En el cuarto capítulo, “Movilización juvenil desde las clases sociales”, Nicolás Angelcos, Andrea Roca, Emilia Cuadros, María Luisa Méndez, Alejandra Rasse y Valentina Álvarez muestran una imagen del estallido desde la perspectiva de jóvenes populares, contrastando la idea de “(in)activismo político” con el protagonismo de jóvenes en el “despertar” de la sociedad chilena. Modesto Gayo y María Luisa Méndez muestran cómo jóvenes de clase alta visualizan lo político y sus coincidencias/diferencias en torno a las demandas presentes en la movilización. Además, reflexionan sobre el rol de las familias en la socialización política de jóvenes privilegiados. Emmanuelle Barozet, Óscar Mac-Clure, José Conejeros y Claudia Jordana describen la evolución de la percepción y resignificación de la figura de jóvenes de sectores urbanos antes, durante y después del estallido social.
En el quinto capítulo, “Emociones y consignas de la protesta”, Juan Sandoval reflexiona acerca de las ambivalencias emocionales y las formas de organización espontánea de jóvenes porteños durante la revuelta social. Por su parte, Rodrigo Asún, Karina Rdz-Navarro, Claudia Zuñiga y Raúl Zamora muestran cuáles son las emociones positivas y negativas vinculadas antes y durante la participación en las movilizaciones estudiantiles. Adicionalmente, Margarita Makuc y Walter Molina reflexionan en torno al registro sistemático de las consignas juveniles surgidas durante la revuelta social y su relación con el malestar desde el cuestionamiento al sistema general hasta el malestar social regionalista.
Yanko González cierra el libro con una reflexión en torno a las interpretaciones sobre el estallido social que tempranamente pusieron su foco en los jóvenes. Este capítulo discute explicaciones alternativas que permiten nutrir el imaginario acerca del rol de múltiples generaciones en los últimos ciclos de movilizaciones sociales. En sus palabras: “El movimiento estudiantil del 2011 vigorizado por una mayoría multigeneracional, movió para siempre las fronteras de lo pensable, de lo deliberable y de lo imaginable”. Este proceso tendría en el estallido social de octubre 2019 su continuación.
Probablemente, por un buen tiempo estaremos analizando, desde los distintos quehaceres, disciplinas y ciencias, este acontecimiento. Esperamos que este proyecto contribuya a una discusión fundada y desprejuiciada, lejos de las caricaturas y estereotipos que se construyeron a partir de octubre.
Sol Alé, Klaudio Duarte y Daniel Miranda,
noviembre de 2020
Capítulo Primero
CHOCAR CONTRA EL MURO
1. La (re)vuelta de los que sobran: fulgor y crisis del neoliberalismo chileno
Manuel Canales, Víctor Orellana,
Fabián Guajardo y Cristina Hernández
En un país donde los que mandan han mandado tanto,
es posible que los mandados comiencen a estar hartos de que los manden.
Jesús Ibáñez. El regreso del sujeto, 1989
Entre las grandes imágenes que dejó la movilización sobresalta, por lo simbólico y emocional, el momento en que se vuelve al canto “El baile de los que sobran”, de Los Prisioneros, frente a la Biblioteca Nacional.
La cuestión juvenil fue formulada con magisterio en 1985 por Jorge González en su afamada y triste canción, que denunciaba la exclusión de las juventudes populares que venían entrando a ese Chile neoliberal naciente. Luego, el tema fue acallado por el potente dispositivo de sujeción que vino a ser la industria de las oportunidades de educación superior. De sobrar pasaron al tú puedes. Un proyectil al núcleo de deseo tan antiguo como la impotencia.
¿Cómo esa denuncia vuelve a escucharse —ahora como himno, sin danza— 35 años después? Pero no ya por los que sobraban con su enseñanza secundaria, sino los/las de ahora: con su carrera profesional y su título a cuestas.
Para entender el sentido apremiante, inexcusable, de la situación/exclusión, pueden considerarse los dos gráficos siguientes. El primero señala la expansión de la matrícula de estudios superiores (todo el crecimiento es prácticamente de instituciones de este nuevo tipo). El segundo señala, respecto de los empleos, la postal de una sociedad rentista-extractivista, como siempre. Seis veces se multiplicó una matrícula (ver gráfico 1), apenas se movió una décima la otra (ver gráfico 2). Aquí se reproduce el relato de esa torsión o incoherencia estructural, y se refleja cómo esta termina en un quiebre de los que lo cuentan y viven. Esa es la fractura final del régimen neoliberal. Su fracaso en medio de su afamado y bien vendido modelo.
Gráfico 1. Evolución matrícula total educación superior
(1965-2019)
Fuente: elaboración propia a partir de datos oficiales sies-mineduc (período 1983-2019) y Garretón, M. A., & Martínez, J. (1985). Antecedentes estructurales de las universidades chilenas (sur, ed.). Santiago: sur (período 1965-1981).
Gráfico 2. Evolución de la distribución de ocupaciones directivas, profesionales y técnicas en la estructura general de ocupaciones* (1982-2017)
Fuente: elaboración propia a partir de datos oficiales casen-mds (período 1994-2017) y Censo-ine (período 1982-1992).
* En base a la serie de ocupaciones por oficio utilizadas por las estadísticas nacionales, reagrupadas en categorías genéricas de ocupación que responden a los grandes grupos de la calificación ciuo 08 (incluye fuerzas armadas).
** En las cifras del censo de 1982 la clasificación de ocupaciones (Cota 70) no considera la categoría de grandes grupos equivalente de “técnicos y profesionales de nivel medio” del sistema ciuo 08.
¿Qué pasó?
Crisis del cotidiano neoliberal
Esta crisis no es, en su origen, ni política ni económica; tampoco se debe a circunstancias externas ni fue impulsada por movimientos sociales. Es la crisis del sujeto y el cotidiano popular formado bajo el régimen neoliberal. Ese es el quién y el contra qué de la revuelta; también la razón de su escala, cuándo y cómo.
El espíritu de octubre es la disconformidad, por definición subjetiva, crecida y madurada según se profundizaba el modelo neoliberal. De su éxito nace, de su duración y sus durezas, el sujeto que viene a interrogarlo y a inquietarlo tan gravemente. Es el pasivo o la deuda social que acumula el neoliberalismo cuando se le deja fluir al modo chileno: quiebra sujetos que quebrarán el orden.
Pueblo
Esta fue una revuelta de clase, popular. Todavía el 2011 la representación y la dirección del movimiento estuvo en las clases medias tradicionales. Ahora el protagonismo, de voz y presencia, fue de la gente de trabajo, los comunes: millones, de caras mestizas y apellidos corrientes, por todas partes, convergiendo desde sus mismas y variadas periferias. Esa presencia no es nueva, pero no se había visto hace 40 años y hasta se habría creído que estaba extinta.
Pueblo nuevo, técnicos y profesionales
La revuelta fue liderada por las generaciones nuevas, que nacieron bajo el neoliberalismo. Como ya se anunciaba el 2006 y el 2011, se van desligando los antiguos, que traen en su memoria las huellas de la pobreza y el castigo estamental como norma. Los nuevos, en cambio, están formados sin esos estigmas de clase. Si sus padres y abuelas fueron hijos del rigor y el terror, ellos no temen ni están para el sacrificio.
Los/las que creyeron, aborrecen
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