Quisiera, además, llamar la atención sobre la importancia que tiene la relación con el paciente para lograr el trance plenario, como muy bien señala el propio Erickson. Dado que está demostrado que una variable que interviene en el éxito de la hipnosis está constituida por las expectativas de quien hipnotiza, así como por el deseo del paciente de cumplir con las mismas, cabe esperar que, si el terapeuta espera inducir a este tipo de estado, es muy posible que el paciente se lo ofrezca, de acuerdo con la teoría según la cual la hipnosis es una activación de roles, tal y como parece ser que le ocurrió a Charcot (Sarbin y Coe, 1972), quien gozaba de un inmenso prestigio en su entorno (como el que tenía Erickson). Esta reflexión de ninguna manera niega la existencia de este tipo de estados, el propio Erickson enfatizaba que en hipnosis no ocurre nada que no pueda ocurrir en la vida cotidiana, por ejemplo las experiencias de levitación, salirse del cuerpo, etc., han sido frecuentemente comentadas por místicos, santos, ascetas y yoguis. Así que lo verdaderamente interesante, a mi juicio, es que la hipnosis sea una herramienta que permita evocar experiencias de este tipo.
A diferencia de lo que suele pensarse habitualmente, la hipnosis entonces nos está invitando a pensar en las inmensas posibilidades que tienen la motivación y las creencias de las personas (tanto las de quien hipnotiza, como las de la persona hipnotizada), y en cómo podemos aprovechar estas posibilidades para mejorar la salud.
Sugestionabilidad hipnótica
Una de las preguntas que impulsa la investigación científica en el tema de la hipnosis es la referida a si todas las personas son “hipnotizables”, y en caso de que no sea así, qué diferencia a las personas hipnotizables de las que no lo son. A esta pregunta, las diferentes teorías sobre la hipnosis dan respuestas contrapuestas. Algunos autores afirman que cualquier persona puede ser hipnotizada, y solo hay que encontrar los métodos de inducción más apropiados para ella. Otros, por su parte, plantean que existen diferencias individuales con respecto a la susceptibilidad a la hipnosis.
La creencia de que la sugestionabilidad a la hipnosis es una característica relativamente estable se ha sostenido, por lo menos, desde mediados del siglo xix (Hilgard, 1960). Uno de los teóricos más importantes de esta concepción es Hilgard, quien la planteaba como una característica de la personalidad que se forma durante experiencias en la infancia y, ya en la edad adulta, se mantiene sin cambios importantes. Consideraba que el tipo de experiencias infantiles determinantes de la susceptibilidad a la hipnosis eran las de las interacciones con los adultos (principalmente con los padres o sustitutos), las cuales tenían que ver con la dependencia-independencia, la conciencia, la relación con la autoridad y la identificación. Hilgard (1965) también consideraba que existían diferencias individuales con respecto a esta característica y que era posible medirlas para lo cual propuso, junto con Weitzenhoffer, las famosas Escalas de Susceptibilidad Hipnótica de Stanford (Weitzenhoffer y Hilgard, 1959; 1962).
Desde esta perspectiva, diferentes estudios indican que los poco y los muy hipnotizables son minoría (Hilgard 1960). Estudios longitudinales de hasta 25 años, muestran que las puntuaciones de sugestionabilidad son altamente estables en el tiempo en ausencia de procedimientos de modificación (Piccione, Hilgard y Zimbardo, 1989). En el caso de los niños, hay un pico de sugestibilidad alrededor de los 12 años (Yapko, 2006). También se ha reportado (aunque no corroborado) que las mujeres puntúan más alto (Hilgard, 1965).
Un estudio reciente encontró correlatos cerebrales estructurales y funcionales de la sugestibilidad hipnótica usando las imágenes obtenidas mediante resonancia magnética de 37 mujeres (estudiantes universitarias sin psicopatología) a las que se evaluó con la Escala de Susceptibilidad Hipnótica de Stanford. La sugestionabilidad hipnótica correlacionó positivamente con el volumen de materia gris en las porciones superior izquierda y medial de la circunvolución frontal, más o menos solapada con el área motora suplementaria y presuplementaria, y se correlacionó negativamente con el volumen de materia gris en la circunvolución temporal superior izquierda y la ínsula. También la sugestionabilidad hipnótica correlacionó positivamente con la conectividad funcional entre la zona posterior medial, incluyendo posterior bilateral, corteza cingulada y precuneus, y con la red visual lateral y la red fronto-parietal izquierda, así como también entre la red de control ejecutivo y una zona parietal/poscentral derecha. Por el contrario, correlacionó negativamente con la conectividad funcional entre la red fronto-parietal derecha y el tálamo lateral derecho (Huber, Lui, Duzzi, Pagnoni y Porro, 2014).
Se han realizado múltiples investigaciones con el fin de identificar las características de personalidad que se relacionan con la sugestionabilidad hipnótica. Estos estudios, durante la década de los sesenta, permitieron descartar variables psicopatológicas y rasgos histéricos (Barber, 1980). Es más, todos los que practican la hipnosis saben que las personas con “buena salud mental” son más fáciles de hipnotizar. Tampoco se han encontrado correlaciones significativas entre rasgos de personalidad específicos y sugestionabilidad hipnótica, utilizando instrumentos como el mmpi, Roscharch, tat, o el neo-pi (Council, 2005; Nordenstrom, Council y Meier, 2002; Yapko, 2006), aunque sí con algún tipo de trastornos como presentar fobias y trastorno de estrés postraumático (Council, 2005), lo que no quiere decir que toda persona hipnotizable presente psicopatología, pues personas sanas puntúan también alto en esta dimensión.
Tampoco correlaciona la sugestionabilidad hipnótica con la sugestionabilidad interrogativa no placebo (Kirsch, 1997), o sea, se puede ser muy sugestionable en situaciones cotidianas y no ser un “buen sujeto hipnótico”.
Un elemento aparentemente contradictorio con la idea de que la sugestionabilidad hipnótica es un rasgo estable de la personalidad, es el hecho de que la sugestionabilidad hipnótica se puede desarrollar con la práctica (Yapko, 2006). Spanos y su equipo hicieron estudios que demostraron cómo las personas con baja sugestionabilidad hipnótica lograban equiparar su ejecución con los de alta sugestionabilidad hipnótica si eran adecuadamente entrenados con, por ejemplo, el programa de Carleton para incremento de la sugestionabilidad hipnótica (Gorassini y Spanos, 1999; Spanos y Chaves, 1989).
Ya hace varias décadas se desarrollaron una serie de programas para incrementar la sugestionabilidad hipnótica, entre los cuales pueden mencionarse el de Sach y Anderson (1967), el de Tart (1970), y el de Diamond (1972), así como el ya mencionado y famoso programa de Carleton. Estos programas, con ligeras variantes, han sido ampliamente investigados y se ha comprobado su eficacia para modificar la sugestionabilidad hipnótica (Cangas, 1999). Según este autor, los programas de entrenamiento para incrementar la sugestionabilidad hipnótica, amén de sus diferencias, tienen las siguientes características comunes: 1) ofrecen información científica sobre la hipnosis; 2) suelen utilizar el modelado, generalmente con personas que han sido hipnotizadas y refieren su experiencia, ya sea cara a cara, o mediante videos; 3) hacen hincapié en la práctica, y animan y enseñan a la persona diferentes ejercicios al estilo de los que se usan en las pruebas de sugestionabilidad; 4) utilizan el reforzamiento de los éxitos y avances de la persona.
Por otra parte, muchos estudios han demostrado que la respuesta a la hipnosis correlaciona más con factores contextuales (motivación, expectativas, relación entre el hipnotizador y la persona, etc.) que con la propia sugestionabilidad hipnótica, tal como la miden las escalas (Yapko, 2006).
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