Destinatarios de la promesa (los creyentes del régimen)
Niños/as y jóvenes de los 90 en adelante, tienen toda su vida formada en el apogeo y madurez del proyecto neoliberal chileno.
La expansión de la educación superior, pago mediante, se presentó disponible como la nueva ola de prosperidad social. Fue la joya del modelo: ahora, todos los jóvenes, sin diferencias por origen socioeconómico, pueden acceder a estudios superiores o formarse como profesionales.
Ellos/as encarnan el ser social neoliberal chileno realizado, exitoso; llamados a agradecer la historia: universitarios de primera generación, les nombraban, como quien señala a los afortunados de su tiempo; tantas generaciones anhelantes tras lo mismo y, al fin, se escucha la señal del ahora sí. Largo viaje para llegar a ser alguien; salir de número y de llano, de fuerza simple y abstracta en capacidad compleja y diplomarse, adquirir título y rango.
Conocedores del fracaso y la frustración/ defraude
El caso es que la promesa era frustrante y el haberlo creído un defraude: una vez titulados, una vez egresados, a la salida, hay un muro, impasable, el mismo para todo. Los/las que creyeron no pueden descreer lo pasado ni seguir creyendo.
El camino se corta. Una subjetividad formada ha de desafirmarse, deformarse. Se rompe una identidad, una imagen de sí (querida desde lo más profundo, proyectada, y lograda y perdida casi al mismo tiempo). Llevarán, como memoria de su ser social, esa contradicción de ser y no ser. Es su logro personal, potente y valioso, y al mismo tiempo la negación otra vez.
El quiebre, así de personal y autobiográfico, es al mismo tiempo un hecho estamental: lo de cada quien, como individuo, es también lo del conjunto de su clase, como por reproducción de un mismo esquema y su distorsión.
Han de vivírselo, sin embargo, en la misma sola individualidad en que les enseñaron a proyectar lo que sería su conquista. Así sea de todos y del mismo modo, el viaje es solo y el naufragio también.
No entienden dónde estuvo la falla, suya; cavilan, se interrogan, se inculpan, compadecen, preguntan, ironizan, intentan el humor… lo que sea para sobrellevar esta disforia que les carga y entristece el habla.
Así fue hasta octubre, y por eso pasó lo que pasó.
Análisis del discurso, fragmentos
a) Sobran
La forma normal es el fracaso. El lugar común es allí donde no están, salvo para señalar la anomalía.
Tengo dos compañeros que están trabajando.
En la mía también súper poco. Egresamos como 30, hay trabajando cuatro.
Sobran, por número o masa:
Hay 500 currículos antes del tuyo.
Sobran, por nombre o prestigio:
…que si alguien de Recursos Humanos tiene todos estos currículums, lo que hace es revisar si son de la Católica o de la Chile, usach, y ahí eligen y ahí está el ranking entre las tres, y los demás aquí quedan, o sea, esa es la realidad. Es un descarte inmediato.
La estructura les gana, dos veces, al sujeto y su intento: por la matriz productiva, que los requiere simples, y por la dualidad social chilena, que los requiere abajo. Del viaje —que los requirió airosos— salen perdiendo y extraviados. Y debiendo.
b) El muro
Para los de su estamento, el pueblo, la salida (estudios profesionales) no conduce a una entrada (trabajos profesionales). Egresan, pero no ingresan; deben regresar.
Uno sale a un mundo donde las puertas ya están cerradas.
Siempre faltando, siempre debiendo. Como si sus trayectos, y sus títulos, no alcanzaran; forma estamental de incompletitud incorregible y misteriosa que los inhabilita. Quedan debiendo por lo que ya tienen (el título), y por lo que no tienen ni acaso tendrán. Siempre falta algo más. La meta se corre cuando te acercas.
Una forma del desquicio: haga lo que haga, fallará.
Me dicen, “tienes que tener experiencia”, no sé po, “5 años”. “Tienes que hablar chino mandarín”… No sé po, tener cosas, que no sé, que… A uno le da risa igual eso. Pero en verdad, o sea, te piden cosas ilógicas.
Claro, te piden experiencia, pero no te dan oportunidades para.
El orden no resiste un análisis lógico, pero no se inmuta por ello: es real, aunque ilógico. Y ahí se queda la subjetividad con su rabia, impotencia y otros modos de emocionar la debilidad abusada.
c) El quiebre
La urgencia habitual de la economía familiar, por una parte, y la constatación de la inviabilidad de la expectativa laboral profesional, por la otra, fuerzan un quiebre, un “cortar”. Es el momento de la decepción y de alguna forma, acaso insostenible, de resignación.
Entonces, es un tema del trabajo, uno ya se va desmotivando y al final uno agarra lo que hay. Entonces siento que ya está difícil encontrar pega ahora.
Quien se animó y movió, quien ingresó a la competencia por el conocimiento, debe volver/se al régimen de los trabajadores simples o de disponibilidad. El profesional, y su carrera y camino, ceden al jornal y su ley del agarrar, siempre al evento, siempre en presente: donde no se crecerá más, o donde no hay desarrollo posible; mundo que se vive al día y en el que lo único que avanza, y se acumula, es el tiempo.
Pero cuando uno se mete a trabajar a otra [actividad fuera de la especialidad] pierde mucho contacto y no gana nada de experiencia. Eso es lo fome… Pero tampoco se puede estar años buscando pega sin hacer nada más, además yo tengo una hija.
Es la condena social que pasa por su propio condenarse, transmutando el todavía no de la esperanza, en el ya no de la melancolía (y acaso de la rabia).
d) La deuda, la duda y el fin de la creencia
El camino seguido es por lejos el proyecto esencial de sus vidas. En ese camino han puesto los esfuerzos mayores y también una idea de sí. Es una inversión y un viaje identitario, y ambas de alcance mayor. El fracaso abate: un proyecto de ser queda tachado y el sujeto debe hacer solo su pérdida.
Es desmotivante, es muy decepcionante… Yo creo que uno se proyecta… entonces es un proyecto donde uno se endeuda, que uno invierte tiempo y lucas, su intención, su concentración todo en eso…
Al final del tú puedes está la impotencia, el árbol de los frutos vanos. Maldicen la razón abusiva y misteriosa, desconocida, que explota sus sueños y luego deshace sus méritos. Mejor, envanece sus frutos.
M: uno dice “estudié y me esforcé para trabajar en algo que no voy a ejercer”, y está esa impotencia, por un tema que uno se esforzó. En mi caso yo era la mejor de mi curso, y estoy trabajando en algo nada que ver… y queda todo en vano.
Lo que sigue son los lentos y tortuosos retornos al camino del jornal, al trabajo simple o a formas de autoempleo equivalentes. Y lo que queda, es la palabra ya dicha, y sus arranques hacia atrás (al sentido de la escuela y los estudios superiores) y hacia adelante (al sentido del orden social y la permanencia de la segregación).
e) Al salir de cuarto medio: ¿el único camino es la educación superior?
Al inicio de este camino, a los 18 años, cuando salían de cuarto medio (incluso antes, cuando sus padres los matriculaban en algún colegio del nuevo sistema con voucher) había un camino prohibido: integrarse sin más al trabajo jornalero de siempre y su ley de la disponibilidad del trabajo simple (salarios de subsistencia, identidad social disuelta en número, sin posibilidades de desarrollo laboral ni promoción social).
Decían, al salir de cuarto medio:
¿Qué viene para adelante? Todavía no estoy bien enfocado en algo en especial, pero después de aquí, no trabajar (…). Me gustaría estudiar y sacar una carrera profesional, y lo que es importante es que después del cuarto medio no salir a trabajar, eso es lo que me interesa.
La mayoría de los papás de nosotros no son profesionales, trabajan el día a día y se sacan la mugre trabajando.
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