—Pero Crictio estuvo a cargo de ella–había explicado Ifis–. Quién otro: los demás no tienen pelotas para investigar historias de monstruos o demonios, y menos los que más alto dicen no creer en esas cosas. Crictio debe haber tenido miedo también, pero su orgullo guerrero y su sentido del deber pudieron más. Dijo haber encontrado todo en orden; pero ya saben, dulces, cómo es ese tipo: si creyera que no debe hablar, no hablaría ni bajo tortura. Y sé que aprecia sinceramente a Bambang y su familia, así que no los comprometería salvo que encontrara algo demasiado grave. Pero ¿qué podría ser tan grave, después de todo, si se trataba de unos ladrones que encima sólo pagaron su fechoría con un susto de muerte y varios meses de cárcel? ... De todos modos, yo no creo que el monstruo o demonio sea real, pero algo raro hay en esa casa. De la puerta para afuera, tanto Bambang como su esposa Cahaya y sus cuatro hijos son más o menos como nosotros: de vez en cuando toman mate, coquean22, comen asado y empanadas. Lo único: por motivos religiosos no toman vino, chicha23, cerveza ni ninguna otra bebida alcohólica. Puertas adentro, es un misterio cómo viven. No compran yerba, ni coca, ni nada que haga suponer que se comportan como en público. Parece que son muy estrictos en cuanto a las observancias impuestas por el Profeta, pero lo que hacen en público no va contra esas observancias, porque si no, no lo harían; así que vaya a saber por qué son de una manera afuera y de otra adentro, y de qué otra manera exactamente son distintos; ya me contarán ustedes. Hallarán muy misterioso, también, al propio Bambang: ese hombre tiene una mirada única.
Ahora, el recuerdo de las palabras de Ifis hacía que la puerta de la casa de Bambang ejerciera enigmática fascinación sobre Azrabul y Gurlok. Este último se preguntaba si Kuwat no habría salido al enciuentro de los tres famosos ladrones, y si sus misteriosas artes de combate no habrían dado pie a una leyenda urbana de bestias y monstruos. En cuanto a Amsil, no pensaba mucho en el asunto, porque acababa de recordar que había olvidado comprar yerba. Sus Tatas con ganas de tomar mate y sin poder hacerlo eran la más aterradora de las leyendass urbanas imaginables.
No tuvo tiempo de avisarles, sin embargo, porque apenas aparcada la carreta, y mientras sus hermanos empezaban a descargarla, Cinta se apeó y les hizo señas, a él y a sus Tatas, de que la siguieran; y así, bajo su guía, los tres ingresaron al fin, con mucha curiosidad, a aquella casa que tanto daba que hablar en el vecindario y en la ciudad en general. El interior –sabemos ahora– era efectivamente otro mundo, con muebles intrincadamente tallados en madera de jati 24y abundancia de tapicería y tejidos batik . Había cortinados de bambú en las ventanas y ornamentación exótica; y entre otras cosas, una rara y quizás algo siniestra muñeca de madera en una repisita, que llamó la atención de Azrabul y Gurlok mientras Cinta iba en busca de sus padres, fuera de la vista en ese momento.
—Tatas–dijo de repente Amsil, empalideciendo de horror–: me parece que metimos la pata.
—¿Por qué, chango?–preguntó Gurlok, volviéndose hacia él muy intrigado.
—Cinta se descalzó antes de entrar–contestó Amsil.
—Pero es que nosotros no traemos botas de repuesto–respondió Gurlok, confuso.
— Qué botas de repuesto ni qué botas de repuesto, Tata ... Me parece que aquí adentro hay que ir descalzos. Mire lo que tenemos bajo nuestros pies.
Gurlok bajó la mirada, y sus ojos se encontraron con una primorosa, inmaculada alfombra, y recordó haber visto a la entrada, en efecto, algunos pares de zapatos. Al instante, pareció enloquecer.
— ¡Carajo! –exclamó–. ¿En qué mierda pensaban los dioses cuando nos crearon? ¿Y qué se supone que vamos a hacer ahora? Todavía podemos corregir la pifia antes de que vengan los dueños de casa; pero si nos quitamos las botas, cómo les digo, muchachos, que aromaremos el ambiente de una forma muy poco grata para Bambang y su familia. ¡Te dije, Azrabul, te dije que mejor nos bañábamos! Al abogado no le importó porque ya está acostumbrado a oler cosas aún más podridas, pero aquí nosot... ¿Me estás escuchando, Azrabul?
—¿Eh?... –preguntó Azrabul, dejando de mirar la muñeca del anaquel para atender a su compañero, que hizo una mueca de contrariedad al darse cuenta de que había hablado de balde.
—Tatas–intervino Amsil–: respecto al tema del olor, Ifis dijo...
— Selamat siang, tuan–tuan ...–interrumpió una voz de mujer, la de Cahaya, la esposa de Bambang, que venía escoltada por su hija–. Bagaimana menurutmu?... – preguntó a Cinta; antes de que ésta respondiera, añadió sonriente y satisfecha:– ¡Ah!: Buenos días, señoras.
¿Señoras? ... Azrabul y Gurlok se sintieron consternados. Ellos presumiendo de lo machos que eran, y en un dos por tres se les cambiaba el sexo.
—Eh, sí, buenas tardes, señores –corrigió Cinta–. Ia mengatakan buenas tardes, señores, bu ...–explicó a su madre, con expresión incómoda.
Era difícil explicar cómo una mujer tan diminuta como aquella podía causar el impacto, al estar ante ella, de hallarse en presencia de una poderosa reina. Físicamente, Cahaya era muy similar a su hija; algo más baja que ella, y obviamente su belleza menguaba con la edad pero, aun así, dos cosas llamaban la atención en su persona. En primer lugar sus largas pestañas, que los recién llegados creyeron postizas en ese momento, pero que no lo eran. En segundo lugar, sus ojos, aún más insondables que los de Cinta. En su juventud, la belleza de aquella mujer debía haber sido devastadora; debía haber sido como para poner de rodillas ante ella a muchos hombres. Pero pese a su aire distante, era amable cuando sonreía, como ahora.
— Selamat datang di rumah sederhana kami ...–dijo una voz tras las dos mujeres; y enseguida apareció un hombre de cincuenta y tantos años, de melena entrecana, ojos rasgados cansados pero amistosos y un cutis que parecía cuero de tan curtido–. Bienvenidos... Cinta, pacarku, bagaimana menurutmu?
—Eh... a nuestra humilde morada –tradujo Cinta.
—Bienvenidos a nuestra humilde....repitió Bambang, duro en su pronunciación.
—... morada .
—...morada.
Amsil se sentía cohibido y se volvió hacia sus Tatas para mendigarles auxilio; pero de qué ayuda iban a serle si ellos mismos no sabían dónde meterse. Nunca pareja más humilde había avasallado más abrumadoramente, sin proponérselo para colmo, que aquella pareja de inmigrantes esrivijayanos.
Bambang insinuó una sonrisa amable y eso distendió un poco a Gurlok, lo suficiente para preguntar si debían descalzarse como los demás y, para exculparse anticipadamente por no haberlo hecho. Pero tanto tartamudeó y se enredó al hablar, que Cinta le entendió de puro milagro. Ella tradujo todo a su padre, quien respondió:
—Agradecería esa amabilidad.
—Señor–dijo entonces Gurlok, avergonzado–: debo adelantarle que nuestros pies sencillamente hieden . Este es el momento para invitarnos a dejar su casa; y créame, si lo hace, lo ente...
Un gesto de Bambang lo interrumpió.
— Durian 25 hiede peor, pero buen sabor–dijo, de nuevo insinuando apenas una sonrisa–. Bienvenidos.
14Se conocía como eliuísmo, de manera genérica, a varios cultos monoteístas que se remontaban a los mismos orígenes. La rama mehmetista tomaba ese nombre del profeta Mehmet.
15El eliuísmo era un conjunto de cultos monoteístas que compartían un mismo origen. Estaban divididos en tres grandes corrientes: jehuísmo, iesuísmo y mehmetismo, subdivididas a su vez en un sinnúmero de sectas.
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