La ruptura definitiva con esta estructura de pensamiento que condena al sujeto a sufrir, se da en el campo de lo político, específicamente, en la ruptura con la dialéctica que clausura la ley y, al mismo tiempo, procura una nueva subjetividad. Pablo sostiene que “…el fruto del Espíritu es: amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia. Frente a estas cosas, la Ley está de más, porque los que pertenecen a Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus malos deseos” (Gálatas 5: 22-24). En tal sentido, la figura de Pablo es para Badiou el portador de un mensaje que está destinado a cada uno, desde una radical forma de concebir la verdad que surge del acontecimiento y que es condición para la conformación de la comunidad que busca constituir. Tanto la ley, que sostenía la diferencia, fundamento de la comunidad cristiana, cuanto la verdad que sostiene la ley, se definen en función del acontecimiento de manera que, “la verdad… entonces es singular” y “al estar inscrita la verdad a partir de una declaración de esencia subjetiva, ningún sub-conjunto preconstituido la soporta, nada de comunitario o de históricamente establecido presta su sustancia a su proceso”46. Superación de la ley y verdad, son los términos de la “singularidad universal” de la prédica paulina; en su seno, la verdad es un proceso en el cual el sujeto se define desde la convicción πίστις, el amor ἀγάπη y la certeza ἐλπίς47 y configura la subjetividad del amor y la convicción, la subjetividad militante.
Conclusiones: interioridad vs. exterioridad
La constitución del sujeto, desde las lecturas de Arendt y Badiou, se define desde concepciones distintas en cuanto al ámbito desde el que el sujeto busca instaurarse. Como se ha visto, Arendt parte de problema de la voluntad que liga al profeta con San Agustín; la voluntad determina la decisión y, en esa medida, la libertad; en los dos casos, la mirada se vuelve a la interior del sujeto que decide. En cambio, para Badiou, el profeta es, básicamente, un militante; su acción tiene sentido solo en el mundo político, es decir en la exterioridad.
Pablo “es quien, destinando a lo universal una cierta conexión del sujeto y de la ley, se pregunta con un rigor extremado cuál es el precio que hay que pagar por esta destinación, tanto del lado del sujeto como del lado de la ley.”48 La condición del sujeto se sustrae a las divisiones o a las diferencias de cualquier tipo; tanto para la época del profeta como para la suya propia, sostiene Badiou que guardando la diferencia óntica, la necesidad de plantear una ruptura con la estructura política y jurídica de los estados, es necesario tomar “distancia” entre las subjetividades y el Estado; de allí que el sujeto que se constituye debe sustraerse a las diferencias y a la ley que las condiciona, “Estar circuncidado o no estarlo, no tiene ninguna importancia: lo que importa es ser una nueva criatura” (Gálatas 6: 15), afirma Pablo.
Arendt hallará un hombre interior en Pablo, sujeto que, escindido en su interioridad, busca responder a la Ley de Cristo, la ley del amor. La subjetividad deviene de su propia condición, misma que supone la voluntad en tanto ámbito de la libertad pues, para querer a Dios, debe haber autonomía donde solo había obediencia ciega que convertía a la ley en letra muerta. La lucha interna se manifiesta de igual forma en el espíritu y la carne, es decir entre la vida eterna y la muerte, “Si vivimos animados por el Espíritu, dejémonos conducir también por él. No busquemos la vanagloria, provocándonos los unos a los otros y envidiándonos mutuamente” (Gálatas 5: 25-26); el triunfo del espíritu desembocará en el amor al prójimo expresado en la ayuda al otro para cumplir la ley de Cristo.
En último término, la lectura de Badiou tanto como la de Arendt, actualizan la problemática de la subjetividad desde la necesidad de constituir un sujeto que tiene una fuerte condición política; el militante y el que lucha consigo mismo por la libertad de decisión. Aun cuando los ámbitos políticos no se definan de igual forma, no dejan de ser la condición de la existencia subjetiva, quizás en Arendt sea necesario entender que Pablo es el momento necesario que impulsa y consolida la voluntad agustiniana a la que la filósofa dedica su tesis doctoral; quizás también, Pablo aparezca cada vez que el tema del mal se inscriba en la reflexión política y en la preocupación por entender procesos históricos dolorosos; quizás allí el amor que procura Pablo, señala una posible salida, instaure un acontecimiento, provoque una fisura y, por ella Badiou y Arendt dejen pasar un sujeto otro.
Bibliografía
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1 Arendt, H. (1984). La vida del espíritu. Madrid, Centro de Estudios Constitucionales
2 Badiou, A. (1999). San Pablo. La fundación del universalismo. Barcelona, Anthropos.
3 Arendt, H. (1984). La vida del espíritu. Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, p. 320.
4 Arendt, H. (1984). La vida del espíritu. Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, p. 322.
5 Borkamm, G. (1978). Pablo de Tarso. Salamnca, Sígueme, pp. 161-162.
6 Borkamm, G. (1978). Pablo de Tarso. Salamnca, Sígueme, p. 162.
7 Arendt, H. (1984). La vida del espíritu. Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, p. 321.
8 Arendt, H. (1984). La vida del espíritu. Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, p. 325.
9 Arendt, H. (1984). La vida del espíritu. Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, pp. 327-328.
10 Arendt, H. (1984). La vida del espíritu. Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, p. 328.
11 Badiou, A. (1999). San Pablo. La fundación del universalismo. Barcelona, Anthropos, p. 59.
12 Badiou, A. (1999). San Pablo. La fundación del universalismo. Barcelona, Anthropos, p. 66.
13 Badiou, A. (1999). San Pablo. La fundación del universalismo. Barcelona, Anthropos, p. 97.
14 Badiou, A. (1999). San Pablo. La fundación del universalismo. Barcelona, Anthropos, p. 29.
15 Badiou, A. (1999). San Pablo. La fundación del universalismo. Barcelona, Anthropos, pp. 65-66.
16 Arendt, H. (1984). La vida del espíritu. Madrid: Centro de Estudios constitucionales, p. 313.
17 Arendt, H. (1984). La vida del espíritu. Madrid: Centro de Estudios constitucionales, p. 314.
18 Arendt, H. (1984). La vida del espíritu. Madrid: Centro de Estudios constitucionales, p. 322.
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