Estamos en casa mi marido y yo. Él duerme la siesta en el sofá, con el perro. Yo lo miro. Me gusta. Es algo muy simple y placentero; disfruto. Algo tan simple como ver a tu amado haciendo la siesta. Lujo. Se ha tapado con una manta de piel. Con el perro encima, parece un pervertido. Me gusta.
Estoy muy cansada. Siempre cansada. Escribo solo con dos dedos y tardo mucho. Hago mucho esfuerzo. ¿A quién le interesa mi esfuerzo? A nadie. Porque todos hacemos esfuerzos. El mío no es más importante que el de los demás. Probablemente, este esfuerzo colectivo es el que nos lleva a la desesperación.
Tener esclerosis múltiple no es una tontería. Pero ¿hay algo en la vida que sea una tontería?
Tener esclerosis múltiple proporciona un rango. Yo ya tengo un motivo, científicamente probado, para quejarme. ¿Y los demás? No tienen etiquetas, de qué se van a quejar. Bueno, quizás es cierto, una enfermedad etiquetada da garantías. No me gusta. Nada. Quien se pone la etiqueta de enfermo pierde toda posibilidad. Hay que saber mantener el yo, que no se confunda ese yo con más enfermedad. Siempre separados, que la enfermedad no interfiera en el yo.
Tengo bastante rabia, no sé bien por qué. Quizás me gustaría hacer cosas que no hago. Pero es cierto que me gustan mucho las cosas que hago. Debe ser la típica insatisfacción existencialista.
XII. El arte es una especie de revelación
Es lunes. He hecho fisio esta tarde. Por la mañana he pasado el rato leyendo. Un libro muy interesante sobre el arte, de un tal Martel. Habla de lo que es arte, pero sobre todo de lo que no es arte. Me ha quedado claro que esto que escribo no es arte. Me ha quedado claro que el arte es una especie de revelación. Aquellos que consiguen que el significado de la obra transcienda su capacidad intelectual. Son los que crean clásicos, no obras maestras. Los clásicos son imperfectos. Pero trascienden. Las obras de arte alcanzan la perfección. Pero no emocionan, impactan en el intelecto.
XIII. No tenemos fe en nada
Ya he acabado el libro de Martel. Es bastante descorazonador. Dice —y estoy de acuerdo— que no tenemos fe. En nada. Que tenemos que encontrarla, pero en nosotros mismos.
Estoy con mi marido y mi hijo pequeño. Mi marido le está tomando la lección de Historia. Estamos en el siglo xviii, la Guerra de Sucesión. Ahí es donde empiezan muchas cosas. Cataluña se alinea en el bando perdedor. Y Felipe V le quita los fueros. Eso es la Guerra de Sucesión. No de secesión, como dicen ahora. Una sola letra puede cambiar la historia. Para los que no saben historia.
En este país ha habido grandes reyes. Carlos III lo fue. Intentó hacer un Estado moderno. Pero España no estaba preparada.
¿Cuándo hay alguien preparado? Tampoco una nación. O menos una nación que es el reflejo de las personas que la habitan.
Hoy mi perro Malte se ha hecho pis en el sofá del jardín. No lo puedo entender. Creía que era más listo. No le he dirigido la palabra en todo el día. Él sabe que estoy enfadada. Hemos tenido que lavar todo. Espero que no lo vuelva a repetir. Si es así, será más listo que los humanos, que siempre repetimos nuestros errores.
XIV. Yo todavía no soy sabia
El domingo tuve comida con el grupo de sabios. Es mi grupo de estudio. Llevamos doce años juntos. Yo todavía no soy sabia. Pero espero serlo. Nos vemos todos los miércoles de octubre a junio. Además, hacemos un viaje juntos todos los años. A sitios increíbles, pero sobre todo hacemos los viajes buscando algo. El origen de la perspectiva, el cristianismo primitivo, el terror… Y el 24 de junio celebramos la Noche de San Juan. Y ya no nos volvemos a ver hasta octubre. Cuando nos vemos, nos preguntamos: ¿cómo es que ha pasado tanto tiempo sin vernos?
XV. Isabella es el nombre más bonito del mundo
Mi hija ha bajado al salón. Tiene mucha hambre. Creo que conozco a pocas personas que tengan tanta hambre. Ella es delgadita y pequeña, pero tiene mucha hambre.
Con ninguno de mis dos hijos varones he tenido, creo, una relación complicada durante su crecimiento. Pero con Isabella…
Isabella, mi hija preciosa. Cuando nació le puse el nombre más bonito del mundo para mí. Romántico, sensual, dulce, regio, clásico, moderno y bastante exótico en español, sin ser extravagante. Pero, en realidad, era el nombre que me hubiera gustado tener a mí, porque desde que empezó a hablar —y fue muy pronto—, ella quería llamarse Pilar. Como su madre y como su adorada abuela. Ella era una auténtica muñequita y yo la vestía como lo que pensaba que era: mi juguete de carne y hueso. Otra desavenencia. Ella luchaba por su yo y yo jugaba para conseguir mi muñeca perfecta. Y fue una lucha sin cuartel. Ella se iba a su cuarto gritando: «¡Esta vida es una cárcel!». «¡Ay, si yo fuera hombre!». Discutimos hasta llegar a las manos. Hubo un día que Antonio nos tuvo que separar: yo la empujé dentro de la bañera; ella me daba patadas, yo le daba manotazos; las dos a grito pelado. Ella tendría doce años y yo cuarenta y dos. Antonio no era su padre. Ahora lo pienso y me avergüenzo. Cuánto me costó crecer. Cuánto me costó disociar esa muñeca de mis proyecciones personales. Cuánto le hice sufrir. Pasamos una adolescencia durísima, creo que la mía peor que la suya. Pero al final yo crecí. Y ella se convirtió en la mujer maravillosa que es. Sigue siendo mi niña, pero ya no es mi muñequita preciosa. No tiene porqué serlo. Pero lo que es de verdad es una mujer inteligente, independiente, divertida y llena de amor a su madre, su familia y, sobre todo, a la vida.
XVI. Cualquier fecha es una excusa para celebrar
Mi hermana va a hacer una fiesta de Halloween. Cualquier fecha es una excusa para celebrar.
Pero ella estaba nerviosa y enfadada. Yo le he dicho que celebrar una fiesta es alegría. Me ha dado la razón. Me encantaría hacer una fiesta. ¿Yo también me enfadaría?
XVII. Mis dedos no funcionan
Son las nueve de la noche. No puedo escribir. Mis dedos no funcionan.
XVIII. El sexo es sublime
Acabo de hablar con mi prima C. un buen rato. Es una persona excepcional. Su marido tuvo un mieloma múltiple. Cinco años sufriendo. Al final, murió en marzo. Eran una pareja envidiable, se amaban de verdad. Tuvieron cuatro hijos. Por amor.
Una vez P., su marido, en una de esas tardes largas que hacen crecer las intimidades, me dijo que, para él, el sexo con su mujer era una experiencia religiosa. Yo no le entendí, y mi marido de entonces, menos. Para A. follar era eso, nada más lejos que un vulgar orgasmo animal. Pero yo siempre recordé ese comentario. Luego me fui dando cuenta de que realmente podía haber algo más allá. Y por fin lo he entendido. La experiencia sexual con la persona realmente amada es inefable. Por eso, las parejas que lo conocen no se pueden dejar. Porque no hay nada más sublime. Ahora pienso en mi prima y su terrible pérdida. En esta vida hay cosas irreparables. Ella lo tiene claro, fue maravilloso hasta el final. Y realmente ha tenido suerte. ¿Cuántas personas viven algo así?
Estoy cansada. Mucho. Llevo varios días así. Espero mejorar, pero solo el movimiento de escribir me cansa. Mi segundo exmarido estuvo en casa el jueves. Siempre me pregunta por mi enfermedad. No lo aguanto. Quiere que tome nuevas medicinas, que vaya al médico, creo que piensa que debería sentirme enferma. Pero yo no soy una enferma. Su hermano tenía lo mismo que yo y pidió la eutanasia hace unos meses. Bueno, pues para él. Yo no. Y si me voy a estropear el hígado, no será por una medicina inútil. Será porque disfruto tomando un buen vino.
A mi hija se le está cayendo el coche a trozos. Hoy ha tenido que dejarlo en el taller. El caso es que me echa la culpa a mí. Ese coche fue mío y cuando se sacó el carnet se lo di. A mí nadie me había regalado un coche, ni nuevo ni viejo. El coche tiene casi doce años y falla. Hoy, cuando ella iba a trabajar, se le ha parado. Ha tenido que regresar con la grúa. Tenía un cabreo considerable. Me ha echado en cara que yo hubiese cambiado mi coche, que era mucho más nuevo, en vez del suyo. Me he sentido muy mal. Ella ha debido estar pensando estos meses que soy una egoísta. Que el coche nuevo tenía que haber sido para ella. Yo no tengo dinero. Lo siento, hija. Está enfadada conmigo. Y a mí me da mucha pena.
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