141A pesar de su orientación nietzscheana, atea y visceralmente anticatólica, merece la pena leer el libro de Michel Onfray, El crepúsculo de un ídolo, ya citado, en el que se desmonta el mito freudiano pieza por pieza desde el punto de vista histórico. Su conclusión principal es que el psicoanálisis “es una disciplina que pertenece al ámbito de la psicología literaria, procede de la autobiografía de su inventor y funciona a las mil maravillas para comprenderlo a él, y sólo a él” (p. 34). Entre los estudios críticos recientes, otro que tuvo más resonancia fue C. Meyer (Dir.), El libro negro del psicoanálisis, Editorial Sudamericana, Buenos Aires 2007.
142E. Pavesi, Follia della croce o nevrosi? “Funzionari di Dio. Psicogramma di un ideale” di Eugen Drewermann e la critica della psicologia del profondo alla religione, Cristianità, Piacenza 1998, 89.
143Ibidem, 92.
144M. Onfray, El crepúsculo de un ídolo, 34.
Anexo 1. El uso del concepto de narcisismo en la psicología. Breve historia y observaciones críticas145
1. El Narcisismo según Havelock Ellis
El uso del término narcisismo146 fue popularizado por Sigmund Freud. Éste dice haberlo tomado de Paul Näcke, célebre criminólogo, quien a su vez se inspiró en el sexólogo liberal Havelock Ellis147.
Para Ellis, el narcisismo es una conducta sexual que pertenece a la categoría del autoerotismo. Por autoerotismo, Ellis entendía, no tanto el tomar al propio cuerpo o yo como objeto erótico, sino una reacción sexual suscitada por el sujeto mismo, y no por un objeto externo148. Este autor distingue cuatro formas de autoerotismo: 1) las ensoñaciones diurnas de tipo erótico; 2) los sueños eróticos; 3) el narcisismo; 4) la masturbación149. Todas estas actividades sexuales tienen en común la ausencia de un otro real. De entre ellas, siempre según Ellis, la forma más extrema sería el narcisismo150:
La forma extrema del autoerotismo es la tendencia que tiene la emoción sexual a ser absorbida y a perderse a veces en la admiración de sí propio. Esta tendencia, parecida a la de Narciso, cuyo germen normal en las mujeres está simbolizado en el espejo, se halla en menor grado en algunos hombres y aparece bien marcada en las mujeres, generalmente unida a una atracción hacia otras personas, atracción a la cual está, por lo común, sometida. “El espejo, dice Bloch (Beiträge, I, Pág. 201), desempeña un papel importante en la génesis de la aberración sexual... Es indudable que muchos niños de ambos sexos experimentaron por vez primera excitación sexual a la vista de sus propios cuerpos en el espejo”151.
El narcisismo sería, entonces una conducta sexual que consiste en una excitación erótica provocada por la contemplación cautivante de la propia belleza. Para Ellis es un fenómeno que se daría mayormente en las mujeres, que podría formar parte de la normalidad, y que se manifestaría en la contemplación en el espejo. Ellis observa que en general en la vida sexual la autoobservación es uno de los excitantes:
Merece la pena hablar aquí, aunque sea de pasada, del importante lugar que ocupa la vista en los medios normales y anormales que se llevan a cabo para incitar la tumescencia en circunstancias que excluyen la selección definitiva por influencia de la belleza. La acción de los espejos pertenece a este grupo de fenómenos. En todos los lupanares de primer orden hay gran profusión de espejos, lo mismo en las paredes que encima de las camas. Jóvenes y chicas inocentes, al contemplarse inconscientemente en los espejos, provocan a veces en sí mismos los primeros indicios de excitación sexual. En mi estudio de auto-erotismo, he hablado de varias y desarrolladas formas de este género de contemplación propia, y con referencia a ello cité la fábula de Narciso, de la cual ideó Näche la palabra narcisismo para explicar este grupo de fenómenos152.
Pero esta inclinación podría transformarse en patológica si llegara al extremo de convertirse en exclusiva:
En la forma extremada en que sólo puede invocarse propiamente el nombre de Narciso, hay, relativamente, indiferencia a las relaciones sexuales con el sexo opuesto, y no se siente admiración por éste. Este estado suele ser raro, excepto quizá en la demencia. Desde que llamé la atención sobre esta forma de autoerotismo (Alienist and Neurologist, Abril 1898), varios escritores han estudiado el tema, especialmente Näcke, que, ateniéndose a la indicación que yo hacía, llama narcisismo a este estado153.
Sintetizando la posición de Ellis podemos decir lo siguiente:
A) Narcisismo es un término utilizado para designar un fenómeno específicamente sexual-genital (aunque no faltan en Ellis referencias al psicoanálisis, ni tampoco algunos ejemplos en los que el carácter propiamente sexual del fenómeno no queda del todo claro).
B) Este fenómeno consiste en la excitación sexual (que no necesariamente llega al orgasmo) a partir de la contemplación admirada de la propia belleza.
C) Esta conducta pertenecería, de ordinario, a la vida sexual normal.
D) Si se transforma en una conducta exclusiva, que excluye totalmente al otro, se transforma en patológica.
E) Se conecta muy claramente con la fábula de Narciso, no sólo por el enamoramiento de sí mismo, sino por la referencia a los espejos.
La posición de Ellis es bastante clara, aunque susceptible de algunas críticas, en las que aquí no nos podemos extender. Señalamos simplemente dos: a) En algunos de los ejemplos que este autor pone no está claro que tal enamoramiento de sí no sea más platónico que estrictamente sexual; b) El uso de una palabra que parece implicar intrínsecamente el desorden, como es la palabra narcisismo, para designar una conducta normal no nos parece correcto. Se podrían hacer también observaciones sobre la excitación sexual a partir de la observación de sí mismo que dejo para otra ocasión154.
2. El narcisismo en el psicoanálisis de Freud155
Como no podía ser de otra manera, la extensión concedida a la sexualidad por Freud, bastante más allá de su uso habitual, no podía sino traer como consecuencia una ampliación (y “ambiguación”) del concepto de narcisismo. En este autor, el narcisismo deja de ser un fenómeno restringido al ámbito de la excitación sexual-genital, y pasa a ser un fenómeno fundamental en la vida psíquica humana.
Si Freud utiliza por primera vez la palabra narcisismo en 1910 para referirse a la elección de objeto homosexual, no es sino hasta 1914, en su Introducción del narcisismo que este término pasa a formar parte de la estructura conceptual del psicoanálisis. A pesar de la oscuridad del modo de escribir de Freud y de la constante evolución en que están los conceptos que maneja, se pueden distinguir básicamente dos momentos principales en el desarrollo de su teoría:
A) Un primer momento en que el narcisismo es visto como una fase de la evolución libidinal, intermedia entre el autoerotismo y la elección de objeto; y B) Un segundo momento en que se habla de una fase narcisista primaria, que se retrotrae a la vida intrauterina, en la que no hay diferencia entre el yo y el no-yo.
B) Freud toma de Ellis tanto el concepto de narcisismo como el de autoerotismo, aunque cambiándolos de significado. Para entender esta primera fase es necesario recordar la teoría freudiana de la evolución del placer libidinal a través de distintas zonas erógenas. Inicialmente, el placer erótico se montaría sobre la pulsión de autoconservación, siendo su objeto el pecho materno. En un segundo momento, el placer se independizaría de tal objeto, dando lugar a la multiplicidad de la satisfacción sexual desligada de un objeto preciso. En este segundo momento las distintas zonas erógenas procurarían un placer sexual anárquico y, sobre todo, autoerótico, no dirigido a un objeto. Cuando, a partir de la formación del esquema corporal se comienza a formar el yo, éste sería investido o catectizado con toda la energía libidinal, transformándose en el reservorio de la libido y dando lugar a una fase narcisista que se llamará narcisismo primario156. A partir de la catexis del yo (por la que Freud llamará libido del yo157), éste procede a catectizar objetos (con libido objetal)158. El yo es, entonces, el reservorio de energía libidinal y el punto de partida desde el que se catectizan los objetos.
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