Juan Domingo Argüelles - ¡No valga la redundancia!

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Lo que nos toca escuchar (y soportar) todos los días: «Yo mismo». El «mutuo diálogo». Lo que tienes que leer «antes de morir». Lo «bastante frecuente». Lo «actualmente en vigor». Las «falsas mentiras» de las «grandes multitudes». El «robo ilegal» de «productos orgánicos». «Repetir lo mismo», así sea un «rumor no confirmado». ras el catálogo de errores en el uso común del español que Juan Domingo Argüelles elaboró en
Las malas lenguas, este nuevo volumen continúa su recorrido por las expresiones que el descuido, la insistencia en calcar formas de otras lenguas, la pandemia de la corrección política y la simple ignorancia de las palabras y sus significados han sembrado en los medios informativos, las redes sociales e incluso libros de toda índole.Como señala el autor en su prólogo,
¡No valga la redundancia! « va dirigido a unos pocos millares de personas a quienes el cuidado del idioma les interesa, sea porque es su ámbito profesional o bien su gozo, además de su prodigioso instrumento de comunicación». En esta ocasión, se concentra en «los sinsentidos y redundancias, los pleonasmos y ultracorrecciones» que leemos y escuchamos todos los días. Con mordaz sentido del humor y un espíritu tan crítico como didáctico, este libro es a la vez una obra de consulta y un divertido recordatorio de lo que ocurre cuando olvidamos, ignoramos o desdeñamos la precisión en el lenguaje.

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Y son propias del ámbito culto del idioma, en especial de la jerga de la psicología y la autoayuda, de donde pasaron al deporte y a la política. En el portal digital mx Político leemos el siguiente encabezado:

картинка 130“Invita Monreal a poderes de la unión a autolimitarse y pensar en la sociedad”.

Este señor es capaz de decir y escribir cualquier cosa (no lo dudamos ni un instante). Pero el portal de noticias debió informar que Monreal

картинка 131invitó a los poderes de la unión a limitarse o ponerse límites y pensar en la sociedad. Y, en todo caso, que “se autolimite él mismo” (¡vaya redundancia tan atroz!) en su hablar desbocado, para ya no decir tanta tontería.

картинка 132He aquí algunos ejemplos de estas barbaridades redundantes: “De los prejuicios y el arte de autolimitarse”, “autolimitarse en la información: AMLO”, “propone Ceaip a jóvenes a autolimitarse en el uso de redes sociales”, “la prensa debe autolimitarse”, “autolimitarse para aumentar la creatividad”, “la ansiedad de autoexigirse demasiado”, “¿es bueno o malo autoexigirse?”, “hay que autoexigirse para sacar lo mejor”, “autoexigirse demasiado al iniciar una rutina”, “se autoexige muchísimo”, “Cristiano Ronaldo se autoexige demasiado”, “no te autolimites y no te estanques”, “no te autolimites, piensa en grande”, “te autolimitas y te frustras” y, como siempre hay algo peor, “tú mismo te autolimitas” y “la perfección que él mismo se autoexige”.

картинка 133Google: 27 100 resultados de “autolimitarse”; 7 390 de “autoexigirse”; 6 940 de “se autoexige”; 5 820 de “no te autolimites”; 3 730 de “te autolimitas”; 2 340 de “me autoexijo”; 1 000 de “no te autoexijas”. картинка 134

25. ¿autoexpulsión?, expulsar, expulsión, ¿se autoexpulsó?, ¿se hace expulsar?, ¿se hizo expulsar?

En el futbol (¡tenía que ser el futbol!) leemos que “Messi y el amor propio salvan al Barcelona. El rosarino se inventa el golazo con el que el cuadro azulgrana se mantiene como invicto tras jugar con uno menos por la autoexpulsión de Roberto”. Hay que ver y oír cuánta memez se dice en el futbol. Al jugador lo expulsó el árbitro, porque un jugador no tiene la autoridad para mostrarse (¿o “automostrarse”?) la tarjeta roja y abandonar la cancha. Más allá de que haya sido expulsado por protestar airadamente ante el árbitro o por agredir a un rival, por supuesto que no “se autoexpulsó”. El verbo “autoexcluirse” y el sustantivo “autoexclusión” son términos legítimos en nuestro idioma, porque las personas pueden, por sí mismas, excluirse de algún ámbito o alguna acción, pero “autoexpulsión” y “autoexpulsarse” son tonterías que no caben en nuestra lengua. El tal Roberto no se “autoexpulsó”, sino que fue expulsado de la cancha por el árbitro, a consecuencia de una falta cometida durante el partido. El verbo transitivo “expulsar” (del latín expulsāre) significa, en la tercera acepción del DRAE, “echar a una persona de un lugar”. Ejemplo: Por comportamiento impertinente fue expulsado del avión y puesto a disposición de la autoridad. El sustantivo femenino “expulsión” (del latín expulsio, expulsiōnis) designa la acción y efecto de expulsar. Ejemplo: Además de merecer la expulsión, el jugador será suspendido varios partidos por agredir a un rival. Dado que la expulsión es un castigo o escarmiento que se impone a un infractor, no existe la “autoexpulsión” ni, por supuesto, el disparatado verbo “autoexpulsar” o “autoexpulsarse”. Hay que dejarse de tonterías. Si hay un ámbito que patea el idioma, ése es el del futbol. Con “autoexpulsión” y “se autoexpulsó”, los futbolíricos quieren dar a entender que la expulsión que mereció un futbolista fue por razones muy tontas o por actitudes muy idiotas. A veces esto mismo lo dan a entender con la perífrasis, no menos ridícula, “se hizo expulsar”. En todo caso si un futbolista, deliberadamente, comete infracciones en el juego, con el propósito y el deseo de que el árbitro lo expulse, su equipo tendría que rescindirle el contrato y mandarlo a su casa. Pero no es esto lo que se quiere dar a entender con la expresión “se hizo expulsar”, sino el comportamiento tonto o imprudente por el cual mereció la expulsión. Sea como fuere, estas expresiones son ridículas. El árbitro expulsa del partido a jugadores que cometen faltas o infracciones a las reglas del juego; si los cronistas y comentaristas del futbol juzgan que la actitud del “expulsado” fue infantil, inocente, torpe o idiota, esto no cambia nada: quien lo expulsa es el árbitro y punto. No digamos memeces. Nadie dice o escribe (hasta ahora) que una persona se “autoasaltó” o “se hizo asaltar” porque, confiadamente, inocentemente, tontamente inclusive, pasó junto a unos asaltantes que le robaron sus pertenencias. Lo asaltaron y punto; por confiado, sí, por inocente, por despistado, pero él no se asaltó, sino que lo asaltaron. Es el mismo caso del futbolista que, por supuesto, no “se autoexpulsa” ni “se hace expulsar” ni mucho menos sufre “autoexpulsión”: ¡lo expulsa el árbitro y sanseacabó!

Estas tonterías son frecuentes en el periodismo impreso y audiovisual. En el diario asturiano El Comercio leemos esta barbaridad:

картинка 135“Ganarse una tarjeta por protestar o autoexpulsarse no es competir”.

En buen español, debió escribirse:

картинка 136Ser amonestado o expulsado por protestar impide competir.

картинка 137He aquí otros ejemplos de estas idioteces futbolíricas: “Se hizo expulsar en un minuto”, “Neymar se hizo expulsar por un duro codazo”, “Toledo se hizo expulsar y dejó a Estudiantes con uno menos”, “Miguel Samudio se hace expulsar por una jugada muy inocente”, “Castillejo se hace expulsar al 90”, “Sambueza se hace expulsar nuevamente”, “la autoexpulsión más tonta de Maicon”, “la autoexpulsión absurda de Opazo”, “la absurda autoexpulsión de Edú”, “Gerrard se autoexpulsó a los 40 segundos”, “Ortega se autoexpulsó en el mejor momento de Argentina”, “Roberto Soldado se autoexpulsa por una estupidez”, “el recado de Marcelo a Gareth Bale tras autoexpulsarse” y, como siempre hay cosas peores, “CR7 se hizo autoexpulsar” y “se hizo autoexpulsar contra el Málaga para irse al cumpleaños de su hermana y perdimos esa liga”.

картинка 138Google: 45 200 resultados de “se hizo expulsar”; 15 400 de “se hace expulsar”; 12 900 de “se autoexpulsó”; 10 400 de “se autoexpulsa”; 8 670 de “autoexpulsión”; 5 380 de “autoexpulsado”; 5 070 de “autoexpulsarse”; 2 130 de “autoexpulsiones”. картинка 139

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