Es sorprendente el hecho de que, a pesar del carácter prioritario que se concede en general, en las psicoterapias humanistas, a las actitudes del terapeuta (siendo muy valoradas las propuestas por Rogers), por encima de las técnicas, se haya manifestado una fecunda creatividad tecnológica. Asimismo ha ido en crecimiento un estilo de sesiones terapéuticas –en mayoría de los modelos o escuelas– no limitados a la vía de comunicación verbal –reconociéndose la indudable importancia de saber cómo escuchar y qué decir, por parte del terapeuta– sino también las vías de la integración de la actividad imaginaria y la dimensión corporal en la sesión terapéutica.
Tanto por parte del Análisis Transaccional –principalmente desde la Escuela de la Redecisión del matrimonio Goulding– como por parte de la Psicoterapia Gestalt, ha sido mayoritaria una actitud de influencia recíproca –en este caso no sólo en lo tecnológico, sino también en lo teórico- y la integración de variadas técnicas imaginarias y psicocorporales procedentes de otros modelos terapéuticos. Esta actitud metodológicamente integradora se ha manifestado en buena parte de los psicoterapeutas humanistas. Aunque inicialmente fue objeto de críticas –en parte, ciertamente, por culpa de la forma descontrolada con la que algunos terapeutas llevaron a cabo la combinación de técnicas– actualmente ya aparecen psicoterapeutas cognitivos y psicoanalistas que se desmarcan de su clásica posición de exclusivismo autosuficiente en sus procedimientos terapéuticos.
En el caso del modelo terapéutico creado por Ana Gimeno-Bayón con mi colaboración, que denominamos “Psicoterapia Integradora Humanista”, y que venimos aplicando desde hace más de treinta años, integramos técnicas –verbales, imaginarias o psicocorporales– procedentes de más de veinte modelos terapéuticos. Sin embargo, hemos rechazado la integración de técnicas cuya sola aplicación implicaría la aceptación de teorías sobre la personalidad humana, la psicopatología, etc., incompatibles con los principios de la Psicología Humanista. Por otra parte, consideramos aceptable integrar algunas técnicas de modificación del comportamiento y de la Psicoterapia Cognitiva, para el tratamiento de algunos problemas específicos.
Procedimientos que combinan lo verbal, lo imaginario y lo psicocorporal, relevantes en las psicoterapias humanistas, son los que podemos considerar inspirados o derivados del Psicodrama de Moreno. Este autor, anterior al surgimiento de la Psicología Humanista, fue el primero en subrayar que es distinto narrar una experiencia personal por parte del paciente, que volverla a experienciar –con ayuda de la imaginación y la expresión corporal– en la sesión terapéutica. Son mayoría los psicoterapeutas humanistas que consideran que los momentos de la sesión con mayor potencia de cambio ocurren preferentemente en la fase experiencial, más que en la informativa. En estos momentos, según el Análisis Transaccional, la persona se está expresando desde el estado del yo Niño Natural o el Pequeño Profesor, más que desde el estado Adulto del yo, que también actuará en otro momento, por ejemplo para planificar la ejecución de lo “redecidido”.
2.2.3.2. Preferencia de lo “experiencial” respecto a lo informativo. La dramatización
El carácter preferente que ha venido teniendo en las sesiones terapéuticas humanistas la actividad experiencial respecto a la meramente informativa puede haber sido la causa de que en algún país se esté, al parecer, generalizando la denominación “psicoterapias experienciales” en sustitución de “psicoterapias humanistas”.
Podemos considerar que los trabajos de tipo “dramatización” que, como he dicho, tienen sus orígenes en el Psicodrama de Moreno, y ayudan a “experienciar” situaciones emocionales dolorosas del pasado, el presente, o el futuro temido o deseado, con intervención de lo verbal, lo imaginario y lo psicocorporal, constituyen un elemento clave de muchas sesiones terapéuticas humanistas. Las técnicas gestálticas del “diálogo con los aspectos escindidos del yo”, y del “diálogo con la silla vacía” (que mayoría practicamos no con sillas sino con cojines en el suelo, para conectar más fácilmente con el “estado Niño del yo”) fueron denominados por Schutzenberger (1980) “autopsicodrama imaginario” y constituyen un prototipo de procedimiento de intervención humanista experiencial. Tiene aplicación tanto en situación terapéutica grupal como individual, como también individual en grupo, que es una modalidad frecuente en la psicoterapia grupal humanista. Por otra parte, en situación grupal, son muchos los terapeutas humanistas que recurren no pocas veces a procedimientos procedentes del psicodrama de Moreno.
No me detengo aquí en señalar ejemplos de técnicas psicocorporales, considerando suficiente la relación de modelos de esta línea a los que ya me he referido, como tampoco en indicar ejemplos de variantes de técnicas con imágenes. En cambio, quiero referirme a tres elementos importantes en el trabajo terapéutico humanista.
2.2.3.3. El uso del espacio y los elementos materiales
Es habitual en la Psicología Humanista desarrollar la práctica terapéutica grupal en un espacio con pocos objetos decorativos con la finalidad de conseguir una focalización de la atención en lo que está ocurriendo en ese momento.
Parte de los terapeutas han preferido el uso del suelo, sin sillas o sillones, así como el hecho de ir descalzos, dado que esa ruptura con la postura y el contacto directo de los pies con el pavimento facilitan una disposición a hacer más asequibles al campo de la conciencia las propias emociones.
Normalmente habrá allí algunos elementos materiales tales como almohadones que se utilizarán como elemento auxiliares simbólicos. Según el tipo de trabajo que se vaya a llevar a cabo aparecerá también toda clase de materiales que se crea conveniente. El psicoterapeuta se da amplio permiso para utilizar pinturas, arcilla, papel, elementos naturales (piedras, flores, hojas, etcétera), maquillajes, espejos, sillas, música y cualquier otro objeto. Si el terapeuta se decanta por un modelo concreto de práctica terapéutica, los materiales serán diferentes para cada uno de ellos: por ejemplo un colchón, mantas, una raqueta para la bioenergética; sillas y máscaras para el Psicodrama y materiales pictóricos y música para arte-terapia. La disposición espacial puede convertirse en un requisito indispensable de la terapia, por su contenido simbólico, como ocurre por ejemplo en el escenario dramático de Moreno (Moreno, 1946-1969, p. 112).
2.2.3.4. El uso del tiempo: centramiento en el aquí y ahora
Uno de los objetivos de la Psicoterapia Humanista, como antes hemos visto lo constituye el facilitar la toma de conciencia de lo que pasa “aquí y ahora” es decir, en el presente.
Los medios utilizados para el logro de ese centramiento en la actualidad son múltiples, y cada uno de los modelos de la Psicoterapia Humanista lo hace por sus propias vías. Probablemente la que mayores aportaciones ha realizado en este sentido sea la Psicoterapia Gestalt. Levitsky y Perls proponen:
Con el fin de fomentar la conciencia del ahora sugerimos a la gente que se comunique en tiempo presente. ‘¿De qué tiene conciencia en este momento?’ ‘¿Qué está pasando ahora?’ ‘¿Qué está sintiendo en este instante?’. La pregunta ‘¿Cuál es su ahora?’, es eficaz para terapeutas y para pacientes (Levitsky y Perls, 1973, p.145).
Como aportaciones procedentes de la Psicoterapia Gestalt, además del uso del presente en la comunicación verbal también se utilizan juegos como los de decir frases en las que se incluya la palabra “ahora”, o el empleo del “continuo de conciencia” y la sustitución de los “¿por qué?” o “porque” por “¿cómo?” Y “así” en el diálogo terapéutico y grupal, y la focalización de la atención sobre la conciencia.
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