1 ...7 8 9 11 12 13 ...16 La importancia de esto para el tema de la hipnosis radica en cómo, desde el enfoque de la disociación en cuanto fenómeno patológico relacionado con la histeria, se plantea que hay un continuum que va desde experiencias normales de la vida cotidiana, como el soñar despierto, hasta el extremo más patológico representado por los casos de tep. En alguna parte de este continuum, los autores ubican a la hipnosis, aunque en la parte del continuum en la que ya no se da patología.
Una de las teorías más conocidas sobre la hipnosis es la teoría neodisociativa de Hilgard (1977), inspirada en la teoría de la disociación de Janet (1893/1894). Durante su intenso trabajo experimental, Hilgard encontró que algunas personas a las que se inducía analgesia hipnótica reportaban que una parte de sí mismos no sentía dolor, mientras que otra parte sí. A este fenómeno se le ha llamado el “observador oculto”, y es muy frecuente que sea reportado por las personas que practican auto-hipnosis, quienes sienten cómo una parte de sí mismos hace las sugestiones y está consciente de todo el proceso, mientras que otra parte de sí cumple con las sugestiones como si fueran exteriores e independientes de su voluntad (Hilgard, 1979).
La teoría neodisociativa postulaba que la consciencia se puede dividir en dos o más subsistemas cognitivos, separados entre sí por una especie de “barrera amnésica”, la cual permite que, si bien ambos subsistemas son controlados jerárquicamente por el control central del “ego”, pueda darse un relativo desconocimiento de los contenidos entre uno y otro. Desde esta postura, en la hipnosis lo que se busca es disociar esos subsistemas, alterando la pauta del control ejercido por el ego de la persona. Dos supuestos básicos de esta teoría son: a mayor nivel de trance, mayor nivel de disociación; y, el nivel de trance máximo varía entre las personas pero es inmodificable en un mismo individuo, es decir, existen diferencias individuales con respecto a la sugestionabilidad hipnótica. Desde estas teorías, además, se considera que la sugestionabilidad hipnótica es una capacidad preexistente en el individuo (Hilgard, 1977; 1979), y podría considerarse un rasgo estable, similar a otros rasgos de personalidad.
El fenómeno del observador oculto ha sido cuestionado por Spanos (1996), y más recientemente, por Green et al. (2005), quienes realizaron una serie de estudios altamente controlados y encontraron que los datos derivados de la investigación del “observador oculto”, más que indicar la disociación de la conciencia, muestran cómo las personas se involucran en roles al desarrollar expectativas en respuesta a las demandas inherentes a las situaciones experimentales. Es decir, el observador oculto es un artefacto experimental, aunque pueda tener una interesante aplicación clínica.
Otra teoría reciente que se fundamenta en la disociación es la del “control disociado” de Woody y Bowers (1994). Según esta, hay una relación no jerárquica entre un control automático y uno racional, este último dependiente del lóbulo frontal. Algunas investigaciones recientes realizadas con técnicas neuropsicológicas y neurofisiológicas, han aportado evidencias sobre este modelo (Bob, 2003), aunque también en sentido contrario (Wagstaff, Cole y Brunas-Wagstaff, 2007), por no hablar de las interpretaciones inadecuadas en esta dirección de inhibición de los lóbulos frontales como indicadores de disociación (Capafons, Lamas y Lopes-Pires, 2008). De hecho, actualmente se reconoce que gran parte del procesamiento de la información ocurre sin que las personas se den cuenta, lo que no quiere decir que estén disociados, tal y como plantean Spanos y Chaves:
Es poco frecuente que las personas puedan especificar las variables más importantes que determinan su conducta, y las atribuciones causales que desarrollan las personas para explicar su comportamiento suelen ser inadecuadas y reflejar más convenciones culturales que una adecuada introspección. (1989, p. 12)
Hay dos grupos de datos que sustentan la posición de no-estado. El primero se refiere al modesto efecto de la inducción hipnótica en la sugestionabilidad. El segundo es el fracaso en el propósito de encontrar indicadores fiables del estado alterado. Los marcadores conductuales asumidos como indicadores de “estar hipnotizado” (literalismo, catalepsia y amnesia), o bien no han podido distinguir a los participantes hipnotizados de los no hipnotizados, o bien se ha demostrado que son producto de las percepciones que tienen los participantes del rol hipnótico. Asimismo, no se han encontrado indicadores fisiológicos ni autoinformados de un trance hipnótico. Por tanto, los investigadores han establecido que la respuesta a la hipnosis depende más de las habilidades, creencias e interpretaciones de la persona hipnotizada, que del uso de una inducción hipnótica, lo cual permite entender que las personas “entren” espontáneamente en hipnosis sin necesidad de las teorías ericksonianas o del concepto de “trance” propuesto por los Spiegel (Spiegel y Spiegel, 2004).
Contra la consideración sobre la cual en la hipnosis se producen estados alterados de consciencia, se esgrimen casi los mismos argumentos que se usan para defender la idea opuesta; por ejemplo, si en la hipnosis no ocurre nada que no pueda ocurrir en otras situaciones psicoterapéuticas e, incluso, en la vida normal (Kirsch, 1993), a esto los defensores de la hipnosis como estado lo denominan “hipnosis espontánea” (Barabasz y Barabasz, 2015).
Lo cierto es que: 1) todos los fenómenos y efectos producidos mediante la inducción hipnótica pueden producirse sin dicha inducción; 2) el incremento en el grado de sugestionabilidad hipnótica de una persona solo se puede ver ligeramente aumentado con el uso de la hipnosis, sin embargo, otros procedimientos no hipnóticos –como el entrenamiento en imaginación o el uso de placebo–, aumentan la sugestionabilidad hipnótica en una medida mucho mayor; 3) hay una descripción frecuente de las personas acerca de la experiencia hipnótica, no como un estado alterado o raro, sino como un estado normal, en el cual hay una mayor concentración de la atención en la percepción de una serie de estímulos y en la capacidad de imaginar sobre ellos; y 4) existe una gran similitud de los efectos y descripciones provenientes del entrenamiento en relajación con la hipnosis.
Pueden enumerarse muchas situaciones habituales, que todos hemos vivido y que han sido consideradas como indicadores de estado hipnótico: ¿Quién no ha experimentado alguna vez un fenómeno de “sordera selectiva” mientras está concentrado en algo que le interesa mucho y ha dejado de percibir los ruidos que se producen a su alrededor?; ¿no es frecuente encontrar en la práctica clínica fenómenos de analgesia, o sea, personas que tienen una lesión y no reportan dolor? (recuérdese a los deportistas que sufren graves lesiones durante un evento deportivo y, sin embargo, siguen jugando sin percibir el dolor; o el caso todavía más frecuente, de quien sufre un esguince mientras corre, y no se da cuenta de que tiene el tobillo dolorido e inflamado hasta que pasa un tiempo); ¿quién no ha vivido la sorpresa de recordar de repente, bajo determinadas circunstancias, un número telefónico o un nombre que creía que había olvidado? (hipermnesia). Y, por el contrario, ¿cuántas veces no olvidamos cosas que estamos seguros de saber y que momentos antes recordábamos perfectamente? (amnesia); ¿no son frecuentes los reportes de personas que aseguran haber visto “cosas” (ovnis, santos, demonios, etc.) cuando simultáneamente otros observadores niegan haberlas visto? (alucinaciones). Finalmente, ¿cuántos de nosotros no hemos “soñando despiertos” con la persona amada, al mismo tiempo que caminamos, cruzamos la calle y hasta saludamos maquinalmente a alguien a quien después no recordamos que vimos? (disociación del entorno).
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