En el caso de la Psicología Humanista, desde sus comienzos fueron acogidos los portadores de las más variadas propuestas psicoterapéuticas o trabajos para el crecimiento personal. Esto dio lugar a que se abriesen las puertas de los congresos también a personas provenientes de Asia y otros continentes. Recuerdo que en ocasión de un congreso europeo de Psicología Humanista que tuvo lugar en Guilford (Inglaterra) en 1984, una de las principales ponencias fue presentada por un sabio indio de Estados Unidos, oriundo de una de las culturas aborígenes. Me llamó la atención, como un testimonio de respeto a la diversidad cultural, la atención con que escuchaban a ese maestro –creo que era un sioux– los participantes europeos de la sala, ingleses, alemanes, austríacos, franceses, belgas, italianos, etc. En aquel tiempo el presidente de la Asociación Europea de Psicología Humanista era el austríaco Arnold Keyserling, catedrático de Antropología Cultural en la Universidad de Viena, e hijo de un filósofo famoso por los escritos sobre sus viajes por todo el mundo.
Considero importante llamar la atención sobre el hecho de que gracias a la actitud de apertura acogedora respecto a los nuevos modelos terapéuticos, por parte de los congresos de Psicología Humanista en América y Europa, pudieron darse a conocer a muchos profesionales de la psicoterapia y/o el crecimiento personal las aportaciones de la Psicoterapia Gestalt de Fritz Perls, el Análisis Transaccional de Eric Berne, la Psicoterapia Centrada en la Persona de Carl Rogers, la Psicosíntesis de Roberto Assagioli, la Psicoterapia Existencial de Rollo May, y las nuevas aplicaciones del Psicodrama de Moreno, entre los más difundidos.
Respecto a la gran variedad de modelos y técnicas psicocorporales participaron en esos congresos representantes de la Bioenergética de Alexander Lowen, la Biosíntesis de David Boadella, el Análisis Corporal de la Relación y la Psicomotricidad Relacional de André Lapierre, la Conciencia Sensorial de Charlotte Selver, la Psicodanza de Marian Chace, el Grito Primal (o Terapia Primal) de Artur Janov, las Musicoterapias de E. Thayer Gaston y otros, el Rebirthing (o Respiración Consciente) de Leonard Orr, el Rolfing de Ida Rolf, el Somatanalyse de Richard Meyer, la Terapia del Grito y el Bonding de Daniel Casriel, la Expresión corporal de Patricia Stokoe, el Masaje Reichiano, el Masaje Californiano de Bernard Gunther y Molly Day, el Masaje Sensitivo de Claude Camilli, el Masaje Sensitivo Gestáltico de Margaret Elke. Sin olvidar la aplicación con finalidad terapéutica de algunas variantes del yoga –incluidos el Hata Yoga, el Pranayama, y la meditación–, el T’ai-Chi-Ch’uan, la Meditación Zen y la Meditación Dinámica de Bhagwan Shree Rajneesh, entre otras prácticas de origen asiático. Para una información completa sobre los fundamentos y variantes de las psicoterapias corporales –con sus respectivas posibilidades y limitaciones– y con una breve información sobre 110 modelos o técnicas, aparte de una mayor atención a unos pocos, véase la obra de Ana Gimeno-Bayón (2013): Un modelo de integración de la dimensión corporal en psicoterapia.
Además, pudimos conocer variadas psicoterapias con aplicación de técnicas con imágenes y fantasía, que además de su utilización en modelos ya citados como la Psicoterapia de la Gestalt, el Análisis Transaccional, la Psicosíntesis, y el Psicodrama, tienen un lugar especialmente prioritario en los modelos terapéuticos que he optado por denominar “oniroterapias” (véase Rosal, 2002 y 2013, pp. 124-175).
La mayoría de los creadores o profesionales de estos modelos y/o técnicas psicoterapéuticas pienso que deben estar agradecidos a que, gracias a haber podido propagar sus aportaciones y experiencias en congresos de Psicología Humanista –cosa que, para mayoría de ellos, hubiese sido casi imposible en congresos psicoanalíticos o conductistas– no hayan acabado reducidos a una serie de ghettos. Ahora bien, si se nos pregunta: ¿pueden considerarse incluidos en la Psicología Humanista todos estos métodos terapéuticos que han sido acogidos con respeto en sucesivos congresos y jornadas del Movimiento, o también en revistas o boletines de sus asociaciones? La respuesta correcta es que, para que puedan considerarse como tales, deben manifestarse en ellos las actitudes y postulados que constituyen el denominador común de las psicoterapias humanistas, es decir, deben mostrar un porcentaje elevado de concordancia con lo que coincidieron en rechazar y compartir los iniciadores del Movimiento, y a lo cual me he referido en 1.2. y 1.3. Aunque refiriéndome ahora explícitamente a la psicoterapia y no sólo a la psicología, concretaré más este punto en los apartados siguientes. Tengo el convencimiento de que una parte de los profesionales vinculados a modelos terapéuticos, que desde sus inicios fueron apoyados por el Movimiento de la Psicología Humanista, incluso representantes de las metodologías que han logrado mayor difusión y poder de convocatoria –como la Psicoterapia de la Gestalt, el Análisis Transaccional, la Psicoterapia Centrada en la Persona, la Psicosíntesis, la Bioenergética y, posteriormente, el Focusing de Gendlin– no pueden considerarse psicólogos humanistas. En cambio pueden encontrarse psicoterapeutas vinculados a modelos que se desarrollaron al margen del Movimiento de la Psicología Humanista, que podrían considerarse psicólogos humanistas. También pueden ser calificados como tales, psicoterapeutas anteriores al surgimiento institucionalizado de la Psicología Humanista, y que con sus enfoques teóricos o prácticos ejercieron una influencia importante sobre algunos de los iniciadores. Este es el caso, por ejemplo, de Alfred Adler, Carl Jung, Otto Rank, Karen Horney, Erich Fromm, J.L. Moreno y, en un orden teórico, los representantes de la Psicología Fenomenológica y la Psicología Existencial. Pienso que utilizando en un sentido amplio el concepto de psicoterapeutas humanistas, cabe aplicarlo también a éstos. Efectivamente, en ellos no se manifestaban los enfoques atomista, reduccionista, mecanicista, o determinista. No se centraban sólo en lo psicopatológico. No sobrevaloraban la importancia de una metodología científica concebida para las ciencias naturales, no vivían la vinculación a su escuela con actitud de “sistema cerrado”, y no se implicaron en las luchas de poder con la pretensión de que se impusiese en las Universidades y en la comunidad científica un paradigma psicológico como el único válido, obstaculizándose con ello el creciente pluralismo de vías para la psicoterapia o el crecimiento personal.
2.2. Tres contenidos destacables entre los identificadores de las psicoterapias humanistas
Ya hace más de treinta años manifesté y justifiqué en varios artículos (véase Rosal 1986a, 1986b) mi conclusión de que podían destacarse como características identificadoras importantes las siguientes tres: a) el concepto de crecimiento personal (o autorrealización), meta de las psicoterapias humanistas; b) la importancia prioritaria del cultivo de determinadas actitudes del profesional que contribuyan a la adecuada relación terapéutica; y c) la pluralidad y creatividad respecto a las técnicas o procedimientos de intervención.
Para una información más precisa sobre estos tres componentes importantes, a mi juicio, como denominador común de las psicoterapias humanistas, remito al contenido de esos artículos, que actualmente se encuentran incluidos en los capítulos 7, 8, 9 y 10 de mi libro –en colaboración con Ana Gimeno-Bayón– Cuestiones de Psicología y Psicoterapias Humanistas (2013). Para abreviar aquí la exposición me permito entresacar lo principal de los escritos citados.
2.2.1. El crecimiento personal, meta de la psicoterapia
¿Cuál es el objetivo común de las psicoterapias humanistas?
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