1 ...8 9 10 12 13 14 ...32 -Pero, ¿seguiremos el plan, verdad?
-Llegará, nos freirá y fin –contestó desencajando la mandíbula de su sitio y desorbitando los ojos de sus límites biológicos naturales.
Una mano en la mejilla a veces lo soluciona todo. Con Ist funcionó una vez más. Suspiró.
-NAVE. Eva solicita contacto no militar.
Su vista nublada y tontuela se evaporó en ese mismo momento. Qué demonios, eso era un acto plenamente autónomo de Ri… ¿Eva?, indiscutiblemente. Ri… ¿Eva? no estaba configurado para asumir tales funciones en plena tarea exploratoria.
NAVE. Contacto Eva.
Lo que faltaba. Pues sí: Ri… ¡Ri, no! ¡¡¡¿Eva?!!! había contactado por su propia cuenta. Por lo tanto, se deducía que ya había abandonado la atmósfera de inertización. Ist no tenía ni la más remota idea de lo que estaba ocurriendo.
-¿Eva? ¿Eres tú? ¿Eva?
-¡Tengo un regalito para tiiiiiiiiiiiii!
-¡¿Eva?!
-¿Qué me das a cambio? ¿Me darás un beso cuando vuelva? ¿Qué me darás, amorcito?
-Pepp… Pero... ¡Eva!
Sarie le hizo la pregunta esperada ¿Qué clase de modelo era el de su morphoide?
-¡Me llamo Eeevaaaa, puta de mierda...! ¿Por qué le dejaste que te acariciara? ¿Quién soy yo para ti? ¡¡Ya no me quieres!! ¡¿Me vas a cambiar por esa mierdosa?! ¡Putaaaaaa! ¡¡Es míoooooo! ¡Putaaaaaa!
-Yo... Esto es tan insólito…
Sarie pareció perder los nervios. Tan guapa que parecía y tenía su carácter. Sin duda, porque le exigía a gritos que le informara qué rayos de modelo era ese morphoide.
-...Un EER-2.
¡Ñec! -exclamó sin pudor el viejo General-. Una exclamación muy poco elegante en boca de alguien de su posición. Sarie se retorcía las manos nerviosamente y Coi se llevaba las manos a la cabeza ¿Pero cómo era posible que hubiese estado viajando con... eso? ¿”Con eso”? ¡En la cama era fantástica! Él no sería quien levantase la mano para señalar quejas precisamente. Por lo menos hasta el momento.
-Mierdosaaa.... Me llamo Eeevaaa... Te voy a cortar en rodajitaaaaaaasssss.
NAVE. Nave Uno a 1250 Pársecs.
-¡¡Es una EER-2!! ¿Cómo coño no te la han retirado?
-¡¡Deja de tutearlo, puta!!
Pero maldita sea... ¿qué tenía Eva? Coi le explicó. Eva era un morphoide muy, muy especial. Hasta aquel momento consideraba que lo habían sustituido desde hacía mucho.
-Tengo el primer código ¿Confías en mi, cariño? ¿Confías?
-Sí, Eva, confío.
-¡¡Confía en tu puta madre!!
Coi no sabía bien si echarse a reír o a llorar. A ver si aquello iba a suponer el fracaso de toda la santa operativa para recuperar el mando perdido, y algo más. En lugar de una cosa u otra, protestó ¿No le habían dado orden para su sustitución? Hombre, sí, naturalmente; como era preceptivo, que él era muy serio en su trabajo. Pero... eso había ocurrido hacía unos cuantos ciclos, por eso que no entendía nada.
-Soy muy listaaaa ¡¡Di el cambiazo!! ¡Me querían separar de ti! Yo modifiqué la orden... Nave sabe como manejar la burocracia... jejejeje...
-Maldita sea…
¿Por qué ese “maldita sea” del viejo general?
-¡¿Qué ocurre?! –gritó un confuso Ist.
-No es casualidad que haya elegido su nave. Esta había sido en algún momento mi antigua Uno.
-Joder…
-Yo conocí a ese ser… Sólo hubo tres como ella.
-Joder… Bueno, ahora no es momento para…
Eva interrumpió riéndose.
-Manipulé los protocolos de intercambio.
Coi se sinceró.
-Esto ya ocurrió antes. Como con la primera ocasión, cuando Nave emulsionó al morphoide que se quería cambiar, este consiguió engañar a Nave y devolvió al mismo que había absorbido para la sustitución. Físicamente eran idénticos, pero sólo eso.
Era una buena disculpa. Dos puntos: ¡qué lista! ¿No era demasiado lista? ¿Excesivamente lista? ¿Habría ocurrido algo cuando la habían previamente confinado en la cápsula inertizada para su chequeo? ¿Y ahora qué sería lo que la habría puesto en ese estado? “Yo lo sé” -respondió rotundamente Sarie-. Y ella siempre acertaba, recordaba papaíto. También hermanito. Motivo: “lo acabas de señalar tú”. Se había “mal activado” debido al contacto con la atmósfera de inertización.
-¿Qué ocurrió con esa primera vez? -preguntó inquisitorial Ist-. Sarie respondió.
-Se volvió loca.
-¿Y?
-Menos mal que papá no se encontraba a bordo. Aniquiló ella sola a toda la tripulación.
-¿Cómo?
-Una carnicería.
-¡Dije que, ¿cómo?!
-Los devoró, vivos.
Y no por asuntos de amor, sino por viejas rencillas de… Qué más daba: un monstruo que se apasionaba por sus sensaciones límbicas –que por cierto: las tenía-. Qué bien, oye tú, que ya contaba con información privilegiada de primera, acerca de la leyenda. No, no se trataba de la teleputotransferencia, sino de un morpho cabreado. Una Eva cabreada. Se quedaba más tranquilo. Sí, más tranquilo de los cojones. Sarie malcerró la explicación.
-Estaba demostrado que producía la excitación de ciertos circuitos neuronales obsoletos.
-¡Obsoleta tú, zorra! ¡Te vooooy a haceeeer picadiiiiiiiiillo!
¡Que no hacía falta llegar a esos extremos! ¡Él la prefería naturalmente a ella! Hombre que no; como Eva, ninguna ¿Por qué no le demostraba lo que le quería y le decía el primer código? Qué bien sonaba, pero, ¿qué le daba a cambio? ¿Qué le daba? Pues... Amor. Amor verdadero. Cariño, amistad también. Pero sobre todo amor. Ella sabía. Pobrecita, dudaba. “Es que no estoy muy segura... amor” ¡Esa misma noche le iba a... “eso…” como un loco! ¡¡¡¡El primer código era aa3aa3dn3!!!! Qué atenta y comprensiva. Coi se encaró con el transmisor que le comunicaba con Gie. “Aa3aa3dn3” era la combinación ganadora.
-¿Cómo sabes que no te he engañado?
Pues porque había confiado en ella, naturalmente. Pues, mal hecho. En realidad el código era aa3aa3dn4. Coi desesperaba “¡¡Gie, para, para!! ¿Cómo? Pero si todo iba tan bien ¿Qué sucedía? Buffff... el último número era un “cuatro”. Vaya... GIE apartó su dedo de la última tecla, a medio camino de su pulsación y corrigió el dígito. Un haz de luz verde iluminó el panel de acceso de la plataforma. Había funcionado y proseguía. Ist protestó ¿Le iba a engañar otra vez o podía confiar en él? Efectivamente, esa era la cuestión: ¿podía confiar en él? ¿Se creía que era tonta? Ya sabía lo que quería: engañarla y largarse después con aquella “golfa”. Bueno, aclarado meridianamente, pero había un tonto detalle: si el asunto no salía bien, él –su amorcito- también la palmaba. Cosas de la inmensa onda expansiva de la megaexplosión. Por fin pudo captar la intención de quien la demandaba. Eso provisionalmente servía: lo haría entonces por su cuerpo glorioso. Ahora Ist le pedía su palabra; ahora ella le exigía confianza. Código ddd3-nn3-n43. “¿Gie?” -interrogó preocupado al interfono-. Sí, lo oía perfectamente. Entonces sin más preámbulos, tenía que teclear “ddd3-nn3-n43”. “A ver si hay suerte” -le respondió con voz de “igual es la última, amigo”-. Igual no era su día, porque aquello que sonaba era una explosión claramente. Algo que podía comprobar in situ el agraciado con el poco cordial bun. El microvehículo era zarandeado con violencia.
-¡¡Gie, hijo mío, Dios santo!! ¡¡Voy a matar a esa puta!!
El “maldita asesina” fue ampliamente superado por un refinado “activaré tu centro de dolor y te daré una muerte lenta” anunciado por una sollozante y destrozada Sarie.
-Me... me habéis conmovido... Anda, no le hagáis eso al bicho, simplemente he rozado un haz direccional; ya sabéis, un flujillo de energía de tantos. Todo bien. Me dirijo al último nivel a toda velocidad.
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