Filosofía en curso más ensayo sobre Universidad
© Gonzalo Valdés Budge, 2021
ISBN Edición Digital: 978-956-6131-02-1
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Este libro recopila trabajos de cursos de Filosofía seguidos entre los años 2013 a 2020 por el autor. Como tales, tienen que cumplir ciertos requisitos académicos, referencias a autores y citas, que dificultan su lectura. Si bien cada uno trata de temas determinados, el conjunto carece de unidad temática, ya que los cursos versaron sobre materias muy diferentes. Si alguna clasificación es posible, diría que los principales temas tratados son epistémicos y de filosofía política, y en ese orden se presentan en la recopilación.
Se trata básicamente de notas y comentarios de textos que me parecieron interesantes. Si estas notas sirven para despertar el interés del lector en los textos originales, el propósito del libro está cumplido.
Gonzalo Valdés Budge
Emociones en la filosofía de Epicuro
Introducción
Algunas ilustraciones del jardín de Epicuro muestran a un grupo de hombres y mujeres compartiendo amablemente una frugal merienda en un hermoso día, mientras conversan animadamente entre ellos. Podría ser una imagen de aprendices y sabios epicúreos que, en la plenitud de sus vidas, disfrutan de la ataraxia que los ha librado de las peores pasiones y emociones que asolan a los hombres: el temor a la muerte y el temor a los dioses. A través del conocimiento de la naturaleza que les proporcionan sus sentidos, han explicado las causas de muchos fenómenos que los ignorantes atribuyen a la fortuna y a las divinidades; y siguiendo los hábitos que la escuela epicúrea les enseña, su mente orienta sus deseos hacia aquellos que son naturales y necesarios, apartándola de los deseos vagos e innecesarios, que no se pueden satisfacer.
Es una imagen de la felicidad que estaría al alcance de quienes siguen la enseñanza de Epicuro.
Sin embargo, se dan en los textos epicúreos, y en la vida misma del filósofo, un par de notas inquietantes que vienen a turbar esta imagen de apacible tranquilidad y revelan un lado más oscuro y menos optimista de su enseñanza. Leo Strauss 1ha hecho notar que no es irrelevante o mera licencia poética que Lucrecio termine su De la natura de las cosas 2con la atroz descripción de la peste que había asolado a Atenas. En alguna medida, esto significa que el camino iniciático que Lucrecio propone a Memio, que se inicia en el Libro I bajo los auspicios graciosos de Venus y que contiene “la promesa de la alegría verdadera que proviene de la comprensión de la naturaleza”, culmina en el Libro VI con la descripción de un fenómeno natural, esta vez repulsivo y deprimente, descripción que sugiere que “la mente del filósofo afectado por la peste perdería todos sus poderes, se colmaría de angustia, dolor y temor, y se desintegraría antes de morir”. 3En palabras de Lucrecio: en 1156-59
Y del todo del ánimo entero las fuerzas, y todo
Languidecía el cuerpo, ya en el mismo umbral de la muerte,
Y a los intolerables males era una ansiosa congoja
Compañera sin tregua, y una queja al gemido mezclada
Y: en 1182-87
Y, además, muchos signos de muerte entonces se daban:
Perturbada la mente del ánimo en la pena y el miedo,
Triste el sobrecejo, furioso y áspero el rostro,
Inquietas, además, y plenas las orejas de ruidos,
Frecuente el soplo, o ingente y raro naciendo,
Y el luciente humor del sudor por el cuello sudando
Y también en: 1212
A tal punto el miedo agrio de la muerte había en estos entrado.
Como también lo señala Leo Strauss, es cierto que la peste en Atenas ocurrió antes del nacimiento de Epicuro, pero nada en Lucrecio “sugiere en mínimo grado que Epicuro o un epicúreo la hubiere resistido mejor que ningún otro.” 4
Una segunda nota inquietante proviene, a nuestro juicio, de la propia muerte de Epicuro. Según el relato que de ella hace Diógenes Laercio 5: 15-16
Murió Epicuro de un cálculo renal por retención de orina…después de catorce días de enfermedad. Cuenta precisamente Hermipo que entonces se metió en una bañera de bronce llena de agua caliente y pidió vino puro para echar un trago, y, después de recomendar a sus amigos que se acordaran de sus enseñanzas, allí murió.
Lo inquietante aquí no es por cierto la muerte del sabio, ya que el hecho de su muerte no es más que constatación de una mortalidad conocida y aceptada por su filosofía; ni tampoco el que la ingesta de vino puro pueda facilitar que la muerte llegue (más bien esto confirmaría que el sabio no teme a la muerte). La nota inquietante, afirmamos, viene dada por el hecho de que una receta epicúrea para enfrentar el dolor, esto es, la de aminorarlo “con el gozo del alma”, trayendo a la mente recuerdos gratos de buenos momentos, receta a la cual el propio Epicuro alude en la carta que escribe a Idomeneo cuando ya estaba muriendo, 6esta receta, decimos, pues simplemente no funcionó para el propio doctor que la había recetado.
Se podrá argüir en este último caso, y quizás también en el de la peste, que la felicidad epicúrea tiene dos componentes, el placer del cuerpo, que es como mínimo, la ausencia de dolor, y el placer de la mente, que es, también como mínimo, no temer a la muerte ni a los dioses. Como el cálculo renal es un dolor insoportable 7, la felicidad para Epicuro (o para el apestado) se vuelve inalcanzable en su componente corpóreo y, por lo tanto, resulta razonable y conforme a su filosofía desear la muerte en esas circunstancias. Puede ser. Pero no es este el tema que nos interesa tratar aquí.
Las dos notas inquietantes que hemos mencionado nos sirven de preámbulo a un tratamiento de las pasiones y emociones en Epicuro, preámbulo que de alguna manera anticipa la tesis que queremos sostener: hay una inestabilidad esencial de la filosofía epicúrea que proviene, como veremos, de una teoría física que incorpora el clinamen o declinación al estricto determinismo atómico de Demócrito. De esta inestabilidad nada se salva, ni la naturaleza, ni la mente, ni las emociones, ni el sabio, como lo ilustran las notas aludidas. En lo que sigue, tratamos de enfocarnos en lo que esta inestabilidad significa para las emociones, pero también para la mente y la racionalidad que, en otras filosofías, como la socrática y la estoica, tienen la capacidad de controlarlas. Si el control de las emociones por la mente, el alma, o el intelecto caracteriza una actitud “intelectualista” hacia ellas, lo que aquí se pretende hacer es una lectura “anti-intelectualista” 8de la filosofía epicúrea, que pone en duda dicho control, lectura basada fundamentalmente en la noción de clinamen.
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