Juan Domingo Argüelles - ¡No valga la redundancia!

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Lo que nos toca escuchar (y soportar) todos los días: «Yo mismo». El «mutuo diálogo». Lo que tienes que leer «antes de morir». Lo «bastante frecuente». Lo «actualmente en vigor». Las «falsas mentiras» de las «grandes multitudes». El «robo ilegal» de «productos orgánicos». «Repetir lo mismo», así sea un «rumor no confirmado». ras el catálogo de errores en el uso común del español que Juan Domingo Argüelles elaboró en
Las malas lenguas, este nuevo volumen continúa su recorrido por las expresiones que el descuido, la insistencia en calcar formas de otras lenguas, la pandemia de la corrección política y la simple ignorancia de las palabras y sus significados han sembrado en los medios informativos, las redes sociales e incluso libros de toda índole.Como señala el autor en su prólogo,
¡No valga la redundancia! « va dirigido a unos pocos millares de personas a quienes el cuidado del idioma les interesa, sea porque es su ámbito profesional o bien su gozo, además de su prodigioso instrumento de comunicación». En esta ocasión, se concentra en «los sinsentidos y redundancias, los pleonasmos y ultracorrecciones» que leemos y escuchamos todos los días. Con mordaz sentido del humor y un espíritu tan crítico como didáctico, este libro es a la vez una obra de consulta y un divertido recordatorio de lo que ocurre cuando olvidamos, ignoramos o desdeñamos la precisión en el lenguaje.

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картинка 148Google: 14 300 resultados de “escritoras mujeres”; 7, 960 de “autoras mujeres”; 5 880 de “autoras femeninas”; 2 450 de “escritoras femeninas”; 2 300 de “autora femenina”; 2 140 de “escritora femenina”. картинка 149

28. ¿autosuperarse?, superarse, ¿superarse a sí mismo?

Si por los académicos madrileños fuese, ya habrían incluido en el DRAE el falso verbo “autosuperarse”, puesto que incluyen “autosugestionarse” que, como ya vimos, es igualmente redundante. El uso de este falso verbo es abundante, en gran medida por el neologismo “autoayuda”, sustantivo femenino del cual deriva el falso sinónimo “autosuperación”, aún no admitido por el DRAE pero que seguramente muy pronto tendrá su lugar de privilegio en el mamotreto. Este falso sustantivo femenino, “autosuperación”, suele emplearse como equivalente de “superación personal”. También por la pésima influencia de la denominada “autoayuda” o “superación personal”, se desprende la redundancia “superarse a sí mismo” con las variantes “me superé a mí mismo” y “se superó a sí mismo”, sin que la Real Academia Española las desautorice, ¡y cómo habría de hacerlo si, cada vez más, la RAE se supera a sí misma en rebuznancias y barbaridades! Veamos por qué estas expresiones son redundantes. El verbo transitivo “superar” (del latín superāre) tiene tres acepciones principales en el DRAE: “Ser superior a alguien”, “vencer obstáculos o dificultades” y “rebasar”. En esta última acepción posee dos modalidades: “exceder de un límite” y “dejar atrás”. Ejemplos: El Barcelona superó al Madrid; Fulano superó todas las adversidades; No superes el límite de velocidad; Es indispensable superar los prejuicios raciales. En su función pronominal (“superarse”), este verbo tiene el siguiente significado a tal grado preciso que no admite duda alguna: “Dicho de una persona: hacer algo mejor que en otras ocasiones” (DRAE). Ejemplo: En su último libro, el pésimo escritor se superó y ya está en la lista de los malos. Siendo a la vez reflexivo y pronominal, el verbo “superarse” implica que la acción del sujeto recae sobre él mismo. Por ello, son redundancias bárbaras decir y escribir “me superé a mí mismo” (y peor aún “yo me superé a mí mismo”) y “se superó a sí mismo” (y peor aún “él se superó a sí mismo”). Es suficiente con decir y escribir “me superé” y “se superó”. Lo demás queda implícito. En cuanto a decir y escribir “me autosuperaré” o “se autosuperó”, es prácticamente tan torpe e hilarante como decir y escribir “me autosuicidaré” o “se autosuicidó”. Son barrabasadas redundantes, pues el verbo “superarse”, como ya indicamos, implica que la acción del sujeto recae en él mismo. En conclusión, “autosuperarse” y “superarse a sí mismo”, con sus variantes, son redundancias que debemos evitar.

Se trata de rebuznancias extendidas en todos los ámbitos de la lengua hablada y escrita. Incluso los profesionistas las utilizan con gran donaire, y si en el habla son abundantes, no lo son menos en las páginas de internet y en las publicaciones impresas. En la edición española de la Historia de la música, de Kurt Honolka, leemos lo siguiente referido a Mozart:

картинка 150“hay un terreno en el que [Mozart] se superó a sí mismo: en la composición operística”.

Quisieron decir el traductor y el editor que

картинка 151en la composición operística, Mozart se superó.

картинка 152Es obvio que, si se superó, la acción de superarse recayó en él, pues el pronombre personal “se” es la forma átona de “él”: tercera persona del singular. Añadir “a sí mismo” es gruesa redundancia. Un internauta presume lo siguiente en un foro: “me autosuperé de nuevo a mí mismo”. En apenas siete palabras, indudablemente se supera en el mal uso del idioma, pues no conforme con utilizar el falso verbo “autosuperar” añade “a mí mismo”, pero, además, emplea el pronombre personal “me”, forma átona de “yo”: primera persona del singular. Incluso si dijese “me superé a mí mismo” seguiría siendo construcción redundante y bárbara, pero decir y escribir “me autosuperé a mí mismo” es hacer pedazos completamente el idioma. He aquí más ejemplos de estas barrabasadas redundantes: “el superarse a sí mismo implica una fuerza interior”, “cómo superarse a sí mismo”, “el sueño de superarse a sí mismo”, “Paty Cantú busca superarse a sí misma” (¿y cuál sería la dificultad?), “Kim Kardashian quiere superarse a sí misma” (¿y qué se lo impide?), “Katy Perry teme no poder superarse a sí misma” (es que ella le pone a ella muchas dificultades), “el hombre se supera a sí mismo infinitamente”, “Oscar Ruggeri se supera a sí mismo”, “Mario Barco se supera a sí mismo”, “a la cima no se llega superando a los demás sino superándose a sí mismo” (filosofía profundísima), “Lady Gaga siempre superándose a sí misma”, “Tara se supera a sí misma”, “Kim Kardashian se supera a sí misma con su vestido más provocador (¿y esto es difícil?), “Borges se superó a sí mismo con el doblete ante el Málaga” (y uno que pensaba que Borges sólo escribía libros), “Messi se superó a sí mismo” (cuando se tuvo enfrente se hizo dos gambetas y un túnel y luego se mostró una peineta), “una forma de sentirse mejor y autosuperarse”, “cómo autosuperarse” (sin tener que autosuicidarse), “somos la gente que se autosupera con educación” (pues entonces que se superen consultando el diccionario), “el ser humano está queriendo siempre autosuperarse a sí mismo”, “Nietzsche llama a cada uno a autosuperarse a sí mismo” (¡falso!: no hay que injuriar la inteligencia de Nietzsche) y, como siempre hay algo peor, “allí me auto supere (sic) a mí mismo tanto en lo académico como lo personal (sic)”. ¡Se nota de inmediato esa “auto superación”: especialmente en lo académico!

картинка 153Google: 383 000 resultados de “superándose a sí mismo”; 221 000 de “se supera a sí mismo”; 202 000 de “superarse a sí mismo”; 76 900 de “superarse a sí misma”; 60 700 de “se supera a sí misma”; 46 500 de “autosuperarse”; 23 600 de “superándose a sí misma”; 23 200 de “se superó a sí mismo”; 18 200 de “se superó a sí misma”; 6 690 de “él se superó a sí mismo”; 6 440 de “me superé a mí misma”; 6 310 de “se autosupera”; 3 020 de “me superé a mí mismo”; 1 180 de “se autosuperan”. картинка 154

B

29. bajo la égida, ¿bajo la hégira?, égida, hégira

Hay quienes se ponen muy eruditos y sabihondos al escribir y producen barbaridades tan cultas y a la vez tan ineptas que causan consternación. Más les valdría decir las cosas en buen cristiano. Es el caso de quienes, orondamente, por ignorancia o por ultracorrección, confunden “hégira” con “égida” nada más porque no tienen la humildad de escribir, sencillamente, “amparo”, “defensa” o “protección”. Veamos. El sustantivo femenino “hégira” (del francés hégire, y éste el árabe clásico hiǧrah) significa, en el DRAE, “era de los musulmanes, que se cuenta desde el año 622, en que huyó Mahoma de La Meca a Medina, y que se compone de años lunares de 354 días, intercalando 11 de 355 en cada período de 30”. Ejemplo: El calendario de la hégira. Nada tiene que ver con el sustantivo femenino “égida” (del latín aegis, aegĭdis, y éste del griego aigís, aigídos, derivado de aix, aigós: “cabra”), con tres acepciones en el DRAE: “Piel de la cabra Amaltea, adornada con la cabeza de Medusa, que es atributo con que se representa a Atenea”, “escudo (arma defensiva)” y, por extensión, “protección, defensa”. Ejemplos: La égida o el escudo de los dioses; Exigen una investigación independiente bajo la égida de las Naciones Unidas. Queda claro que muchos de los que utilizan la expresión “bajo la hégira” quieren decir y escribir, en realidad, “bajo la égida”, esto es, “con el amparo de”, “con la protección de”, pero están peleados con el diccionario y jamás lo consultan, aunque la palabra cultísima les guste mucho para ornar su discurso. Dicen y escriben, por tanto (y por tonto) un disparate del ámbito culto o ilustrado. Esto demuestra que el mal uso del idioma no es exclusivo de las personas de bajo nivel escolar, sino que es compartido hasta por universitarios y profesionistas doctorados que confunden el culo con la cuaresma justamente porque suponen lo que sea en lugar de ir al diccionario y comprobar si lo que están diciendo o escribiendo es correcto. En su artículo “Crítica con poca hiel”, Carlos Callejo Serrano advierte esto: “Muchas veces vemos estampado, por personas que deberían tener alguna cultura, la frase ‘bajo la hégira del nazismo’ o ‘bajo la hégira de Freud’. Los que así escriben, lo que quieren decir es ‘bajo la égida’, y al hacerlo emplean un lenguaje figurado, porque la égida era el escudo de Minerva hecho de piel de la cabra Amaltea y bajo cuya protección se ponían los mortales para hacer lo que creían era grato a la diosa. Égida es, pues, propia o figuradamente, escudo, protección. Hégira es la huida de Mahoma a Medina, que se tomó como el origen de la era musulmana”. Ultracorrección, ignorancia y barrabasada de politólogos y periodistas, “bajo la hégira” es frase hecha, contrahecha y maltrecha. Digamos que es pendejada culta, cada vez que leemos enunciados como los siguientes: “Bajo la hégira de un gobierno postcastrista”, “establecido bajo la hégira del Ministerio de Ciencia y Tecnología”, “un país vasco independiente bajo la hégira de la izquierda radical vasca”, “luego vino un período de paz bajo la hégira de Tito”, “la primera Eurocopa celebrada bajo la hégira de las redes sociales”, “bajo la hégira comunista”, “bajo la hégira de Trump”, “bajo la hégira de Luis XVIII”, “bajo la hégira de la Federación Mundial para la Salud Mental”, “bajo la hégira de la Edad de Oro”, etcétera. Ni siquiera puede decirse que el sustantivo “hégira” sea sinónimo de “era” o de “época”, y en casi todos los casos en que se utiliza erróneamente lo que se quiere decir y escribir es “égida”, cuyos sinónimos, ya mencionados, son “amparo”, “defensa”, “protección”, “auspicio”. Pero también podemos ser más humildes, menos pretenciosos, y más claros: no decir que la Copa Mundial de Futbol se realiza bajo la égida de la FIFA, sino que se lleva a cabo con el auspicio, al amparo o bajo la protección de esta institución llena de hampones y corruptelas, bajo la égida de los gobiernos que hacen negocios y corruptelas con esos hampones.

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