1 ...6 7 8 10 11 12 ...32 -Yo ya lo he visto y ya lo he vivido muchas veces. Es maravilloso. Lo único que necesitamos es acceder al núcleo del planeta desnudo.
¿Se refería al que…? Coi confirmó. Sí, el del armazón desnudo. El que él había rediseñado poco antes. El mismo al que sugería retornarlo a su vacía estructura anterior. Sería necesario, pues albergaba algo indispensable para... Era algo que les podía salvar la vida, y algo más. Y era ahí donde recurría cuando quería activar, lo que estaba en juego en aquellos instantes. Anda con el misterio de los mismísimos, pero si aún resultaba que antes tenían que salvar un problema. “Usted ha recogido una carga hoy”. Ah, claro, se estaba refiriendo al asteroide. Lo que él denominaba como tal, para el General Coi era “una luna”. Una luna que giraba sobre aquel residuo de planeta ¿A qué no se imaginaba de qué planeta se trataba? De planeta tenía poco. Sí, el súpergeneral no lo iba a negar, ahora evidentemente era un eco de lo que había sido; pero hete aquí que levantaba el primero de los misterios ¡Se trataba ni más ni menos que del planeta Origen! El punto inicial desde el cual se había iniciado la diáspora del pueblo riano y de todas las civilizaciones que surcaban actualmente los confines. Ahí era nada. Sarie tenía más información que ofrecerle, aparte de unos bonitos ojos. Lo denominaban “La Tierra”.
-El punto cero de nuestras existencias. Nuestros ancestros vivían sobre ella de una forma totalmente distinta a la que vivimos ahora.
Ist se sobrecogió. No sabía qué pensar, y nunca se lo hubiera imaginado ¿Decía la verdad el grupo de charlatanes con galones? ¿Se estaba volviendo loco? Y la Uno por llegar. Y si no mentían, ¿qué clase de misterio encerraba todo aquello? Le miró los ojos... a ella ¿A quién si no? Y confió. Pobre cagón relleno de pervertida testosterona. A ver, en fin, bueno, venga, ¿cuál era el plan? Gie también tenía información, pero su culo en cambio no le generaba ninguna expectación y mucho menos expectativas. A cambio, escuchó atentamente sus explicaciones. Por partes: Ist tenía abordo un gran problema. Sobre todo grande. La luna en su bodega de carga era en realidad una base de generación de códigos de acceso al planeta desnudo. Si no encontraban el codificador, adiós a cualquier plan. Si intentaban adentrarse en el segundo nivel del planeta sin el oportuno acceso, el planetita freiría sin contemplaciones al intruso y parecería más la ñec de una ñec que otra cosa ¿Entendía? Solución: recogían el activador de códigos y posteriormente entraban en el planeta desnudo. Para el General era algo que desde su nave no le ofrecería problema alguno, pero esa era la situación: estaban en la de él.
Había que concentrarse. “Ist…, demonios, mira para arriba” -se dijo- y miró hacia arriba, pero pasando por toda la panorámica menos donde no debía posarse. Y... ¡Ay Dios...! Si le estaba hablando…
-Pero esta luna es muy caprichosa. Si detecta intrusión de paso, también se autodestruye ¿Qué se considera intrusión de paso? El acceso en su superficie de una presión más de dos actos. Hace un “bum” precioso-espantoso si uno se queda a descansar. Lo suficiente como para reventar incluso su bonita nave. Otro capricho: una vez en nuestro poder los códigos si no se descifran en cien actos...”bum” también.
Gie lo enunció muy gráficamente: estaba bien diseñada para joder a uno. Pues entonces Ist tenía bien claro qué hacer. Enviar a un morphoide. Concretamente a su morphoide. Y que no se ofendiese el General, porque los suyos, por muy buenos que fuesen no eran un apéndice de Nave, y Ri, sí. Los brutales cálculos necesarios para descifrar los códigos sólo estaban al alcance de Nave, y estos sólo eran transmisibles entre Nave y Ri, y por supuesto de Ri a él ¿Captaban? Sarie asintió. Coincidía con él. Era la única forma.
-Si Sarie está de acuerdo, es una excelente idea. Nunca falla. Enhorabuena por su acertada coincidencia, comandante. Yo voy viejo, por eso la tengo a ella. Y a Gie, por supuesto. Pero Sarie… Ahí la tiene, la número uno de su promoción en Thera ¿Thera? ¿Estaba de coña? Era el campamento más grande, que él supiese ¡Noventa millones de cadetes de media! Pero es que además no era una Academia cualquiera. No: era La Academia. De ahí salía la flor y la nata de los oficiales de Ria. “Cuando se licenció eran ciento treinta” –concretó Gie-. Ist dirigió su mirada descaradamente a la número uno, en todo; pero esta vez no hacia los pechos o al trasero, como mandaban los cánones de la hipófisis, sino directamente hacia el cráneo. A ver qué podía haber ahí ¡Pero si era guapa! ¿Entonces? Semejante cosa en un cuerpo tan bonito parecía hasta grimoso. Repelente. Y no se le había caído el pelo ni nada. Si para llegar a ese puesto había que resolver mentalmente en pocos estados operaciones de quinta clase y recitar de memoria y hasta al revés los cálculos de la Teoría de la Modificación de los Estados. No podía ser. Si había notado su tacto de carne y hueso. “Si lo conseguimos, podremos llegar a una urna, nuestro objetivo” –anunció Gie-. Que contenía... ¿”Papel”? ¿Qué era “papel”? Sarie se lo explicó con cierto deje didáctico: “un sustrato bioquímico sobre el cual los habitantes de la Tierra plasmaban signos de comunicación”. Era “materia intacta original”. “Tiempo” -aclaró Coi-. Coordenadas estratigráficas de energía-tiempo-materia. Habían conseguido aislar las tres esencias de la “Partícula Divina”. Podían volver atrás en la Historia ¡El control del tiempo! ¡Vaya, hombre! ¡Ahora sí que comprendía todo aquel revuelo! Ya sabía porque había un enfrentamiento de tal magnitud. Pues menudo premio para el ganador.
-No estoy dispuesto a que el Comité... Bueno... sí, el Comité... En fin, ejem… No estoy dispuesto a que use este conocimiento sabiendo de su reputación destructiva. Conozco a sus miembros, ejem... insaciables de poder... Ejem. Nuestra civilización no duraría ni un ciclo. Yo he logrado viajar al pasado. He visto, he tocado, he sentido en infinidad de ocasiones la solidez de los mundos que ya no existen; entre ellos el de la Tierra. Me gustaría volver allí. Merece la pena…, morir allí. Yo pertenecía al Comité y he participado en el descubrimiento. Lamentablemente la situación me ha cogido, ejem... un poco viejo, pero Sarie ya estaba al tanto de todo.
¿Por qué Ist no estaba seguro de la veracidad de esa historia, o al menos alguna parte de la misma? De lo que sí estaba seguro era que aquel cuerpo redondeado le reventaba por dentro. Y también que el hermanito mal mirado de fuera de talla, si le lanzaba un mandoble no iba a quedar siquiera algo de mandíbula para una prótesis. El gigantón se anunciaba como lo que era, un gigantón con los recursos mentales habituales de un gigantón: el número... ¿Sesenta y cinco millones cuatrocientos veinticinco en el ranking? Hombre, pues estaba bien equivocado. Tan mal no estaba, no señor. Y si hasta era modesto en lo del ranking: “salí a mi madre, pero ella al menos era muy guapa para compensar”. Ya, bueno, muy interesante, pero todo lo que realmente le interesaba de la familia se centraba exclusivamente en la hermana cañón-plasma. Coi siguió aclarando la situación: el resto de la gente que había podido ver sólo era una exigua fracción del ejército leal a su persona.
-Bien, tenía un socio, como le había dicho, Teip, el cual siempre permaneció en el pasado. Eso ahora no es relevante.
Bueno, estaba claro que como saber, sabría lo que le interesaba. Seguro que a él sólo le diría la parte que le tocaba, como lo que le contaba sobre el armazón. Claro que no conocía su historia, pero sabía que el viejo se la iba a relatar. Muy bien: era el resultado de un experimento ¿No había más? ¿Ya estaba? Ah, que no era el momento. Sarie, la infinitamente dulce Sarie, tomaba el relevo ante el dubitativo Coi. Ella se lo iba a decir. Pero estaba por ver si podría estar concentrado en el asunto. Se lo resumía: había desaparecido el planeta, pero persistía el armazón. Pura partícula Q ajena a cualquier otra transacción cuántica. Difícil de entender, pero con resultados tangibles. Aparentaba metálico, pero en realidad era un plasma que daba el pego como sólido ¿Y el papel? El papel era lo más importante; sin el no se podía viajar a través del tiempo. La híper chica de las híper hechuras absolutamente híper perfectas abreviaba: contenía las partículas Q de la realidad “B”. De algún modo se había podido conservar razonablemente bien entre el resto de documentos no orgánicos que contenían la urna. Y “papá lo usa para su transportación al pasado”. Fin. Naturalmente había muchos detalles que obviamente no podía explicar o concretar ahora, pero destacaba uno: el viajante siempre, siempre, siempre, se remontaba a la fecha exacta en la que ese material había perdido por última vez contacto con la mano “de una determinada persona”. Había una maravillosa conexión temporal entre la vida y el material. Era como si algo fuera de la ciencia tuviese su parte en esa cuestión. Él domado aún tenía albedrío para sus propias preguntas ¿Cómo se producía ese fenómeno? Y ella tenía todas las respuestas. Por una suerte de mecanismos técnicos que ahora no venían al caso y que tenían que ver con la persona que manipulaba en el pasado ese papel. Y bueno, vale: que la persona que retiraba su mano del papel, era el socio de papi. Teip. Por lo tanto, para acceder al pasado, en el momento de lo que llamaban “la transición”, por lo menos algo de la piel del viajero debía estar en contacto con el papel ¿No era bonito?
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