-A ver, usted tiene ante sí un instrumento de decisión. Decida pues si quiere confiar en nosotros; o no. Esto es lo que hay: se ha producido un complot contra mí; una rebelión en Nave, y ahora como ya puede imaginar sin mucho esfuerzo, se han formado dos bandos. Nos íbamos a reunir tres Generales por un asunto que ahora no puedo revelarle. Sobre todo por falta de tiempo. Porque no sé cuánto tiempo les costará franquear la barrera... Averiguarán los códigos por el procedimiento especial. Son dos, y pueden permitirse bloquear mí autoridad y acceder así al Comité y conseguirlos. Me refiero a los códigos de seguridad de la barrera energética que ahora les impide acceder a nuestros puestos. Cuando lo consigan, sus fuerzas... Sus fuerzas nos superan en uno a quince, maldita sea. Pero da igual, Nave se rendirá también. La respuesta del Comité les dará también su control, y este será nuestro fin. Yo no puedo activar a Nave contra ellos, por razones de protocolo. Al menos ellos tampoco pueden, hasta el momento, usarla contra nosotros. En cualquier caso, está estipulado que la petición ha de ser formulada en código manual, y eso les llevará por su complejidad al menos un tas.
Sarie se le adelantó a su respuesta, menos compleja, con una frase simple, pero cargada de sensualidad. Todo lo que dijera o dijese, subjuntivo, rebosaría desbocada metasensualidad. Incluso ese “el tiempo apremia, ¿va a confiar en nosotros?” destilaba feromonas atontantes. ¿Quéeee le estaba pidiendo Afrodita? ¿Confianza? Eso era poco riano. Peeeero qué tremendos ojazos...
Papi no interrumpió la segregación de endomorfinas y dejó hacer.
-Tiene en sus manos el código de activación de su propia nave. Sólo usted puede activarlo. Necesitamos su ayuda y su confianza.
¿Confianza? ¿Cuántas veces había escuchado la palabrita últimamente? ¡¡Era riano, coño!! “¿Por qué tendría que creerles?” -apostrofó Ist secante-. Aparentemente dirigiéndose con cierta fingida distancia al grupo, pero desde luego con peor disimulo centrando su respuesta exclusivamente sobre la sugerente expositora de aquella línea argumental tan emocionalmente diseñada como su propio cuerpo portador de los pechos mejor “fabricados” de la Galaxia y más allá. En realidad no podía apartar la vista de toda ella. Lo que es un casco. Ahora ya se podía fijar en detalles. Lo dicho: tenso -de emoción- por fuera; descifrable -ojos extra saltones- también por fuera. El papá hacía verdaderos esfuerzos por pasar por alto aquel comportamiento caníbal con su hijita. Aquella encurvada Venus que hacía doler la vista le robaba al pobre hombre toda la concentración. Nunca había abierto tanto los ojos.
Pero el viejo pero no ciego General, que a fin de cuentas también estaba allí -por cierto- ya sabía qué frase precisa iba a emplear para efectuar la descompresión. En realidad la única que tenía preparada para aquel momento: tendría que llevarse por su instinto. Qué frase más mal elegida. Bueno, se suponía que no se lo iba a tomar al pie de la letra, ¿no? Además, tenía a Gie, que en el peor de los casos le podría arrear una patadaza en la boca, o más abajo, si hiciese falta para detenerle el instinto. Disimuladamente de reojo comprobó que por su extraviada forma de mirar, él también se olía “más que algo”. Y bien, aquello no se aprendía en la Academia. O tal vez sí, pero si algo había aprendido, ya no lo recordaba ¿Confianza? Un viejo, una súperhipermegamaxiplus turbadora súperhipermegamaxiplus amazona de súperhipermegamaxiplus precioso pelo castaño y un rubiales súperhipermegamaxiplus hercúleo le pedían por las buenas “confianza” ¡¡Qué se jodan todos, hombre!! ¡¡Era riano!!
-De acuerdo. En fin, procedo al desacople.
Ist ajustó una orden mental al código y este fue inmediatamente aceptado por Nave. Fantástico, tanto entrenamiento, para hacer exactamente lo contrario a lo que manda en firme el protocolo. Estreñido, constreñido y desteñido el cortex, las órdenes del hipotálamo eran percibidas muy claras ¿Estaría babeando o algo así? Ist se pasó los dedos por los labios por si acaso. Coi, miraba a Sarie y lo miraba a él. Realmente la respuesta no le había sorprendido.
-Gracias Comandante, pero ha de ser mediante teletransportación. Es una normativa reciente y muy específica que seguramente usted desconoce, y es debido a la exclusiva naturaleza de mi estatus. Verá, cuando hay una situación de alarma, por seguridad Nave inutiliza el desacople de la cabina principal. Está configurado así para que esa estructura permanezca en poder de quienes adquieran una mejor posición de poder. Sí, ya lo sé, estará pensando en el señor… Comandante Yert; pero bueno, eso ahora no importa. Esto es así; ya tendrá más adelante todo tipo de explicaciones que desee.
Y encima eso. Puta tele transportación. Al final seguro que alguien iba a terminar comiéndose a alguien. Él empezaría por Sarie, seguro. “Por amor de Dios”, le censuró inmediatamente su perturbado subconsciente. Ist se volvió a repasar la cara con la mano. La humedad que notó podría ser incluso sudor.
Tres estados en la barcaza de tele transportación le bastaron para emular a su morpho y hacer un barrido exhaustivo de cada centímetro de aquella cegadora belleza. Pero tres estados son lo que son y ya se encontraba en el hogar. Nave los recibió con recelo. En forma de Eva.
-¿Invitados? ¿Puedes hablar conmigo, Ist?
¿Eva? A Ist le parecía extraño que Nave no aguardara dispuesta en fase militar y Ri en posición ¿Por qué ni lo uno ni lo otro? Pronto cayó en la cuenta que… “Seguramente…”. Que más que seguramente, su inconsciente había enviado “de algún modo” una orden mental -muy concreta- a su implante. Fuera tonterías: claramente debido sin la menor duda a la lujuria mental que festejaba sin pudor alguno su ultraerotizada humana biología. Un equivalente exacto a: “Eva, ven que te…”. Eso. Aunque en lugar de Eva, Afrodita. Qué escándalo en un momento así; pero, en fin, a ver, que no era el momento ni para ese tipo de adorables irreflexiones, ni desde luego para tanta hipócrita autoexpiación de tan firmemente deseados pecados. Pues eso, que incluso había que utilizar la sensatez, y actuar.
-Pasa a fase militar.
Nave cumplió. Eva se transformó en Ri.
-NAVE. Nave en fase militar ¿Objetivo?
El objetivo era la nave más próxima. La otra Dos de la que habían partido en desmoleculizado peregrinage. IST indicaba a Nave la orden a sabiendas de que sólo iba a producir un rearme convencional, puesto que Nave no podía aplicar a otra nave de la Federación riana protocolos de destrucción automáticos. Todo debía pasar por control manual, lo que equivalía -efectivamente- a nada. El único armamento destacable se situaba en la zona de puente y consistía en, aunque muy destructivos cañones de plasma, algo, por contra, realmente inofensivo para los escudos de cualquiera de las dos Naves. Lo único que en realidad esa orden había activado, a parte del valioso escudo de protección, era la estancaneidad al máximo.
Continuábase recibiendo nuevos efectivos desde la Nave abandonada. Un centenar por cada operativa. Tras un par de cots, cuando la mayoría de la tripulación había desembarcado, ocurrió lo más temido: una tele transportación fatal. Un centenar de cadáveres bien troceados en lonchas y cubitos formaban un pastel de sangre y asco que pronto fueron reabsorbidos por Nave. “Así que segura, eh...”, pensó Ist, mientras contemplaba a los otros tres compungidos, que no terminaban de dar crédito a lo que veían sus ojos en las pantallas de control ¿Qué se podía hacer? Nada ¿Qué se podía decir? Nada.
A aquellas alturas, evidentemente los rebeldes ya mantenían el control. Ri, como una noche sin estrellas, aguardaba órdenes. Coi aprovechó para confesarse. En toda su larga vida, nunca se había encontrado en una situación como esa ¿Y él? ¿Él? ¿Estaba de broma? La vida era una putada ¿Qué por qué había confiado en ellos? Ist se negaba a creer que un par de bonitos ojos y uno de bonitas... lo habían convencido para convertirse en el rey idiota de la sumisa obediencia. Era “muy probable” que aquellas curvas tuvieran algo que ver. Pero ya lo decía el conocido dicho riano: “dos tetas tiran más que dos cohetes de masa-energía”. Tanta Academia, tanta Academia, y al final un culo bien hecho tenía más sentido que toda la racionalidad de todo un cerebro entrenado durante quince ciclos. Ist iba descubriendo que el sentido de la vida, desde luego, era algo imposible de explicar.
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