁNDEZ DE ROTA considera, en cambio, que, en los municipios de Monfero, Vilarmaior y Puentedeume, dichas franjas de terreno sí venían a cumplir propiamente dicha finalidad.
Como se puede observar, por tanto, la configuración física de los “arredores” y su funcionamiento –este último aspecto regulado por normas de naturaleza consuetudinaria establecidas, con carácter general, en el seno de cada “agra”–, variaban de unas zonas a otras del territorio gallego.
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