1 ...8 9 10 12 13 14 ...23 Cabe trabajar, con finalidad de cambio psicoterapéutico, a partir predominantemente de intervenciones emocionales, cognitivas, imaginarias (gran variedad de modelos, entre ellos la Psicosíntesis, y también los ya citados), o corporales, etcétera (Psicoterapia de la Gestalt, Análisis Transaccional en su escuela clásica, terapias psicocorporales como la Bioenergética entre otras). Sin embargo, en cualquiera de estos enfoques, para que el terapeuta sea fiel a un enfoque humanista no perderá de vista que estas diferentes vías pretenden dar lugar a un cambio en la organización del conjunto de la personalidad y sus diferentes subsistemas.
Asimismo tenderá a no perder de vista el carácter singular e irrepetible de todo sujeto humano. El interés de la P.H. por esta actitud tiene probablemente su primer representante destacado en Allport (1975). Para este autor la unicidad constituye el mayor dilema para el psicólogo clínico que, si pretende interpretar la conducta del paciente con algunas hipótesis de un modelo terapéutico determinado, constata las dificultades de acoplarse plenamente al mismo.
La individualidad es una característica primaria de la naturaleza humana. Para el desarrollo de la ciencia de la personalidad debemos aceptar este hecho. Pero es más fácil construir un hombre artificial a partir de normas universales y de grupo que estudiar adecuada y científicamente un ser real (Allport, 1975 p.39).
Para Allport -y podemos considerar que, al menos de forma implícita, para el conjunto de la P.H.- es claramente simplificadora la visión científica nomotética del individuo, en especial si se acepta la definición que Eysench ofreció: “Para el científico, el individuo es, simplemente, el punto de intersección de un cierto número de variables cuantitativas” (Eysench, 1952, p. 18).
Significa que el científico no se interesa por la mutua interdependencia de los sistemas parciales dentro del sistema entero de la personalidad. Se interesa solamente por dimensiones aisladas, que le permiten establecer comparaciones entre muchas personas [...] El científico no se interesa en el sistema de la personalidad como un todo, sino solamente en las dimensiones comunes. Deja a la persona como mero “punto de intersección”, sin estructura interna, sin coherencia ni sentido (Allport, 1975, p. 25).
Por supuesto que actualmente, fuera del ámbito de la Psicología Humanista, el interés hacia el concepto de personalidad se ha difundido, distanciándose claramente de los dos paradigmas de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo. Pero el papel de los psicólogos humanistas ha sido notable en estos procesos de cambio. Pinillos, el que probablemente fue el primer psicólogo científico español, así lo reconoció cuando escribió –con la libertad del jubilado– estos párrafos en 1987:
A cuenta de la llamada psicología humanística -tercera fuerza, otras veces- hay que cargar el mérito de haber mantenido vivas, contra viento y marea, una serie de ideas que los reduccionismos de las distintas escuelas han excluido cuidadosamente de sus respectivos campos de investigación, sobre todo al ocuparse de la personalidad.
De formas muy variadas, porque el área cubierta por las psicología humanística tiene unos confines borrosos y un contenido heterogéneo, los representantes de esta opción han procurado que la psicología de la personalidad no pierda de vista la existencia de un núcleo de cualidades sui generis tales como la libertad, la dignidad y la conciencia de sí, privada de las cuales la noción misma de personalidad queda degradada. La idea de que, por modos muy diversos, en la personalidad humana refulge el valor incondicionado de la persona, es probablemente la clave del arco que cobija a todas las teorías humanísticas de la personalidad. [...]
En cuanto fuente de inspiración, como conciencia crítica de los convencionalismos, estrecheces y limitaciones de la psicología científica de la personalidad, esta opción humanística tiene asegurado un puesto permanente, un poco honorífico, ésa es la verdad, en la disciplina. No siempre es viable traducir a términos verificables los valores que todas estas corrientes pretenden defender en el estudio de la personalidad; pero constituiría una crasa equivocación no caer en la cuenta de que en la anteposición que hacen del objeto al método tiene, precisamente en el estudio de la personalidad, mayor sentido que en ninguna otra parcela de la psicología (Pinillos, 1987, pp. 14ss.).
2º Investigación idiosincrásica
Un segundo logro de la Psicología Humanista es el de haber investigado con un enfoque predominantemente idiosincrásico para la comprensión de la persona, de los sistemas en que está implicada, y de los subsistemas que la integran.
Predominio no significa exclusividad. May trató de compaginar –como vías complementarias– la visión idiosincrásica (que consideraba la principal) y la nomotética. Para May el ser humano se encuentra ante un dilema existencial que “emerge de la capacidad del hombre para vivir a la vez como sujeto y objeto. Ambas vivencias son necesarias, para la ciencia psicológica, para la terapia y para una vida placentera” (May, 1978, p. 21). Un error frecuente consiste, según él, en la actitud simplificadora por la que se trata de evitar el dilema negando uno de sus extremos. En psicoterapia este dilema se manifiesta en que puede percibirse al paciente desde dos puntos de vista: o como un organismo que, según los diagnósticos, se adecúa en mayor o menor grado a determinado modelo, o como un sujeto singular e irrepetible con el que se establece una relación interpersonal y con el que se ejercita una actitud de empatía que facilita comprender mejor el significado de su lenguaje verbal y no verbal.
Un colega psicoterapeuta señala que alterna como en un partido de tenis entre ver al paciente como un objeto, cuando piensa en modelos, dinámica, prueba de realidad y otros aspectos de los principios generales con los que se relaciona la conducta del paciente; y como un sujeto, cuanto siente empáticamente el sufrimiento del paciente y ve el mundo a través de su punto de vista (May, 1978, p. 23).
Esta complementariedad de actitudes o percepciones se requiere, según May, tanto en el terapeuta, como en el científico de la psicología, como en todo ser humano que quiera respetar en su vida cotidiana la complejidad de la realidad humana, sin negar ni su vertiente condicionada y manipulable, ni la zona de su libertad o creatividad. Según May, la libertad equivale a la capacidad de vivenciar de forma dialéctica ambas vertientes en uno mismo. Tiene presente la afirmación del físico Heisenberg cuando le subrayó que consideraba una ilusión la creencia en la posibilidad de observar la naturaleza como un objeto externo separado del sujeto y se lamentó de que en la Psicología se fomente esta actitud, cuando en esta ciencia, al tener que utilizar el investigador los mismos procesos cuyos mecanismos y estructuras trata de descifrar, la simplificación que se produce resulta incomparablemente más grave que en la física.
Notemos que May recalca la complementariedad de ambos enfoques como un requisito también en el trabajo científico, acercándose mucho su posición conciliadora a la de Rogers. Una vez más no aparece ningún menosprecio a la posible aportación científica objetivadora del psiquismo humano. Este autor se sitúa, según su propia declaración, dentro de la tradición del filósofo y psicólogo William James, en cuyo pensamiento se encuentran grandes afinidades con el enfoque existencial compaginadas con una actitud respetuosa de la objetividad científica. En James se había simultaneado la elaboración de la psicología descriptiva con la explicativa.
James trató de preservar el carácter de complemento mutuo de ambos puntos de vista, cosa que sólo es posible sobre la base de una teoría del hombre en tanto fuente integral de la experiencia, de una teoría de un modo original de existir, de una fenomenología del mundo experienciado, fenomenología implícita en James (van Kaam cit. en May, Allport, Feifel, Maslow & Rogers, 1963, p. 14).
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