Tras la cena del undécimo día, el gobernador realiza la última visita a los europeos, quienes externan su segunda inquietud: ¿Por qué la dichosa isla es conocida de muy pocos y, sin embargo, como lo demuestra su diversidad de idiomas y el conocimiento de costumbres y gobiernos europeos, ella conoce la mayor parte de las naciones del mundo? Es comprensible que una isla situada en el recóndito cónclave del mar permanezca invisible para algunos, pero ¿no es acaso condición de seres divinos poder ver a otros transparentemente? El gobernador comienza por advertir que su respuesta los dejará satisfechos, pese a que callará algunas particularidades que tiene prohibido revelar. 30
El relato, mucho más extenso que el que refiere la conversión de Bensalem, narra dos momentos de la historia de la isla que corresponden a dos grandes reinados. En primer lugar, el relato se remonta a tres mil años, cuando la navegación dominaba en el mundo. En esa época, Bensalem contaba con tal fama que era frecuentada por naciones de poder bélico, naval y económico; así mismo ella realizaba viajes a América, el Atlántico, el Mediterráneo, e incluso a mares orientales. Entonces la isla era gobernada por un guerrero sabio llamado Altabín, rey recordado tanto por su poder como por su clemencia. Estos atributos se ilustran en un hecho sin precedentes: Perú, que en aquel remoto pasado era una de las tres potencias de América, intentó invadir Bensalem; Altabín, conciente de su poder y del de su enemigo, le obligó a rendirse sin necesidad de ataque; luego, viendo a los osados peruanos a su merced, les dejó libres, con la única condición de que le juraran que nunca intentarían emprender la guerra contra él. A pesar de la “clemencia” de Altabín, Perú fue aniquilado por el diluvio, un hecho que la historia de la isla reconoce como castigo divino. En palabras del gobernador, el castigo divino junto con las constantes guerras, los avatares de la naturaleza y las revoluciones naturales del tiempo, causaron el debilitamiento de la navegación, cuya consecuencia última fue que las naciones perdieran contacto con Bensalem. El relato explica, en segundo lugar, por qué la isla decidió permanecer desconocida para el mundo. Fue una decisión tomada por Saloma, aproximadamente mil cien años después de la era de Altabín. Saloma, hombre de gran bondad y adorado como instrumento divino, considerando que el estado de la isla era tal que si bien “podía sufrir mil cambios que lo empeorara, era difícil inventar uno capaz de mejorarlo, pensó que a nada más útil podía dedicar sus nobles y heroicas intenciones que a perpetuar (hasta donde la previsión humana puede llegar) la felicidad que reinaba en su tiempo”. 31Para lograr su objetivo, Saloma evitó innovaciones y mezclas de costumbres a través de una legislación que norma de manera exhaustiva el trato hacia los extranjeros que arriban a la isla, así como los viajes bensalemitas a otras naciones. El gobernador aclara que la legislación de Saloma no posee sentido mezquino, pusilánime o cobarde; sino humanitario, prudente y justo; dicta disposiciones para el socorro de extranjeros en desgracia, impide que –a su regreso– los extranjeros divulguen los secretos del reino y no retiene a los extranjeros contra su deseo. La justicia de Saloma es posible por los ofrecimientos que el Estado hace de inmejorables medios de vida; su legislación tiene desde entonces un éxito rotundo, en mil novecientos años ninguna nave ha deseado regresar a su lugar de origen, sólo trece extranjeros se han resistido a los encantos de la ciudad.
Entre otras cosas, las leyes de Saloma limitan prudentemente los viajes de Bensalem. El sentido de la prudencia se aclara cuando el gobernador afirma que, mediante sus viajes al extranjero, la isla obtiene todas las ventajas posibles, pero siempre evitando cualquier daño. ¿Cómo es posible esto? La legislación salomaica hubiera permanecido como anhelo si el Rey no hubiera llevado a cabo el acto más notable de su reinado: la creación e institución de la orden llamada Casa de Salomón, en honor al rey de los hebreos, de quien Bensalem posee parte de las obras que Europa ha perdido. Esta Casa, dedicada al estudio de las obras y criaturas de Dios es, en palabras del gobernador, luz del reino, así como la más noble de las fundaciones que han existido en la Tierra. Saloma aprendió de los hebreos que Dios creó el mundo y todo lo que él contiene en seis días e instituyó esa Casa, también llamada Colegio de las Obras de Seis Días, para el estudio de la verdadera naturaleza de todas las cosas, con el propósito último de “que Dios recibiera mayor gloria en sus obras y los hombres más fruto en el empleo de ellas”. 32La institución del Colegio es fundamental para las leyes referentes a los viajes al extranjero, pues junto a la prohibición de navegación hacia aquellos lugares que no estaban bajo su corona, Saloma dictó la disposición de enviar cada doce años dos naves fuera del reino. En cada una de ellas parte una comisión de tres individuos de la Casa de Salomón con la misión de traer informes del estado y asuntos de los países que se les indican, sobre todo de las ciencias, artes, fabricaciones, invenciones y descubrimientos. También deben traer libros, instrumentos y modelos de todas clases. El relato detalla que, tras dejar en tierra a los viajeros de la Casa de Salomón, los barcos regresan y aquellos deben permanecer doce años, hasta la llegada de una nueva misión. Los barcos llevan como carga provisiones y riquezas, las cuales se quedan en manos de los viajeros para comprar todo lo necesario y también para usarlas como recompensa. 33
A estas leyes, ocultas durante aproximadamente diecinueve siglos, debe unirse la conocida prohibición a todo bensalemita de aceptar recompensa por parte de extranjeros, no precisamente por una política anticorrupción, sino para evitar cualquier posibilidad de que se revelen los secretos de la isla. El gobernador guarda silencio sobre los medios que utilizan los viajeros para no ser descubiertos, así como sobre los sitios designados para estos viajes, el lugar donde se reúnen las otras misiones y los probables resultados de la experiencia.
¿Qué es Bensalem? Para los europeos un lugar inimaginado que provoca el olvido del viejo mundo; para el judío circunciso que aparecerá más tarde, la imagen de Bensalem es un inmaculado querubín. Pero los discursos del gobernador descubren una antiquísima ciudad cuyo poder, resultado de la política de dos grandes reyes, es inconmensurable. Altabín consolida la isla como una potencia comercial, naval y bélica. A pesar de que la memoria colectiva hace de Altabín un rey clemente, es difícil recurrir a causas que no estén relacionadas con un afán imperial para explicar de qué manera la isla logró sobrevivir a guerras, calamidades naturales y cambios de la fortuna; mientras el resto de las naciones, política o literalmente, desaparecían. La clemencia del primer rey de Bensalem resulta más bien soberbia, 34una pasión que heredan sus actuales gobernantes, pues así como Altabín perdona a sus enemigos tras un juramento de paz, los europeos son acogidos en la isla tras un juramento igualmente cuestionable.
La grandeza del rey sabio y guerrero transciende más de diez siglos; su sucesor, Saloma, considerando que Bensalem es un reino feliz, implementa una política de aislamiento con leyes que tienen como finalidad mantener al reino en su pureza. La legislación de Saloma es reconocida por súbditos y sucesores como humana, prudente y justa; aunque la prudencia es entendida como conveniencia y la justicia más bien como sumisión voluntaria. Hay que enfatizar que las virtudes que desde Saloma definen a Bensalem encuentran en la prosperidad material una condición sine qua non . Esta afirmación parece contradecir el pasaje en el cual leemos que a partir de Saloma, y siendo la isla por demás autosuficiente, el comercio con otras naciones no es por metales o comodidad material alguna, sino sólo por adquirir la luz, medio por el cual puede a su vez adquirirse el conocimiento de todas las partes del mundo; no obstante, sabemos que la finalidad última no es el avance del saber, sino ofrecer sus frutos al género humano.
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