Uno de los anders de la compañía de rescate tenía un hermano en la escuadra que escoltó a los freezzies, y buscando entre los restos, pudo identificar la cabeza de su hermano que estaba intacta y había sido cortada rente al cuello, sus rodillas cayeron al suelo y aunque no brotó ninguna lágrima de sus ojos se escuchó cuando dijo: —Quien te hizo esto las pagará, algún día las pagará—. Lo que había allí era una matanza, y los asesinos estaban identificados, los habitantes de Vulcania.
En esta situación los anders no tenían otra alternativa que mostrarles el frente a los tiempos que se avecinaban, la única forma de sobrevivirlos era ateniéndose a los hechos y tomando todas las acciones que debían ser tomadas. No podían hacerse de la vista gorda y felices y contentos como si nada hubiese pasado, porque aunque hermanos suyos habían muerto, su muerte había servido para alertar a todo un pueblo que debía prepararse, ya que todo se pondría más oscuro. Si se hacían los de la vista gorda, llegaría el día en que la ciudad de Boswat, muy tranquila, amanecería rodeada de fieras asesinas, y días después solo quedaría el vacío y la sangre tiñendo el suelo de lo que una vez fue el reino de los anders.
Antes de partir, los anders se pusieron en función de enterrar los pedazos de cuerpos que quedaban de sus compatriotas en el lugar, y de darle un pequeño ceremonial, prendiendo fuego con madera seca. El que había perdido a su hermano derramó unas cuantas lágrimas y prometió de manera vehemente que vengaría aquello que le había pasado, y que por lo menos un vulcano se iría al otro mundo por el filo de su espada.
Después regresaron a la ciudad de Boswat, para relatarle al rey Sandiers todo lo que habían observado, y mostrarle pruebas inequívocas de que habían sido los vulcanos los causantes de la masacre. Llevaban consigo elementos físicos por si existía alguna duda por parte de este, por si la palabra de ellos no era suficiente, como un escudo, un protector de cabeza y una pica vulcana. Sandiers que era un monarca muy previsor e inteligente, y que venía sospechando desde hacía tiempo de la inactividad de los habitantes de Vulcania, no tuvo ni una pizca de dudas, — hay que mantenerlos vigilados, y tenemos que prepararnos, que en cualquier momento, nuestro cielo se vuelve gris—. En una reunión con su Estado Mayor, tomó la determinación de enviar tres escuadras con diferentes destinos, una iría hasta la ciudad de Frennia, para avisarle a Al Prince de lo acontecido, una iría a los reinos humanos, para hacer lo propio, y la tercera, cuya misión era la más peligrosa, se dirigiría hasta la ciudad de los vulcanos, para mantenerlos vigilados, y para informar lo que pudieran conocer que estuviera sucediendo en esta. Como era obvio, a Vulcania no podían entrar, pero por las periferias tratarían de escuchar y observar lo que a estos se les escapara. Si descubrían donde se encontraba el sistema de desagüe de la ciudad, y por este les era factible entrar, pues lo harían.
Cuando estuvieron próximos a la ciudad, se instalaron en un lugar recóndito, donde no tenían por qué ser descubiertos, entre grandes árboles, alejados del camino principal, las murallas no quedaban lejos. Pero tenían una vista nula, porque a pesar de la altura de las mismas, de la existencia de centinelas en estas, y de las herméticas puertas, no salía ni un solo enemigo contando —esto o aquello ocurre en mi ciudad—, las escuadras que salían dejaban entrever que estaban muy bien pertrechadas, con grandes escudos, picas, ballestas, espadas, potentes y pesadas cotas. Se trasladaban sobre el lomo de waiks, lo que les permitía ir a mucha más velocidad que cualquier otro ser.
Pero nada de esto les daba una idea ni más o menos exacta, de qué es lo había en el interior, de cuántas tropas tenían, y si existía algún otro tipo de arma que los pudiera sorprender. Tuvieron que buscar alternativas. Después de una semana hicieron un bojeo a la ciudad, o al menos lo comenzaron, porque cuando llegaron a la parte norte, encontraron una presa, cuyo contenido no era agua potable, sino lodo y desechos e inmundicias de los vulcanos. Y hacia estos descubrieron como buenos investigadores, que accedía un sistema de alcantarillas y desagüe bastante moderno, mucho mejor que el que ellos tenían en su reino. No había ni un solo soldado protegiendo el lugar, y el paso al interior de la ciudad era un poco difícil de lograr, porque el sistema estaba bajo tierra, es decir, a simple vista no se veía, y contaba con barrotes diseñados, precisamente para que ningún transeúnte utilizara el lugar como vía de acceso. Por suerte traían herreros, y gente capacitada en la escuadra, tras diecisiete días lograron quebrar uno de los barrotes, y pasar de uno en uno al interior, hacerlo de la manera más sutil posible. Lograron filtrarse.
En el interior de Vulcania no tuvieron que hacer muchos recorridos, tampoco se podían arriesgar a que un waiks los sorprendiera, que a la distancia los podía olfatear, lo que hicieron fue observar, desde una pequeña colina que había en el interior de las murallas, y desde atrás de un peñasco, que por obra de la naturaleza, había sido colocado en aquel lugar para ayudarles. Estuvieron unos veinte días en el sitio, en silencio, quedando completamente sorprendidos con el enemigo, su entrenamiento, tenían miles de efectivos, difícil de contar, hacían carreras en los waiks, lanzaban flechas hacia blancos, entrenaban además con lanzas y hachas. Parecían guerreros invencibles. Los anders se llevaron el criterio de que estaban viviendo los últimos tiempos de la existencia. Y de esta forma regresaron a casa, con la misión cumplida. Poco tiempo después, los vulcanos descubrieron que habían recibido visitas, y arreglaron el lugar, además de colocar vigilancia permanente para si cometían el error de regresar.
Los anders contaban con una fortaleza militar prácticamente impenetrable, que era la ciudadela de Cauto Cero, pero tenían como desventaja que vivían en la ciudad más cercana a Vulcania, sorprenderlos no sería difícil, y de ocurrir no tendrían tiempo de marchar a Cauto Cero, por lo que la cautela y mantener vigilado al enemigo sería la diferencia entre continuar haciendo historia y pasar para la historia. Por suerte sus líderes, los ancianos y el monarca, eran bastante previsores y les gustaba estar seguros de que no serían víctimas de la sorpresa, debido a esto, bajo ninguna circunstanciase levantaron las escuadras de vigilancia sobre la ciudad de Vulcania, y cada vez que llegaba un grupo a informar algún acontecimiento, salía otro en la misma dirección. Por suerte los próximos en salir se dieron cuenta que los vulcanos les habían preparado una trampa para eliminarlos en un lugar cercano al sistema de alcantarillas, no sin perder valiosos combatientes, pues los primeros que entraron fueron rodeados y asesinados, los otros se protegieron en el bosque y retornaron para informar sobre los sucesos cuando se sintieron seguros.
Por su parte la escuadra anders que llegó a la ciudad de Frennia no tuvo la misma satisfacción, debido a que no se les prestó el interés necesario. Fueron recibidos como amigos, se les dio un buen trato, pero cuando Al Prince se entrevistó con estos, sencillamente dio a entender que no les creía en lo absoluto el hecho de que se estuviera aproximando una guerra, sus palabras más sabias fueron —si se acercara una guerra, ya lo sabría—. Aquello significaba, que el apoyo de Frennia estaba muy lejos, si estos querían morir, que así lo hicieran. En cuanto sintieron que habían recuperado las fuerzas, los anders decidieron volver a su tierra, porque en esta iban a ser mucho más útiles, que al lado de un monarca tan incomprensible como Al Prince, que no había movido ni un solo dedo, ni había tomado la determinación de prepararse para los nuevos tiempos.
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