La hipnosis es un estado de conocimiento muy definido. La persona hipnotizada no es un inconsciente en ningún sentido del término, más bien adquiere una consciencia excesiva sobre un gran número de cosas y aún puede no ser consciente de otro número de cosas, también grande. (1960, p. 52)
Evidentemente, esta definición es muy vaga, como él mismo reconocía. Erickson fue un clínico más preocupado por innovar en los procedimientos de inducción para incrementar su eficacia, que por plantear teorías explicativas. Para este autor, el verdadero cambio terapéutico ocurría cuando se producía una reorganización, re-asociación y re-síntesis internas de los propios potenciales del paciente, los cuales estaban dados por los aprendizajes psicológicos, fisiológicos y conductuales que toda persona posee por el simple hecho de estar viva. Erickson adaptaba las técnicas de inducción a las necesidades individuales de cada paciente y defendía el uso de las sugestiones indirectas.
De sus aportes se derivaron la psicoterapia ericksoniana (Erickson, 1948/1980) y la programación neurolingüística (pnl) (Bandler y Grinder, 1980), así como diversas terapias estratégicas que han pautado una serie de indicadores y técnicas que permiten optimizar el proceso de comunicación no solo en terapia, sino también en otros ámbitos tales como la enseñanza, los negocios, etc.
Un discípulo de Erickson, Rossi (1982), se basó en los hallazgos de la investigación acerca de los ritmos psicobiológicos para plantear su teoría de la existencia de una “respuesta sanadora ultradiana”. Mientras trabajaba con Erickson, Rossi observó que muchas veces este no utilizaba inducciones formales, a pesar de lo cual las personas entraban en trance hipnótico. Erickson decía que las personas manifiestan espontáneamente en el curso de la sesión un comportamiento similar al trance hipnótico al que había denominado “trance común de cada día”, y que él tan solo profundizaba y utilizaba en la terapia. A principios de la década de los ochenta, Rossi encontró referencias en la literatura acerca de los llamados “ritmos ultradianos”, los cuales consistían en que cada 90-120 minutos se producen oscilaciones en la actividad vigil, caracterizadas por una fase de actividad y una de descanso, con un predominio de actividad del hemisferio no dominante y de actividad parasimpática. De acuerdo con este enfoque, todas las personas experimentamos varias veces al día estados “especiales” de consciencia en los que nos encontramos viviendo un período natural de introversión y falta de respuesta social. El terapeuta entrenado en el reconocimiento de las señales corporales que indican este estado, puede utilizarlo para incitar procesos internos creativos con fines terapéuticos.
Recientemente, Green, Smith y Kromer (2015) publicaron un estudio –el cual según Jensen (2016), tiene un diseño metodológico impecable–, en el que se evidenció que existen variaciones diurnas en la hipnotizabilidad, siendo el horario de la media mañana el mejor para realizar hipnosis, y la tarde el peor. Los autores no encuentran una explicación convincente de este resultado y Jensen (2016) examina cómo, en parte, se pudiera explicar por las variaciones diarias en la actividad eléctrica cerebral, específicamente de los conjuntos neuronales que se activan en la frecuencia theta (4-8 Hz), pero aún no hay suficiente evidencia de esto y, en última instancia, como bien señala Jensen (2016), la observación clínica individual sigue siendo el método más confiable para determinar el momento más favorable para la inducción hipnótica de una persona.
La investigación de los ritmos psicobiológicos ha conducido a Rossi a investigar en los últimos años la relación de estos con los genes, en lo que se plantea como el enfoque de psicobiología de la expresión genética. En el 2002 Rossi propuso el concepto “estados conductuales relacionados con la expresión genética”, para referirse a:
Una clase especial de genes que está asociada a cambios en el estado de activación, como el despertar, el sueño y los ensueños. Estos genes están frecuentemente asociados con los genes del reloj biológico en un amplio campo de las experiencias humanas incluyendo la activación emocional, crisis, y sentido de triunfo por una parte, y por otra con estrés, desesperación y depresión (2002, p. 12).
Este acercamiento, cuyas bases experimentales deben aún desarrollarse, curiosamente nos indicaría que los estados especiales de consciencia son frecuentes, lo que en el fondo y paradójicamente, haría especiales también a los estados “normales”.
Por otro lado, aunque el término estado alterado de conciencia nos remita a una concepción de la hipnosis como un estado patológico, realmente en la actualidad se usa de forma descriptiva y no explicativa, para referirse al concepto de trance como estado característico de la hipnosis, en el que se pueden producir fenómenos aparentemente no habituales, generalmente algún tipo de distorsión del juicio crítico, alteraciones de la percepción, de la memoria y experiencias anómalas en general.1
Charles Tart (citado en Santana, 2002) fue quien agrupó por primera vez bajo el concepto de estados alterados de conciencia, diferentes fenómenos extraordinarios o poco comprendidos, los cuales son el resultado de diversos procedimientos (meditación trascendental, yoga, hipnosis, relajación zen, etc.), cuyo principal fin es lograr la expansión de la conciencia con el propósito de captar y comprender mejor otras realidades humanas, e incluso aumentar la capacidad intelectual (algo actualmente descartado en el campo de la hipnosis) y contribuir a la curación de enfermedades diversas.
El metaanálisis de Baer (2003) y revisiones cualitativas como la de Morone y Greco (2007) sobre este tipo de intervenciones con ancianos, proveen evidencias de los efectos salutogénicos de estos procedimientos, lo que contrasta con la idea de la hipnosis como un estado patológico de conciencia.
El denominado estado alterado de conciencia se tipifica como una percepción ensanchada, mediante la cual se pueden vivir y experimentar unas secuencias espectaculares, con una intensidad, un realismo, una verdad y una intensidad sensorial que superan ampliamente la de la percepción normal. Debe señalarse cómo los autores que parten de esta concepción consideran que las característica de estos estados son: la relajación, la calma y la absorción (concentración en la experiencia y desconexión de los estímulos externos) y, en este sentido, se pueden ubicar en las citadas coordenadas de relajación y apariencia de un estado parecido al sueño.
La postura que propone la hipnosis como estado está muy bien ilustrada por Wagstaff (2014), quien afirma que un estado alterado de conciencia identificado por “los cambios en sensaciones, percepciones, pensamientos o comportamiento” (p. 92), debe ser una característica central en la definición de la hipnosis. A partir del origen etimológico del término y de las definiciones que proporcionan la mayoría de los diccionarios y compilaciones, se le define como un estado alterado de conciencia. Subraya Wagstaff que se puede usar una palabra sin compartir los significados primigenios que tuvo; por ejemplo, las personas dicen ser “espirituales”, sin creer necesariamente en el espiritismo.
Así, Wagstaff plantea que se trata de un “supuesto” estado alterado de la conciencia (2014, p. 102), y que a pesar de que los estímulos específicos o las interacciones sociales (una inducción hipnótica, la presencia de un hipnotizador) pueden facilitar la hipnosis, el factor más importante que permite decir que esta se ha producido, es que las experiencias subjetivas de los individuos sobre sí mismos y sobre el mundo se modifican de una manera que ordinariamente no lo harían.
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