Observamos que solo el 16.9% de estudiantes de 13 a 15 años, estuvieron activos al menos 60 minutos por día durante los últimos 7 días. Y que solo el 37.9% de los estudiantes fueron 3 o más días a la semana a clases de educación física en la escuela durante el último año escolar.
Programa Nacional de Salud Escolar
Entonces, como reflexión de este apartado podemos concluir que los hábitos de vida influyen y mucho en la salud de los individuos y poblaciones. Los factores de riesgo determinan el estado de salud de las personas.
Veamos a continuación el tema de los hábitos.
Estos son el resultado de una acción o conducta que repetimos frecuentemente de forma automática. Se reiteran de manera sistemática y tienen un grado de regularidad que se confunde con la vida del individuo que los realiza.
Todas las personas tienen arraigados una serie de hábitos con gran influencia en sus vidas. Es por ello que es de suma importancia fijar la atención en las conductas recurrentes que se han incorporado. Muchas de estas son totalmente inconscientes, por lo que es necesario algún grado de introspección para identificarlas. Otras, en cambio, pueden notarse con mayor facilidad.
Existen para nuestra salud malos hábitos versus buenos hábitos.
Los buenos hábitos son aquellos que acompañan la posibilidad de desarrollar objetivos que mejoran la calidad de vida y salud de las personas. Por ejemplo el hábito hacer ejercicio, de mantener la higiene, alimentarse de manera saludable, no fumar, el descanso, entre los más importantes.
Por el contrario, los malos hábitos tienen consecuencias negativas para nuestras vidas e impactan directamente en la salud y el bienestar. Algunos de ellos son notoriamente dañinos y difíciles de eliminar. Por ejemplo el fumar, el beber en exceso, alimentación no saludable, entre otros.
Según Stephen R. Corvey, como vemos en el esquema, los hábitos son una intersección entre conocimiento, capacidad y deseo. Para convertir algo en hábito necesitamos los tres elementos.
Son configuraciones que se almacenan en el ganglio basal de nuestro cerebro, para que ejecutemos ciertas acciones de manera automática y sin la necesidad de pensar.
Los hábitos se forman por la repetición constante sobre el tiempo. Esta repetición hace que, poco a poco, el esfuerzo por realizar esa acción disminuya considerablemente e incluso logremos ejecutarla sin pensarlo.
Para cambiar un hábito se necesita:
Intención (por deseo u obligación) + saber cómo hacerlo + frecuencia en el tiempo.
¿Qué influye en un cambio de conducta?
La motivación es un estado interno que activa, dirige y mantiene la conducta. Estar motivado significa ser movido a hacer algo.
Es un estado de deseo de cambiar que puede variar de un momento a otro o de una situación a otra, influenciada por diferentes factores. La motivación es clave para el cambio y es un estado dinámico y fluctuante, es decir, se puede modificar y no siempre tiene la misma intensidad.
Existen dos tipos de motivación:
• Motivación extrínseca: está provocada desde fuera de la persona, depende del exterior, de alguien que genere esa motivación.
• Motivación intrínseca: es aquella que se activa dentro del propio individuo, no depende del exterior. Genera altos márgenes de compromiso por parte del sujeto.
Muchas veces es difícil o nos resistimos al cambio y hablamos de una “zona de confort”, un estado en el que una persona se siente segura y está totalmente a gusto. Se siente bien dentro de ella. Y entonces no ve la necesidad de cambiar.
Existen mecanismos de defensa, los valores, las expectativas, las creencias de las personas, que a veces actúan como barrera para el cambio.
Finalmente llegamos a los hábitos alimentarios. Mencionamos anteriormente que forman parte de los factores determinantes de la salud y que pueden construirse de manera saludable o no.
Para la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), los hábitos alimentarios son el conjunto de costumbres que condicionan la forma como los individuos o grupos preparan y consumen los alimentos, influidos por la disponibilidad, el nivel de educación y el acceso a los mismos.
Para la OMS,
• Una dieta saludable ayuda a protegernos de la malnutrición en todas sus formas, así como de las enfermedades no transmisibles, entre ellas la diabetes, las cardiopatías, los accidentes cerebrovasculares y el cáncer.
• La alimentación evoluciona con el tiempo y en ella influyen muchos factores socioeconómicos que interactúan de manera compleja y determinan modelos dietarios personales.
• Entre esos factores cabe mencionar los ingresos, los precios de los alimentos (que afectarán la disponibilidad y asequibilidad de alimentos saludables), las preferencias y creencias individuales, las tradiciones culturales y los factores geográficos y ambientales (incluido el cambio climático).
• Los hábitos alimentarios sanos comienzan en los primeros años de vida; la lactancia materna favorece el crecimiento sano y mejora el desarrollo cognitivo; además, puede proporcionar beneficios a largo plazo, entre ellos la reducción del riesgo de sobrepeso, obesidad y de enfermedades no transmisibles en etapas posteriores de la vida.
Existen grandes diferencias entre lo que se debería comer por necesidad biológica y lo que realmente se come. Esto forma parte también de lo que denominamos hábitos alimentarios.
Tenemos que tener presente que la alimentación no solo cubre requerimientos biológicos de tipo nutricional, sino también, necesidades sociales, psicológicas y emocionales.
Es el común denominador de todas las personas y forma parte de la cultura. La creación de hábitos alimentarios saludables desde la niñez es fundamental para mantener la salud y prevenir las enfermedades durante la vida.
En su formación, influyen las primeras experiencias del ser humano en su familia, algunos factores económicos, geográficos, étnicos y religiosos, que hacen de la elección de los alimentos un proceso más que complejo.
¿Qué y quienes influyen?
• Factores fisiológicos o propios del individuo.
La edad, el sexo, la herencia genética, el estado psíquico, las alergias o intolerancias alimentarias, el apetito o las características del alimento.
• Factores ambientales.
La disponibilidad también interviene en la elección y el consumo. Esta disponibilidad es función del lugar donde uno vive, por ejemplo la estacionalidad que influye en el cultivo de la zona.
• Factores económicos.
Los recursos pueden hacer que se compre una comida u otra y que se modifique la alimentación. Hasta las condiciones de la vivienda afectan el tipo de comida consumida y su calidad. Influyen en el acceso y en la forma de conservar y preparar los alimentos.
• Factores socioculturales.
Las tradiciones a la hora de elegir y preparar los alimentos. La incorporación de nuevos alimentos. Como es la distribución horaria de las ingestas y el lugar donde se hacen, los conocimientos sobre alimentación y nutrición, la publicidad y el marketing.
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