Kazuo Ishiguro:
Guía de viaje
Kazuo Ishiguro:
Guía de viaje
Orlando Mejía Rivera
Colección Literatura / Ensayo
Editorial Universidad de Antioquia®
Colección Literatura / Ensayo
© Orlando Mejía Rivera
© Editorial Universidad de Antioquia®
ISBN: 978-958-714-932-6
ISBNe: 978-958-714-933-3
Primera edición: diciembre del 2019
Impresión y terminación: Imprenta Universidad de Antioquia
Hecho en Colombia / Made in Colombia
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Dedicado al poeta Elkin Restrepo, al médico y filósofo de la ciencia
Rafael Macías Mejía y a la memoria de José Fernando Calle.
Todos ellos exquisitos lectores, o sea, sutiles viajeros de la imaginación
Es que hay viajes más espléndidos: los que un hombre puede intentar por los corredores de su casa, yéndose del dormitorio al baño, desfilando entre parques y librerías. ¿Para qué tomar en cuenta los medios de transporte? Pienso en los aviones, donde los viajeros caminan solo de proa a popa: eso no es viajar. El viaje es apenas un movimiento de la imaginación. El viaje es reconocer, reconocerse, es la pérdida de la niñez y la admisión de la madurez. Goethe y Proust, esos hombres de inmensa inmensidad, no viajaron casi nunca. La imago era su navío. Yo también: casi nunca he salido de La Habana. Admito dos razones: a cada salida empeoraban mis bronquios; y además, en el centro de todo viaje ha flotado siempre el recuerdo de la muerte de mi padre. Gide ha dicho que toda travesía es un pregusto de la muerte, una anticipación del fin
José Lezama Lima (1971)
La intuición del lector: no hay más que eso
Dámaso Alonso (1952)
El lector perdonará las largas citas, que son tan indispensables para la crítica literaria como las ilustraciones o las proyecciones luminosas para el examen de un problema artístico. Las citas proporcionan el conocimiento inmediato sin el cual, para hablar en términos kantianos, los conceptos permanecen vacíos
Ernst Robert Curtius (1941)
Hay algunos escritores que, cuando sale una de sus novelas, me envían corriendo a la librería para comprar una copia; luego dejo a un lado cualquier otra cosa que esté leyendo y me enclaustro en su obra. Hoy en día, solo un puñado de escritores tienen este efecto en mí, y Kazuo Ishiguro es uno de ellos […]. En todos mis años leyéndolo, nunca me ha decepcionado ni me ha dejado dudando de él
Haruki Murakami (2009)
Pienso que uno de los trabajos más importantes
del escritor en la actualidad es el de abordar y
reinventar los mitos
Kazuo Ishiguro (1991)
Me interesa escribir cosas que le puedan importar
a la gente en quince años, en cien años y a
personas de culturas diferentes
Kazuo Ishiguro (1998)
De modo que aquí me tienen, un sesentón que se frota los ojos e intenta discernir los contornos entre la bruma de este mundo que hasta ayer ni siquiera sospechaba que existiese. ¿Puedo yo, un autor fatigado de una generación fatigada, encontrar la energía necesaria para escrutar este escenario desconocido? ¿Dispongo todavía de algo que pueda ayudar a proporcionar perspectiva, que pueda aportar matices emocionales a las discusiones, peleas y guerras que vendrán mientras las sociedades luchan por ajustarse a estos enormes cambios?
Debo seguir adelante y hacerlo lo mejor que pueda. Porque continúo creyendo que la literatura es importante y lo será en especial mientras atravesamos este difícil territorio
Kazuo Ishiguro (2017)
Prólogo
Prologar Kazuo Ishiguro: Guía de viaje, de Orlando Mejía Rivera, supone escribir un prólogo acerca de otro prólogo, porque esta guía de viaje es un vasto prólogo que glosa, uno por uno, todos los libros de Ishiguro.
En su libro Prólogos con un prólogo de prólogos, con su ingenio habitual, Borges comenta: “Creo innecesario aclarar que prólogo de prólogos no es una locución hebrea superlativa a la manera del Cantar de los Cantares, Noche de las noches o Rey de Reyes”. Y continúa: “El prólogo, en la triste mayoría de los casos, linda con la oratoria de sobremesa o con los panegíricos fúnebres y abunda en hipérboles irresponsables, que la lectura incrédula acepta como convenciones del género”. Para finalizar diciendo: “El prólogo, cuando son propicios los astros, no es una forma subalterna del brindis; es una especie lateral de la crítica”.
Alertados por Borges de estos peligros, podemos decir que Orlando no incurre en ellos. Lejos de la apología hueca, esta introducción a la obra de Kazuo Ishiguro funciona como un puente que despierta el interés en el autor reseñado y aporta información valiosa sobre su viaje literario.
Orlando lee con ojos de escritor y desmenuza la trama manifiesta y la trama secreta de los distintos niveles de los textos. Nos orienta a través de los meandros de una obra con múltiples niveles de lectura sin intentar simplificaciones que reducirían su complejidad. Como dice el crítico Cyril Connolly, citado por Orlando, “la literatura es el arte de escribir algo que se leerá dos veces”.
Para ello, Orlando, además, ha reunido un nutrido aparato crítico que ilustra la repercusión que tuvo cada libro en el público y la crítica.
Algunos de los temas desarrollados a partir de la obra de Ishiguro me han convocado particularmente.
Orlando comienza esta guía diciendo: “Hace veintisiete años cayó en mis manos la edición londinense de The Remains of the Day”. Nos cuenta esta escena, literal y literaria, como si una mujer hubiera caído en sus brazos. Estaba buscando un libro, en un estante alto de una librería, cuando accidentalmente Ishiguro llegó desde las alturas. Este hallazgo, que parece signado por el destino, o por la intervención de alguna divinidad, le da un carácter mágico; es una suerte de mito fundacional de la relación entre el autor y el lector.
Creo que como lectores tenemos unos pocos encuentros cruciales, escasos como nuestros amores. Hay libros que ponen en palabras lo que siempre quisimos decir, que sacuden estructuras anquilosadas, que nos abren los ojos, que nos dejan perplejos, que, como quería Kafka, funcionan como hachas que rompen los mares helados que la rutina ha petrificado dentro de nosotros. Estas lecturas ponen en juego nuestra subjetividad.
Leer es una forma de unión amorosa. La vida de los libros depende de los lectores. Leer es como rehidratar un alimento desecado, revivir las inmortales letras de los buenos libros, inevitablemente muertas hasta que no posamos nuestros ojos en ellas. Tal parece haber sido el encuentro entre Orlando y la obra de Kazuo Ishiguro.
Orlando hace un interesante recorrido por el tema de la elipsis en la escritura de Ishiguro. Su inclinación por lo elusivo, lo que no se deja atrapar y que, por ese motivo, no se cristaliza en un significado unívoco, sino que sigue deslizándose inaprehensible, es un tópico clásico de la cultura japonesa. Orlando cita al dramaturgo Chikamatsu: “El arte es algo que está situado en el escaso margen que hay entre lo real y lo irreal”. Y a Daisetz T. Suzuki, que en su libro El zen y la cultura japonesa afirmó lo siguiente: “Cuando los sentimientos se expresan con demasiada claridad, no queda sitio para lo desconocido, y es desde lo desconocido desde donde parte el arte japonés”.
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