Los líderes deben convertirse en los catalizadores del cambio, en los héroes de la flexibilidad y en los paladines de la agilidad organizacional para impulsar a sus organizaciones e iniciar el camino de la transformación. Su enfoque y su discurso deben sugerir evolución, no revolución, porque esta última genera miedo, incertidumbre y crea sus propios anticuerpos.
Ciertamente hay amenazas que son comunes a todas las empresas, comercios y profesiones, más allá de su tipo, de su origen y de su tamaño, pero podemos considerar que en general las empresas más grandes o las multinacionales ya cuentan por su estructura con estrategias y directivas globales, y un ejército de consultores y de recursos para la transformación. En cambio, las empresas pequeñas y medianas (pymes) y los comercios no solo deben identificar qué transformar sino hacerse cargo también del cómo.
El informe Índice de Políticas Pyme: América Latina y el Caribe 2019 elaborado de manera conjunta por la OCDE y el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) expresa lo siguiente:
Las pymes representan más del 99,5% de las empresas en la región […], generan el 60% del empleo productivo formal, son motores críticos para el crecimiento y la inclusión social a nivel regional, así como una prioridad clave para los responsables de políticas de la región […] se enfrentan a la competencia de un gran sector informal y a una brecha de productividad significativa respecto a las empresas grandes.
En el mismo informe, identifican que este tipo de empresas representan el 25% de la producción de bienes y servicios en América Latina, mientras que en Europa las pymes generan el 55% de la riqueza. Paradójicamente, se hacen cargo del empleo privado en rangos entre el 55% y el 65% según cada país. Semejante brecha entre el volumen de producción y la creación de empleo es una muestra de la enorme concentración económica que está en manos de las grandes empresas de la región.
El informe destaca que la mayoría de las pymes se ocupa de negocios “de bajo valor agregado y reducidos niveles de capital humano” y que compite en mercados con productos poco diferenciados como la agricultura y el comercio minorista. Dentro de ese contexto de subsistencia, las pequeñas y medianas empresas de América Latina no apuestan por crecer mediante la internacionalización o la innovación. El 71% de los emprendimientos de la región no cuenta con ingresos provenientes del comercio exterior, un porcentaje que lamentablemente alcanza el 90% en Argentina y Brasil.
Enrique Iglesias, cuando era presidente del BID, en una asamblea de ese organismo sostuvo que “las pymes son el mejor antídoto contra la pobreza”, instando a los países que quisieran combatir dicho flagelo a que incentivaran el desarrollo de este segmento de empresas. Por su parte, en una publicación de abril de 2019 de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), 8en el prólogo a cargo de Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de CEPAL, se puede leer:
… los resultados alcanzados no son suficientes y el desempeño de las empresas de menor tamaño causa una muy justificada preocupación, especialmente si se evalúa a la luz de las profundas transformaciones que están sacudiendo las dinámicas competitivas internacionales. En muchos aspectos las mipymes latinoamericanas todavía presentan, con limitadas excepciones, las debilidades y fragilidades que las han caracterizado durante décadas: continúan al margen de los mercados más dinámicos y su contribución a las exportaciones sigue siendo extremadamente limitada; participan de forma marginal en relaciones productivas más estrechas con grandes empresas, y raramente se integran en modelos asociativos con otras empresas para producir economías de escala y bienes colectivos. Asimismo, no logran acelerar sus actividades de innovación y los procesos de producción continúan operando con tecnología obsoleta o escasamente productiva.
A su vez, las pymes cuentan con enormes ventajas frente a las grandes empresas. La principal es que el “ser emprendedor” está en sus genes (y hay que rescatarlo) y, por su escala, no se diluye en múltiples capas de jerarquías, manteniendo vivo el orgullo y la pasión por lo que se hace. Por otro lado, pueden tomar decisiones con mayor agilidad que cualquier corporación que está obligada a recorrer todo el espinel corporativo para realizar cambios profundos. Además, la transformación digital iguala oportunidades y posibilita desafiar a las incumbentes. Las pequeñas y medianas empresas cuentan con las mismas herramientas y metodologías que las grandes para llegar a los consumidores o a otras empresas. Y la globalización —que veremos cómo sale parada de la pandemia— permite expandirse más allá de la geografía local y competir de igual a igual.
Muchas industrias todavía tienen graves dificultades para reconocer el impacto que trajeron los cambios de la nueva economía digital por la inercia de su propia actividad. Es interesante ver que en el ranking de Interbrand de las cien marcas más valiosas del mundo de 2019, los cuatro primeros puestos son ocupados por empresas tecnológicas, muy por encima de las empresas industriales. En el ranking de valor de marca de Statista, los siete primeros puestos corresponden a empresas de tecnología (Amazon, Apple, Google, Microsoft, Samsung, AT&T y Facebook). Esto nos dice que no se puede ignorar el valor de la tecnología en el mundo.
En el informe “Expectativas 2019. Pymes en Argentina” realizado por PWC, en el apartado correspondiente a las acciones para afrontar los desafíos de 2019, en orden de importancia se cuentan:
1 desarrollo de nuevos negocios;
2 desarrollo de nuevos canales de comercialización;
3 reducción de costos y análisis del margen de rentabilidad;
4 cambio en las fuentes de financiación;
5 inversión en marketing digital;
6 reestructuración del personal;
7 desarrollo de nuevas tecnologías e innovación.
Excepto el punto 4, el resto consiste en oportunidades para la transformación y el agregado de valor que pueden ser controladas por la propia empresa, con recursos internos o externos, pero que resultan totalmente independientes de la coyuntura.
E. O. Wilson, un entomólogo y biólogo estadounidense, dijo: “Hemos creado una civilización tipo Star Wars con emociones paleolíticas, instituciones medievales y tecnología divina”. Quizás “medievales” sea un poco exagerado, pero claramente muchas actividades todavía atrasan, y mucho. Esa es la mala noticia. La buena noticia es que la tecnología está entre nosotros y existe para apoyar el camino de la transformación.
Los nuevos modelos de negocios que se imponen requieren inevitablemente hacer las cosas de una forma diferente e iniciar el camino de la transformación digital para poder aprovechar todo lo que la tecnología aplicada al negocio (tanto hacia afuera como hacia adentro) puede brindar. Aunque suene intimidante, el camino solo se irá abriendo si las empresas, comercios y profesiones se permiten reconocer que su actividad, tal como está hoy, no será sustentable en el futuro.
En “Preemptive Transformation. Fix It Before It Breaks”, un paper publicado por BCG, nos alertan acerca de la necesidad de encarar transformaciones preventivas y no reactivas:
Encontramos que el cambio preventivo genera significativamente mayor valor en el largo plazo que los cambios reactivos, y además lo crea más rápido y consistentemente… Nuestros hallazgos sugieren que, para mantener resultados extraordinarios, las compañías deben perseguir la transformación preventiva en lugar de depender del impulso de la performance actual… Los resultados muestran que la transformación preventiva es el factor de éxito más importante.
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